martes, 20 de enero de 2009

Los cuentos de ZP: Peor que el infierno


Artículo publicado en el diario La Opinión de Murcia el 19 de febrero de 2008


El cuento de hoy fue escrito en 1918 por Ramón Gómez de la Serna y, como el de La Pagoda de Babel, de Chesterton, también está recogido en la Antología de Literatura Fantástica que Borges, Bioy y Ocampo, publicaron en 1940. De Gómez de la Serna escribió Borges que “Ramón, queriendo hacer labor fantástica, ha realizado la autobiografía de nosotros todos”. Otro Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz, con rabiosa actualidad, se preguntaba en 1967 acerca del autor de Muestrario “¿Cómo olvidarlo y cómo perdonar a los españoles e hispanoamericanos esa obtusa indiferencia ante su obra?”. Sobre él mismo, el escritor escribió en su Automoribundia lo siguiente: “No quiero haber vivido mucho, ni viajado mucho, ni amado mucho, ni escrito mucho, sino haber levantado mucho la vista hacia las cosas asistido por mi alma limpia y altruista de pobre de solemnidad, y haber comprendido en esa contemplación y con tolerancia la inanidad de todo, y que entre lo inane lo que lo es menos es lo bueno y lo bello, entendiendo por bondad el cariño desinteresado por las ideas, por las cosas visibles e invisibles, por las personas nobles, y entendiendo por lo bello lo que ya está revelado como tal o lo que lleva latente y aun en secreto la belleza futura y sólo se sabe que es así por lo que se oye en los sueños y en los suspiros.”
Fundador de la tertulia del Café Pombo, pintada casi en blanco y negro por Gutiérrez Solana, Gómez de la Serna creó la figura literaria de la greguería. Se trata de una frase corta en la que, en opinión del propio Gómez de la Serna, se produce una síntesis entre la metáfora y el humor para expresar una visión personal de la realidad. Un ejemplo: “Tenía tan mala memoria que se olvidó de que tenía mala memoria y lo recordó todo”. Pero la greguería que más me gusta y con la que estoy profundamente de acuerdo es aquélla que dice que “lo más importante de la vida es no haber muerto” y, de esta forma, vamos al cuento.


VERSIÓN CLÁSICA: “¡Oh, la crueldad incomprensible, inadmisible! Le sentenció Dios a muchos miles de siglos de purgatorio porque si los hombres al que no matan, al que absuelven de la última pena lo sentencian casi a lo mismo con sus treinta años, Dios, al que perdona del Infierno, le condena, a veces, a toda la eternidad menos un día, y aunque ese día mata por completo toda la eternidad, ¡cuán vieja y cuán postrada no estará el alma el día en que cumpla la condena! Estará idiota como el alma de la ramera Elisa, de Goncourt, cuando sale del presidio silencioso.
"¡Cuántas hojas de almanaque, cuántos lunes, cuántos domingos, cuántos primeros de año esperando un primero de año separado por tantísimos años!", pensaba el sentenciado, y no pudiendo resistir aquello, le pidió al Dios tan abusivamente cruel, que le desterrase al infierno definitivamente, porque allí no hay ninguna impaciencia.
"¡Matadme la esperanza! ¡Matad a esa esperanza que piensa en la fecha final, en la fecha inmensamente lejana!", gritaba aquel hombre que por fin fue enviado al Infierno, donde se le alivió la desesperación.”

VERSIÓN ADAPTADA: Había una vez un hombre que fue condenado al purgatorio. Allí le dijeron que si meditaba durante una eternidad menos un día sobre el pensamiento político de ZP terminaría por entenderlo, y entonces le saldrían alas y volaría libre hasta el cielo. Pero pasaba un día y otro, y un año y otro, y un siglo y otro más, y el hombre seguía sin entender nada. No pudiendo resistir aquello, le pidió a Dios que le desterrase al infierno definitivamente, porque allí no habría ninguna impaciencia. “Matadme la esperanza! ¡Matad a esa esperanza que piensa en la fecha final, en la fecha inmensamente lejana!” gritaba aquel hombre. Y por fin fue enviado al infierno, en el que siguió sin entender a Zapatero, pero donde se le alivió la desesperación.

Y colorín colorón, ahí tienen la solución.

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