martes, 18 de diciembre de 2012

El belén de la Pepa



(Artículo publicado el 18 de diciembre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)


Parece que fue ayer pero en realidad llevo más de diez años escribiendo en las páginas de este periódico, y cada mes de diciembre lo he hecho sobre la Navidad. En esta ocasión no voy a hacer una excepción aunque la ya cercana pudiera parecernos menos Navidad por causa de los recortes y por la ausencia de la paga extraordinaria, que no es una gratificación como dicen algunos, que se da o se quita graciosamente, sino una parte del sueldo que se abona en un par de fechas concretas en lugar de hacerlo cada mes. En realidad no es menos Navidad aunque haya cinco millones de parados, ni lo es aun cuando nos vayan a subir el recibo de la luz, nos enfríen las pensiones o nos congelen el sueldo. Sé que hay quien se agarrará a todo esto para negar la Navidad y mucho me temo que haya quienes se dejen contagiar del pesimismo, pero también sé que muchos no lo harán y, de una manera u otra, se congregarán de nuevo en torno a un hecho, tan sencillo como un nacimiento y tan poderoso, sin embargo, como un terremoto, que fue capaz de cambiar el mundo. Tal vez, como ocurrirá en mi casa, la cena de Nochebuena y la comida de Navidad sean más sencillas este año que en otros anteriores, pero no faltarán a la mesa un villancico antes y un beso después. Tal vez, como en mi casa, los obsequios navideños de este año pertenezcan más a la categoría de los detalles que a la de los regalos, pero en la noche de Santa Claus o en la mañana de Reyes no faltará un gramo de ilusión en la mirada y una sonrisa cómplice. Y tal vez este año, como en mi casa, la Nochevieja sea más casera que nunca, pero no faltará en ella un buen deseo para los demás y un punto de esperanza para el año que se avecina. Y tal vez, como en mi casa, cada cual encuentre algo que compartir con los demás.
La Navidad, como fiesta cristiana que es, tiene el don universal de estimular los buenos sentimientos y los deseos de paz y caridad en los hombres de buena voluntad. Es un buen momento para el reencuentro, en el que las viejas diferencias se aparcan a un lado y las distancias se reducen. Ya sé que la Navidad tiene también un toque de tristeza, de pérdida, que aumenta con los años, este año lo sé muy bien, pero también sé que cuando la amarga tristeza de la ausencia se comparte en torno al belén se hace menos tristeza y, poco a poco, se va transformando en un recuerdo dulce. Y es que la Navidad es la fiesta de la familia, en la que el Padre, la Madre y el Hijo configuran el núcleo de la humanidad entera.
Pero la Navidad tiene un don aún más especial si cabe que, si me lo permiten, voy a tratar de explicarles con una pequeña puesta en escena. Como todos los anteriores, este año hemos montado el belén en mi casa, si bien, la dirección técnica y la escenografía ha corrido esta vez a cargo de mi hija Pepa. Se trata de un viejo y sencillo belén de figuras de terracota algo desportilladas que, con el paso de los años, mis hijos han ido acrecentando con nuevas incorporaciones. En el belén de la Pepa hay de casi todo. Por supuesto que en el pesebre están el buey y la mula detrás de San José, de María y del Niño. También hay un ángel que anuncia la Buena Nueva, y unos cuantos pastores que se acercan al pesebre con sus humildes obsequios. Y los Tres Reyes Magos, y un río de agua pintada de azul, y un puente de corcho, y un aldeano pescando y una mujer lavando la ropa, y patos, muchos patos, y gallinas y pavos, y un Tío Cachirulo, que es como llamamos por aquí al Caganer, estratégicamente apostado junto a los gorrinillos, y un Cascanueces, y un montón de regalos para el Niño comprados cada año en el mercadillo de Navidad, frutas, quesos, panes, jarras diminutas de barro, y una ristra de ajos, y una cesta de huevos de la que ha caído uno al suelo y se ha roto, y un caracol sobre el musgo que recogimos un año en la umbría de un bosque alemán, y rocas de corcho en las que se esconden conejillos y perdices de plástico, y hasta un pamplonica que corre descarado los Sanfermines… sólo falta Wally.
Y es que en el belén de la Pepa, como en todos los belenes del mundo hechos por un niño, cabe todo y cabemos todos. Son los belenes que hacemos los adultos los que excluyen a la mula y al buey y a los pobres o a los ricos, según se tercie. Son nuestros belenes adultos los que han dejado de ser belenes para convertirse en campos de concentración, en guetos, en ikastolas, en zonas marginales, en suburbios, en favelas, en campos de refugiados, en largas colas de parados…
Lo que les quería decir es que la Navidad, esa Navidad en la cabemos todos, la auténtica Navidad, solo se puede ver a través de los ojos de un niño.
Como en el belén de la Pepa.
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martes, 11 de diciembre de 2012

Hablando franco y en plural




(Artículo publicado en el diario La Opinión de Murcia el 11 de diciembre de 2012)



Hace un par de siglos, cuando comencé mis andaduras políticas con el PP, fui a dar una conferencia, así había entendido el encargo, en una pequeña pedanía rural de un pequeño municipio rural de esta pequeña Región rural que, entonces más que ahora, era Murcia. El tema de la charla era la Política Agraria Común y sus beneficios para el campo murciano, algo que, pensaba yo, interesaría sin duda a quienes habían hecho de la agricultura y la ganadería su medio de vida. Ante un nutrido auditorio y acompañado del alcalde, rural como su pequeño municipio, comencé mi intervención salpimentada con un sinfín de datos y conceptos técnicos: que si la política de precios y mercados, que si la política arancelaria, que si el FEOGA-Garantía, que si el FEOGA-Orientación, que si los precios de retirada, que si los pagos compensatorios. Conforme hablaba el murmullo expectante con el que había sido acogido al principio se fue transformando en un silencio respetuoso pero frío y distante. No me dí cuenta de que los vecinos no habían venido a escuchar una conferencia técnica hasta que, al término de mi intervención, y tras escuchar dos o tres tímidos aplausos, el alcalde tomó la palabra y dijo lo siguiente:
―Lo que el Megías quiere decir es que aquí los socialistas están “hocicaos” con el poder y así van a estar mucho tiempo. Y esto os lo digo hablando franco y en plural.
Entonces fue cuando todos sin excepción rompieron a aplaudir rabiosamente.
Como mi entrañable lector malasombra ya ha saltado de su asiento para comentar a voz en grito que a qué viene esto y que si se trata de un ataque de mal gusto a las gentes sencillas de nuestra tierra, les aclararé a todos ustedes que no, que no es un ataque contra la sencillez de nadie, entre otras cosas porque mi auditorio de entonces de sencillo no tenía nada. Todo lo que yo estaba explicando ya lo sabían ellos mejor que yo porque lo venían sufriendo o disfrutando desde que ingresamos en 1986 en la Comunidad Económica Europea. Lo que pasó aquella noche es que la gente esperaba un mitin y no una conferencia, o lo que es igual, que los asistentes habían venido a escuchar, no lo que yo quisiera contarles, sino lo que ellos querían oír.
Esta anécdota viene a cuento porque estoy cansado de escuchar a políticos de uno y otro cuño, a banqueros más o menos ruinosos, a economistas variopintos y a algunos mal llamados líderes de opinión, no lo que yo querría oírles decir, sino lo que ellos quieren decirme a mí y que después de oírlo tantas veces para nada me interesa. Y, como a mí, tengo la impresión de que esto le pasa a más de uno.
Estamos hartos de nos digan lo que pasa cuando ya ha pasado.
Estamos hartos de que nos digan que la culpa de lo que pasa es de todos.
Estamos hartos de que nos digan cada año que todo empezará a arreglarse el año que viene.
Estamos hartos de que los Gobiernos nos digan que están haciendo un gran esfuerzo.
Estamos hartos de que nos digan que tenemos que apretarnos el cinturón pero que ellos no lo hagan.
Estamos hartos de que nos digan que la rebaja en el sueldo a los funcionarios fue justa y necesaria.
Estamos hartos de que nos digan que la supresión de la extraordinaria de Navidad a los funcionarios es justa y necesaria.
Estamos hartos de que nos digan que debemos estar unidos frente a la adversidad y que eso mismo no lo digan en catalán, en vasco o con acento andaluz.
Estamos hartos de que nos digan que son sueños lo que se ha ido transformando en pesadillas.
Estamos hartos de que nos digan los unos que estamos en el buen camino y los otros que todo lo contrario.
Estamos hartos de que nadie nos hable franco y en plural.
Estamos hartos ya de estar hartos, que dijo el cantor, y yo me cansé.
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martes, 4 de diciembre de 2012

Qué tiene la zarzamora



(Artículo publicado el 4 de diciembre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)




Ha llegado diciembre y han bajado las temperaturas, y Murcia se parece un poco a la Europa fría, verde y sajona. Pero no. Como si fuera de goma, el mercurio murciano rebota en el cero y vuelve a subir hasta los veintitantos grados a mediodía, a lo que no hay nieve ni escarcha que se resista. En esto de los parecidos ya se sabe que no existe acuerdo. Si un niño de pocos meses que va tumbado en su cochecito, enfundado en su pelele y arrebujado con la mantilla, o como leches vayan ahora de enfundados y arrebujados los niños, si un niño digo, entendiera lo que le dicen o lo que piensan todos los que se asoman para verlo por primera vez apartando la capota del cochecito, se volvería loco: que es clavado a su hermano, que tiene toda la cara de su madre, que este niño es un Gutiérrez de los pies a la cabeza, que es todo un Martínez, que ha salido a su abuela materna, que es mismamente su tío abuelo Federico, que tiene la cara de mala leche de la tía Aurelia, que tiene entraditas y todo como su padre, que se ríe como el Crisanto el de la tía Corneja… y el niño, con sus ojos como platos ante el espectáculo de guiñol que se desarrolla en su pequeño firmamento, a quien se parece sin duda es a otro niño.

Con los países no ocurre así, quiero decir que un país más allá de algunas coincidencias históricas o climáticas no se parece especialmente a ningún otro, si bien sus rasgos son la suma de los rasgos de quienes lo habitan. España a lo único que se parece es a un país poblado de españoles, es decir a España. Y con la Región de Murcia ocurre lo mismo, que solo se parece a ella misma por razón de las gentes que la habitan hasta el punto de que si el estado federado alemán de Schleswig-Holstein, situado en el istmo que une Alemania con Dinamarca, estuviera poblado por murcianos en lugar de estarlo por alemanes, no sería Schleswig-Holstein, sino que sería enteramente la Región de Murcia, aún con el Mar del Norte en vez del Mar menor.

Y esto que ocurre igualmente en el resto de regiones de España, no ocurre sin embargo en ninguno de los estados de Alemania, pues todos ellos están poblados por alemanes que apenas se diferencian unos de otros, incluso Baviera, aunque allí llamen bávaros a esos alemanes. Alemania está toda ella poblada de alemanes, en tanto que España apenas está poblada de españoles. En España todo es diferente, hasta los habitantes. Según fuentes bien informadas Cataluña no está poblada de españoles sino de catalanes que no se consideran para nada españoles. Otro tanto ocurre con el País Vasco, de cuyos habitantes se dice incluso que pertenecen a una etnia diferente a todas las conocidas, por no ser, no son ni europeos. E igual ocurre con los andaluces, los gallegos, los mallorquines, los canarios, los extremeños y hasta con los murcianos. Por eso España no existe, porque no existen los españoles.

Hay sin embargo algunos países en el mundo en los que, a pesar de que sus regiones están pobladas por indígenas propios de ellas, sus habitantes reciben un nombre común por encima del nombre tribal. Es el caso del Reino Unido, cuyos pobladores, aunque sean en origen ingleses, escoceses, galeses o norirlandeses, son en todo caso británicos. Tal vez sea por eso que la bandera británica, la Union Jack, ondea en la cima de todos los edificios oficiales del Reino Unido, en Londres, en Edimburgo, en Cardiff y en Belfast. Incluso, por arte de esa magia druídica que impregna la Commonwealth, en castellano la Mancomunidad de Naciones, en dieciséis de los cincuenta y cuatro países que la conforman, algunos tan distantes y tan distintos al propio Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte como Sudáfrica, Nueva Zelanda, Jamaica o Barbados, tan gigantescos como Canadá y Australia e incluso tan poco reinos como La India, comparten como Jefe del Estado a un monarca, ni más ni menos que a Su Graciosa Majestad Británica la Reina Isabel II.

Qué magia es ésa, nos preguntamos en España, que hace que tierras y gentes tan distintas e incluso lejanas se unan entre sí bajo la misma corona…

Qué ocurre en el Reino Unido para que uno de los principales valedores del separatismo escocés, el Artur Más de los Highlands, si no se me ofende el personaje en cuestión, haya sido agente secreto al servicio de Su Graciosa Majestad para ser luego nombrado caballero, Sir Sean Connery

Qué tendrán los mensajes televisados de la Reina de los británicos que, estando todos  sus súbditos sentados en sus cómodas butacas con un gin tonic en la mano, se ponen en pie de un salto en señal de respeto sin que se les derrame ni una gota del milagroso brebaje contra la malaria…

Qué tiene la Reina de Inglaterra que no tenga el Rey de España, Don Juan Carlos I,  digo yo, porque Isabel II también tiene sus urdangarines y sus cosas, no se vayan a creer…

Qué tiene la zarzamora que a todas horas llora que llora por los rincones…
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martes, 27 de noviembre de 2012

Baixant de la Font del Gat


 
 
Al cor de Montjuic
On el jovent alegremente hi riu…
 
Lejos de terminar, la cosa no ha hecho más que empezar, que diría el poeta. Cataluña ha hablado y, como suele ocurrir cuando hablan todos al mismo tiempo, no se le entiende muy bien lo que ha dicho, y, como también suele ocurrir en unas elecciones, todos los contendientes han ganado algo.
 
Paisatge bonic, és el Parc de Montjuic
una fontana bella es veu al mig…
 
Aquí nadie pierde. Incluso el PSC, los chicos del capoll catalá que se han dejado en la gatera un puñado de escaños y han cedido a Esquerra la segunda posición en el Parlament de Catalunya, están contentísimos porque en la caída sólo se han roto la cabeza, una pierna y un brazo, quedándoles el resto perfectamente sano.
 
De bon matinet al surtir el sol
la Marieta amb el cantiret…
 
El PP de Cataluña, con “ñ” de España, está contentísimo también porque ha crecido su respaldo electoral en un escaño más, y con eso y un bizcocho hasta mañana a las ocho. En Ciutadans están locos de regocijo pues han multiplicado nada más y nada menos que por tres los escaños que tenían, es decir tres por tres, nueve, lo que ya metidos en harina matemática también ha supuesto dividir el voto españolista en perjuicio del PP y de ellos mismos.
 
…i baixent tots dos contents bo i fent-se l’amor.
De paraules gentils ells, se’n dicen a mils…
 
En Esquerra Republicana de Catalunya, de nuevo sin la “ñ” de España, no les digo más, están que se salen, como una botella de cava recién descorchada. Felices no, felicísimos están también los gosflautes de la Candidatura d’Unitat Popular (CUP) que, como son de izquierda antisistema y catalanista, no han dudado en incorporarse precisamente al órgano más característico del sistema que es el parlamento, donde se supone que darán recitales de ladridos y flauta dulce sobre el independentismo y la filosofía zen. Los de Iniciativa per Catalunya Verds, los comunistas del antiguo PSUC, también ríen y cantan, aunque ya les digo yo que trece es un número que trae mala suerte.
 
La Marieta encisera és una flor
que al venir la primavera dóna olor…
 
Y a la mala sort achaca Artur Más su debacle electoral, que no derrota, en la que CIU ha perdido doce escaños. Hay quien hace la lectura fácil del descalabro del proyecto soberanista olvidando que una cosa es que Más haya fracasado, lo que conviene al plançó de Puyol, y otra que el soberanismo haya decaído, lo que no ha ocurrido en modo alguno. De esta manera, asistiremos en los próximos días a la famosa escena del sofá entre Do Joan i la Senyora Inés pues, al fin y a la postre, CIU ha sido el partido que más escaños ha obtenido y sin duda podrá gobernar con una mayoría cómoda si logra cerrar un acuerdo con Esquerra Republicana y, de paso, con el resto de partidos separatistas que, en suma, son bastantes más que los españolistas.
 
Baixant de la Font del Gat
una noia, una noia,
baixant de la Font del Gat,
una noia i un soldat
 
Pregunteu-li com se diu:
Marieta, Marieta,
pregunteu-l com se diu:
Marieta de l’ull viu…
 
Y si no saben como acaba la sardana, pues yo se la canto:
 
…i la festa acabarà amb tota certesa
quan sigui portada a l’altar.
 
 
… i tots contents.




(Artículo publicado el 27 de noviembre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)

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martes, 20 de noviembre de 2012

Hojas de otoño




(Artículo publicado el 20 de noviembre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)


Reconozco que soy poco original cuando escribo que el otoño es la estación de la nostalgia, tal vez incluso me haya copiado a mí mismo, pues ya he escrito acerca del otoño en varias ocasiones. Les confieso que es una estación que me gusta a pesar de que en otoño la vida se retrae, los parques se llenan de hojas caídas y la luz es menos intensa, o tal vez por ello. Vuelve el otoño y con él algunas de sus tradiciones, antiguas y recientes. El Tenorio y Halloween han dado paso a un mes de noviembre extrañamente lluvioso. Tengo que remontarme mucho en la memoria para evocar tantos días seguidos de lluvia y de paraguas, para revivir esa sensación de humedad que impregna incluso las hojas de los libros.
Libros. Este año no ha habido esa feria tan otoñal del libro, nuevo o de ocasión. Tal vez se celebre más adelante pero mucho me temo que la crisis tampoco ha respetado a los libros. Que no haya feria del libro sería un error más, quien quiera que sea que lo cometa, en la desesperante política de ajustes y recortes. Una feria así es poco costosa, del mismo modo que un libro es un obsequio poco costoso que, sin embargo, encierra entre sus páginas algo de mucho valor: una historia, la sabiduría divulgada, un recuerdo, una muestra de afecto, un sueño. Desde hace algún tiempo tengo por fin un lector digital de libros, un ebook, cuya memoria almacena seis o siete mil títulos. No niego su utilidad, en ciertos viajes por ejemplo, pues me permite desplazarme sin necesidad de cargar la maleta con pesados libros, pero en la vida de cada día el ebook no ha logrado sustituir a los libros de carne y hueso, es decir, a los libros de papel, cartón y tinta.
Mientras que los seis o siete mil títulos que almacena el ebook guardan un ominoso silencio, los seis o siete mil volúmenes que rellenan cada hueco de mi biblioteca, cada rincón de mi casa, me saludan y me hablan cuando paso cerca de ellos. Alguno, que he leído varias veces, me tienta una vez más: ábreme de nuevo, me dice, léeme y recuerda, léeme y vive otra vez aquella aventura, siente la caricia de mis manos de papel biblia, el aroma de la piel vieja de mi cubierta, disfruta con el viejo grabado con el que ilustro la historia, y, luego, déjame en el estante, a la vista, para que te pueda saludar al paso y, quién sabe, para que sucumbas de nuevo a la tentación. El viejo libro pertenece a la generación casi perdida de los placeres sencillos, como el payaso.
Ha muerto Miliki, el payaso. Era más cosas, ya lo sé, pero sobre todas era payaso, tal vez el último de ellos. Ha habido y habrá payasos aficionados, los vemos cada día en la política, en la banca, en el trabajo cotidiano, en las cosas hiper serias y ultra sensatas de la vida, pero esas risas ácidas y las lágrimas amargas que nos provocan a los adultos nada tienen que ver con aquellas risas sencillas e inocentes y las lágrimas dulces que generaban en los niños los profesionales de la cara enharinada y la nariz de payaso. Observen cómo ningún niño se ríe con las gracias de los primeros, los payasos de la vida seria, y cómo ningún adulto ha dejado de sonreírse en sus adentros al recordar a Miliki. Con su muerte los adultos nos hemos hecho definitivamente adultos y los niños han perdido un cómplice para ser niños.
Tal vez sean las mayores víctimas de la crisis. Ellos no han tenido culpa de nada, no han solicitado préstamos por encima de sus posibilidades reales, no se han gastado el dinero en sueños imposibles, no han defraudado a Hacienda ni han dilapidado los recursos públicos en festivales y cabriolas políticas. Ellos no han malgastado su tiempo y no han sido ellos quienes han hipotecado su futuro. Hemos sido nosotros lo que hemos malgastado su tiempo y el nuestro, y sin embargo son los niños quienes pagan el precio más caro de la crisis y son ellos quienes lo seguirán pagando después de que nosotros nos hayamos ido. Alguien dijo una vez que “hay más de un modo de cometer infanticidios y uno de ellos es asesinar a la infancia sin asesinar al infante”, y ese alguien fue Chesterton.
Tal vez la solución de todo esto esté precisamente en los niños, de quienes el gordo y católico inglés escribió que no se cansan de lo que los rodea, de lo que es, porque siempre están dispuestos a situarse al comienzo de todo. En su libro Lo que está mal en el mundo, que ya he comentado en alguna ocasión, cuenta Chesterton una historia en la que explica a un tiempo el problema del mundo y su solución:
Hace poco algunos doctores, a quienes la ley permite dictar órdenes a sus más andrajosos conciudadanos, expidieron un decreto acerca de que debía cortarse el pelo a todas las niñas pobres. Alegaban que los padres viven amontonados de tal modo que no se puede permitir que las niñas tengan el pelo largo por temor a los piojos. Por consiguiente, los doctores propusieron abolir el pelo; nunca se les ocurrió abolir los piojos (…) Ahora bien, el objeto y propósito de estas últimas páginas es proclamar que debemos comenzar completamente de nuevo y por el otro extremo. Yo comienzo con el pelo de una niña. Todo lo demás puede ser malo, pero sé que esto cuando menos es bueno. Lo que se oponga a ello debe derrumbarse. Si el propietario y la ley están en contra del pelo de la niña, el propietario y la ley y la ciencia deben derrumbarse.
Con el pelo rojo de una chiquilla del arroyo yo incendiaré la civilización moderna…
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martes, 13 de noviembre de 2012

Martes y trece




(Artículo publicado un martes y trece, de noviembre de 2012, en el diario La Opinión de Murcia)


Dicen algunos que hoy es un día funesto, que en martes ni te cases ni te embarques y que trece fueron los comensales sentados a la Última Cena a quienes Leonardo da Vinci pintó junto a un salero volcado. Pero yo les digo que no, que no es así, que no existen los días funestos. Como hombre racional y de mi tiempo que soy, no creo en supersticiones ni en la mala o buena suerte, ni en casi nada que no haya comprobado antes personalmente.
Por eso no creo en la existencia del Japón, entre otras cosas porque no he estado nunca en él. Tengo la sospecha de que el Sushi y el Sashimi son inventos del algún cocinero gandul natural de algún sitio de por aquí cerca y que, al igual que J.K. Rowling hiciera con el universo de Harry Potter, Japón y su cultura, sus rascacielos y sus anuncios luminosos, el tren monorraíl y los jardines zen, el manga y el judo y hasta el índice Nikkei son inventos de alguien muy ingenioso, tanto que incluso me atrevo a afirmar que algunos aspectos de ese invento del Japón son realmente increíbles y desternillantes. No me explico cómo puede haber alguien que crea de verdad que las casas japonesas están hechas de papel de arroz, o que los jefes y los empleados en una empresa privada o en la Administración apenas se distingan entre sí por algo más que por su responsabilidad y no por su sueldo, su secretaria particular y su coche oficial. Además, ¿cómo pueden caber tantos millones de japoneses en unas islas tan pequeñitas? Vean el mapa si no me creen.
            Tampoco creo que Javier Bardem sea actor y mucho menos que sea un actor bueno o que Pedro Almodóvar sea director de cine, qué quieren que les diga, y ello por la sencilla razón de que jamás he visto a Almodóvar dirigir una película o a Bardem rodar una escena. Mucho me temo que esos no son más que viejos trucos publicitarios de quienes se quieren aprovechar de estas dos buenas personas. Por ejemplo, dicen de Bardem que es rico y  que vive en una mansión de cine, que está casado con Penélope Cruz y que tienen un hijo que fue traído al mundo en uno de los hospitales más caros y elitistas de mundo, además de sostenido por la comunidad judía, el Monte Sinaí de Nueva York. Nada, que no me lo creo, ya que analizado a la luz de la razón nada de ello resulta creíble. Para empezar, tengo mis dudas de que Estados Unidos exista, pues no he estado nunca en ese lugar, del mismo modo que no creo que exista Nueva York ni el hospital Monte Sinaí. Pero es que, aunque existieran esos lugares, Javier Bardem es un conocido antinorteamericano, además de militante anticapitalista y decidido defensor de la causa palestina, de manera que es imposible que sea rico y que viva en una fabulosa mansión en Madrid o que haya tenido su hijo en otro lugar que no sea el paritorio de su hospital de la seguridad social en Vallecas, en Vicálvaro, en el Pozo del Tío Raimundo o en otros lugares que sí existen. El invento, porque es un invento, está lleno de fallos. Y eso de que está casado con Penélope, a otro perro con ese hueso, pues yo no he sido testigo de boda alguna entre ambos personajes. Además, ahora que lo pienso es posible que ni Javier Bardem ni Penélope Glamour existan en realidad pues nunca he estado con ellos, ni he visto su certificado de nacimiento, ni he palpado evidencia alguna. Y de Pedro Almodóvar, qué quieren que les diga, cómo va a resultar creíble que Penélope gritara su nombre en la noche de los Oscar si Penélope no existe y, a buen seguro, Pedro Almodóvar tampoco.
            Como dice un conocido anuncio publicitario, yo no soy tonto. Nunca he visto un ornitorrinco y por tanto no creo en su existencia, de manera que cómo quieren ustedes, mis queridos lectores si es que existen, que crea en supersticiones como la del martes y trece. Tampoco creo que derramar la sal de un salero, abrir un paraguas en casa, dejar el sombrero sobre la cama, recoger del suelo unas tijeras caídas, que se cruce un gato negro en tu camino o que te levantes de la cama con el pie izquierdo sean cosas que traigan mala suerte, ni que tirar una moneda a un pozo, tocar la joroba a un jorobado, cruzar los dedos, poner una escoba al revés detrás de la puerta, llevar una pata de conejo, tirar arroz a los novios en las bodas o que te zumben los oídos la traigan buena. Ahora bien, pudiera ocurrir que a pesar de todo Nueva York exista y que Bardem sea actor de cine y Almodóvar director de celuloide. Por eso lo mejor es no tentar al destino y, del mismo modo en que jamás se me ocurrirá pasar por debajo de una escalera, tampoco veré nunca una película de Bardem o de Almodóvar.
            Por si las moscas.
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martes, 6 de noviembre de 2012

Hacia un mundo nuevo que, en realidad, es el viejo mundo




(Artículo publicado el 6 de noviembre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)



¿Qué es el distributismo?, pregunto.
Comprendo el desasosiego de mi querido lector Malasombra cuando, dejando delicadamente en el plato su tostada con aceite y ajo restregado, haya pasado la página de este mismo periódico dispuesto a martirizarse con la lectura de mi artículo y, tras el prometedor título, se haya encontrado con esta pregunta. Luego le echará la culpa al ajo. También comprendo que no es para menos, pues todas las palabras que acaban en –ismo son altamente preocupantes. Capitalismo, fundamentalismo, socialismo, comunismo, feminismo, machismo, catolicismo, ateísmo y un largo etcétera, son conceptos que antes o después nos alteran el pulso. No, no se me escandalicen los católicos militantes por la inclusión del catolicismo en esta relación, pues el propio Jesús nos dice en el Evangelio (Mat. 10-34) que no ha venido a traer paz a la tierra, sino espada.
            Estamos sumidos en la madre de todas las crisis, una crisis que no ha empezado ahora con la quiebra del sistema capitalista, sino que empezó hace algún tiempo cuando se hizo añicos el sistema aparentemente opuesto, el socialismo. Pero ocurre que ambos sistemas no sólo no eran opuestos sino que formaban parte de una misma realidad, la concentración del poder en manos de unos pocos. Mientras el capitalismo había tendido a concentrar la propiedad y el poder económico en manos de unas pocas corporaciones manejadas a su vez por unos pocos, el socialismo hizo lo propio en manos del Estado, que era manejado por la élites de poder, es decir por otros pocos. En ambos casos fueron excluidos los mecanismos de limitación del poder, la justicia y la democracia real, y en ambos casos el individuo quedó reducido a una posición de servilismo cuando no de auténtico esclavismo. La concentración del capital, de la propiedad y del poder, sea en el sistema capitalista, sea en el socialista, tuvo siempre como consecuencia el empobrecimiento del individuo y de las familias.
Una vez que ha ocurrido todo esto, los esfuerzos del poder político ―que, no lo olvidemos, gravitan sobre la sociedad en su conjunto y sobre el individuo en particular―, han estado orientados a la recuperación del mismo escenario que había quebrado: más ayudas económicas al sistema financiero, según los unos, o más recursos destinados al estado de bienestar, según los otros. Por su parte, la reacción de la sociedad civil apenas ha quedado plasmada en una estéril y menguante llamada a la indignación: Indignez vous!
            Frente a todo ello, la vieja teoría del distributismo, formulada por G.K. Chesterton  y por Hillaire Belloc y presente en la literatura de autores católicos de principios del siglo pasado como J.R.R.Tolkien (es el sistema de La Comarca hobbit), recupera su vigencia. El distributismo no es más que un sistema, tal vez ni siquiera sea un sistema, basado en el humanismo liberal y en la doctrina de la justicia distributiva acuñada por la Iglesia Católica, y esencialmente recogido por Benedicto XVI en su encíclica Caritas in Veritate como economía alternativa. En palabras de John Médaille, profesor de Teología de la Universidad de Dallas y autor de Toward a Truly Free Market: A Distributist Perspective on the Role of Government, Taxes, Health Care, Deficits, and More, el distributismo busca construir “una sociedad de hombres y mujeres propietarios libres, conscientes de sus derechos y con los medios para defenderse contra las tendencias centralizadoras tanto del Estado como de las corporaciones”. En general, una sociedad distributiva requiere de un gobierno más pequeño, de un sector público más reducido cuyos poderes se distribuyen racionalmente entre todos los niveles de la sociedad. Una sociedad distributiva se articula en formas diversas, desde la pequeña propiedad individual hasta la comunal, pasando por la propiedad cooperativa, tal vez el ejemplo tangible más exitoso. El distributismo se asienta en dos principios: por un lado, en el de subsidiariedad, de tal suerte que las decisiones radican en el nivel organizativo más simple, en la familia, y únicamente cuando ésta se ve desbordada actúa el nivel organizativo superior; por otro, en el principio de solidaridad, que exige que las decisiones tengan siempre en cuenta a los miembros más débiles y vulnerables de la sociedad.
            Hay quien tacha de utópico al distributismo y quien lo señala como un ejercicio de buenismo o de ingenuidad, pero lo cierto es que los mayores cambios ocurridos en el mundo, los cambios que han dejado la huella más profunda, lo han hecho de manera ingenua y en algún caso, como el cristianismo, con la ingenuidad de un niño. Aferrados a Keynes y a Hayeck, harán mal los banqueros conservadores y los revolucionarios progresistas en despreciar los sistemas alternativos. Sabemos desde dónde hemos entrado al túnel, precisamente de la mano de estos dos insignes economistas, pero no sabemos ni cuándo saldremos de él ni cuál será el paisaje que vislumbremos a su término. Tal vez el mundo nuevo al que nos dirigimos no sea más que el viejo mundo de ayer.
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martes, 30 de octubre de 2012

La muerte de un librero


(Artículo publicado el 30 de octubre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)


De ser otras las circunstancias, la muerte de un librero a finales de octubre no sería más que una coincidencia macabra porque el otoño es, además de tiempo de difuntos, tiempo de libros. Pero en esta ocasión la muerte ha sido especialmente cruel.
El suicidio de José Miguel Domingo, un modesto librero del barrio granadino de La Chana, ocurrió poco antes de que los agentes judiciales auxiliados por la Policía procedieran a ejecutar el desahucio de la humilde vivienda que habitaba, justo encima de la librería. Durante la Gran Depresión de 1929 también hubo suicidios pero, sobre todo al comienzo, se trató en su mayoría de financieros y banqueros arruinados que se lanzaban al vacío desde las azoteas cercanas a Wall Street. Luego les siguieron muchos otros ciudadanos desesperados, incapaces de afrontar el hambre y la pérdida de los bienes más indispensables, como el empleo, la casa o los muebles. En esta crisis no ha habido suicidios de banqueros arruinados, entre otras razones porque el Estado y los poderes públicos han acudido en ayuda del sistema financiero, en tanto que los gestores del sistema se habían protegido con indemnizaciones millonarias. En España la ola suicida se ha centrado en la más modesta de las clases medias, en la de los trabajadores autónomos y pequeños empresarios, propietarios de pequeños negocios de barrio que han visto como se derrumbaba el sueño de toda una vida.
                Aquellos de mis lectores que acostumbran a sonreír con mis artículos habrán de perdonarme porque esta vez no haya escrito un artículo divertido. Todos sabemos que a nuestro alrededor está sucediendo un tremendo drama humano en el que cinco millones y medio de personas están sin empleo y centenares de miles de familias tienen en el paro a todos sus miembros. Una enorme parte de la población española vive, o malvive, por debajo del umbral de la pobreza y los comedores sociales no dan abasto. A diario se ejecutan en España más de trescientos cincuenta desahucios por falta de pago, lo que supone que muchas familias que lo habían perdido casi todo, han perdido también su hogar. Pero claro, esto de las cifras ―y les aseguro que las hay mucho peores, que ustedes conocen tanto como yo―, es algo más bien frío y distante, pues el simple dato estadístico o demográfico no otorga a los afectados caras y rasgos físicos que podamos identificar.
En los campos de concentración, y no solo en los nazis, el prisionero no tenía nombre ni apellidos. Tan sólo llevaba un número tatuado en el brazo o cosido en la espalda de la chaquetilla, en aplicación extrema de la antigua técnica carcelaria consistente en privar de identidad y, por tanto, de rasgos humanos al prisionero. Si ustedes visitan en Internet la página DÖW.at del Centro de Documentación de la Resistencia Austríaca (Dokumentatiosarchiv des Österreichischen Widerstandes) podrán ver que hay una base de datos de los más de sesenta y tres mil judíos austríacos que fueron víctimas del nazismo. En la base de datos hay una sección titulada Nicht mehr anonym que contiene 4.600 fotografías procedentes de los archivos de la Gestapo, destinadas entre otras cosas a dotar de rasgos humanos, de caras, a humanizar en definitiva, a las víctimas anónimas del nazismo.
Lo que ha ocurrido con la muerte por suicidio del librero de Granada ha sido que, de pronto, el dato frío y anónimo de una víctima más de la crisis se ha perfilado en la cara de un hombre de cincuenta y tres años, de expresión bondadosa, que coge del hombro a un amigo mientras sostiene en la mano un quinto de cerveza. Es el librero del barrio de la Chana, el que lleva más de treinta años vendiendo libros a sus parroquianos y libretas a los escolares, y revistas a las amas de casa, y el diario deportivo de los lunes al hincha de turno, y chucherías a los niños, porque esa librería-papelería de barrio es, como todas las librerías de barrio, un poco tienda de todo. Es un hombre corriente, como usted y como yo, como tantos a los que saludamos cada día cuando vamos o venimos del trabajo. Pero José Miguel Domingo no volverá a vender libros, revistas o lápices de colores. Iba a ser desahuciado de su casa humilde, el piso de encima de la librería, y perdió la esperanza y con ella las ganas de seguir luchando. La muerte de José Domingo le ha puesto cara al drama que cada día sufren cientos de personas, que, de otra forma, seguiría siendo un drama anónimo de esos que apenas encuentran eco en las páginas de los periódicos o en los informativos de televisión.
Todos los días cientos de familias son desahuciadas de sus viviendas pero el dato estadístico apenas nos conmueve y, salvo unos pocos, seguimos mirando hacia otro lado. La culpa la tiene el sistema, decimos. Sólo cuando hemos visto la cara sonriente de José Miguel y la modesta fachada de su kiosco de libros, nos hemos dado cuenta de que el dato frío y estadístico alzaba en su mano un quinto de cerveza, exactamente como usted y como yo.
Mientras tanto, impertérrito, el sistema sigue su camino.
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martes, 23 de octubre de 2012

Cosas confusas, sapos e bruxas




(Artículo publicado el 23 de octubre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)



Antes de que mi buen amigo Ismael Galiana, gallego y gaiteiro de pro, me castigue con cien horas seguidas de gaita, les diré que el título de este artículo no es un error sino una licencia que me he tomado con el primer verso del famoso conjuro que se recita al preparar la queimada. Ya sé que el conjuro no comienza así, sino con la invocación a “mouchos, coruxas, sapos e bruxas,” esto es a búhos, a lechuzas, a sapos y a brujas, cuya presencia junto a la de demos, trasgos, diaños, corvos, pintigas e meigas (demonios, trasgos, diablos, cuervos, salamandras y meigas) garantiza que “cando esta queimada baixe polas noas gorxas, quedaremos libres dos males da nosa alma e de todo embruxamento” lo cual, aunque sea preciso traducirlo, quiere decir exactamente eso, que “cuando esta queimada baje por nuestra gargantas, quedaremos libres de los males de nuestra alma y de todo embrujamiento”.
            Esta digresión sobre el conjuro gallego viene a cuento, querido lector Malasombra, que ya has empezado a echar sapos e bruxas por tu boquita de piñón, por dos razones. Una, porque nos acercamos al Día de Difuntos o a la Noche de Halloween, como prefieran, de manera que el espíritu se nos va llenando poco a poco de miedos y temblores más o menos comerciales y sugeridos. La otra es lo que ha ocurrido este fin de semana otoñal en las tierras brumosas del norte de España, cuando vascos y gallegos se han acercado a las urnas para elegir a sus diputados regionales y, como consecuencia de ello, a los dirigentes que los han de gobernar en los próximos tiempos. En Galicia ha ganado el PP de Feijóo y de Rajoy, por este orden, y se han desplomado el PSOE de Rubalcaba y Vázquez, por este otro, y el BNG que fue de ese energúmeno llamado Beiras. Al mismo tiempo, en el País Vasco han ganado el PNV nacionalista y la BILDU separatista, mientras que se han desmoronado el PSOE de Patxi López y el PP de Antonio Basagoiti. Cosas confusas, decía yo en el título de este artículo, sapos e bruxas.
Porque, miren ustedes, cuando se afirma que en Galicia ha ganado el PP, unos dicen que lo ha hecho Feijóo a pesar de Rajoy y otros que gracias a él. También hay quien opina que, debido a la fuerte abstención, no ha ganado ni el uno ni el otro, sino que han perdido los socialistas por el efecto retroactivo de un señor llamado Zapatero, y los nacionalistas por los conxuros disparatados del tal Beiras. Hay quien dice que la alta abstención debida al desencanto de la izquierda se ha cebado en el PSOE, en tanto que otros opinan que la abstención debida a las lluvias ha perjudicado al partido más votado, esto es al PP. Por otro lado, el contundente resultado de las urnas, lejos de apaciguar a la izquierda nacionalista, valga la redundancia, he llevado a Beiras, ese energúmeno, a prometer mil y una manifestaciones más, más nutridas todavía de exaltados aún más vociferantes. Mientras, en el PSOE suenan tambores de guerra y ya hay quien pide abiertamente la dimisión de Rubalcaba en tanto que en el PP hay quien ve en Feijóo al delfín de Rajoy, ciertamente ambas cosas de forma prematura, pues ni se va Rubalcaba ni se irá  Rajoy.
Y en el País Vasco, ese país, qué quieren que les diga. Allí hay menos cosas confusas y más sapos y bruxas. En las vecinas cuevas de Zugarramurdi, en la frontera franconavarra del Bidasoa, las hogueras del akelarre de medianoche han incinerado las esperanzas españolistas. Nacionalistas y separatistas suman hoy dos tercios del Parlamento de Vitoria. Y lo terrible de esto es que esa mayoría aplastante ha sido posible gracias a la insensatez suicida del PSOE y a los complejos pacatos del PP. Qué lejos quedan aquellos tiempos de Jaime Mayor Oreja, de Carlos Iturgáiz y de  María San Gil, en los que España era un valor defendible y defendido en el País Vasco aún a costa de la sangre de muchos vascos que se sentían españoles. En la misma noche electoral hemos escuchado a algún cretino decir que estas elecciones han sido las primeras en las que se ha votado sin la amenaza del terrorismo, como si la propia presencia de BILDU a pie de las urnas, en el Parlamento y en las instituciones vascas no fuera la prueba del nueve de quién venció finalmente en la batalla contra el terror. Y no, querido lector, siento decirte que no fueron la Ley ni el Estado de Derecho. El terror sigue allí, dispuesto a pactar con quien sea para conseguir sus fines, pero también con la pistola cargada por si fallan los pactos.  Tengo escrito en algún sitio, o tal vez no, que la paz firmada con el terror batasuno recuerda mucho al apaciguamiento frente al belicismo de Hitler que Chamberlain se trajo de Berlín y que llevó a Churchill a lanzar en el Parlamento británico su terrible pronóstico: “Por evitar la guerra habéis preferido el deshonor. Pues bien, ya tenéis el deshonor. Después tendréis la guerra”.
            Que por qué les cuento todo esto, pues porque como Chesterton escribió en su ensayo Patriotism and Sport, del libro All Things Considered, “supongo que a todo aquel que ignore tan evidentes hechos le interesará saberlos”.
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martes, 16 de octubre de 2012

Batracomiomaquia




(Artículo publicado el 16 de octubre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)


Esta palabrota, absolutamente desconocida para las víctimas de la LOGSE, significa Guerra entre Ranas y Ratones y es el título de una parodia sobre La Ilíada que bien pudo escribir el propio Homero. El Rey Rana había invitado a un ratón a su casa pero al cruzar el lago nadando con él a sus espaldas se vio atacado por una serpiente acuática y, olvidándose del ratón, se sumergió en las aguas y el roedor se ahogó. Por este motivo los ratones se enzarzaron en una guerra con las ranas que acabó, tras la intervención de Zeus, como el rosario de la aurora. La palabra “batracomiomaquia” (en alemán, en un más difícil todavía,  se dice froschmäusekrieg) también se emplea para definir una disputa absurda y sin sentido.
            Hoy, dos mil ochocientos años después, que se dice pronto, las cosas están como estaban al borde del estanque homérico. Ranas y ratones, ratones y ranas, indispuestos y descompuestos, enredados unos contra otros. No había más que ver el triste desfile del día de la Fiesta Nacional o, como se dice por aquí, Fiesta de qué, Nacional de acuálo: Independencia sí, independencia no, república federal sí, república federal no, Infanta sí, Infanta no, españolizar sí, españolizar no, pitos sí, pitos no. Y mientras tanto, la casa sin barrer.
            A mí, esto me entristece un poco. En cambio, a Ignatius, mi asesor en sapos, ranas y culebras, le divierte enormemente.
            ―Esto de la batracomiomaquia es muy español ―me decía Ignatius―, tanto como las discusiones sobre galgos y podencos, los diálogos entre sordos y los brindis al sol, también llamados brindis a Cartagena. Justo ahora, en mitad de la crisis, cuando otros países están en la tarea de remontarla con el esfuerzo conjunto de todos sus paisanos, es cuando los españoles os ponéis a discutir sobre la soberanía catalana y la vasca, la necesidad de españolizar a los alumnos catalanes o el desplazamiento de las Infantas de la Tribunal Real, una al ostracismo y la otra, aún peor, a ver el desfile junto a Rubalcaba, como si todo ello fuera a resolver la crisis. Pensáis que un sacrificio es tanto más heroico, cuanto más inútil y prescindible.
            ―Pero Ignatius ―le repliqué― es que esos problemas de los que hablas son reales. En Cataluña existe una fuerte corriente soberanista, como ocurre en Escocia, en Flandes o en la Padania…
            ―¡Alto ahí! Ni se te ocurra comparar Escocia con Cataluña, ni el whisky con el cava. En Escocia no hay sentimientos antibritánicos, sino anglófobos, que es distinto, pues la rivalidad de Escocia no es con el Reino Unido sino con Inglaterra. Por eso la bandera del Reino Unido, la célebre Union Jack, ondea en todos los edificios públicos de Edimburgo, cosa que no ocurre aquí con la bandera española. Si San Jorge, San Andrés y San Patricio levantaran la cabeza…
            ―Bueno, pero no me negarás que en el caso de Flandes…
            ―Quien debiera preocuparse por Flandes no eres tú ―me interrumpió― , sino Andalucía y España misma, pues has de saber que en Flandes no es que se cante sino que se habla el flamenco y de ahí a prohijar al Camarón de la Isla, a Diego El Cigala, a Juan Mojama o a Capullo de Jerez y hacerlos belgas solo hay un paso…
            ―No digas disparates, Ignatius, el flamenco que hablan en Flandes y el flamenco que se canta en toda España son dos cosas diferentes…
             ―¡Calla! Ya estoy viendo anunciado con letras de neón en el Koninklijke Muntschouwburg (Teatro Real de la Moneda de Bruselas) “Hoy canta Perlita Van Huelva” o “Recital flamenco de Porrina de Antwerpen”. Los nacionalistas son insaciables. Lo tendrán difícil para traducir al neerlandés, que es como también llaman al flamenco, los nombres de Juan Martín El Cabogatero, La Paquera de Jerez o La Repompa de Málaga, pero dentro de poco compartirán cartel con Van Dyck El Mastriqueño, El Maneken-Pis de la Puebla, los famosos Brueghel el Viejo y Brueghel el Joven, y Stefaan De Clerck El Niño de Kortrijk
            Dejé a Ignatius cantado por tientos y me fui otra vez a merendar.
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martes, 9 de octubre de 2012

El Cuestionario Proust




(Artículo publicado el 9 de octubre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)


Con el fin de protegerme del efecto combinado del fútbol y la política, y perdonen ustedes la redundancia, he pedido a Ignatius, ya saben, mi asesor en materia de repúblicas federales, que rellene el Cuestionario Proust. Pero antes les diré algo sobre el autor de À la recherche du temps perdu y su famoso cuestionario, del que a pesar de llevar su nombre no fue el autor sino tan solo el primer personaje famoso que lo contestó. Marcel Proust tampoco inventó la magdalena, y, sin embargo, la más famosa de todas ellas salió de su pluma cuando Charles Swann, el protagonista de su obra, revive los tiempos perdidos de la infancia mientras moja una magdalena en su taza de té. El cuestionario lo encontró Proust entre los papeles de una amiga suya y lo contestó en varias ocasiones a lo largo de su vida. Varios periodistas lo han usado para entrevistar a sus invitados, entre ellos James Lipton en su famoso programa de televisión Inside the Actor´s Studio quien equivocadamente atribuyó su autoría al escritor francés. También la revista Vanity Fair lo usó en numerosas ocasiones para entrevistar a celebridades.
            Bien, pues allá va el cuestionario y, lo que es peor, las respuestas de Ignatius:
            1. ¿Cuáles son los principales rasgos de su carácter? Extremadamente inteligente, muy comedido y ejemplarmente humilde.
            2. ¿Qué cualidad aprecia más en un hombre? Que se tire pedos y que masque chicle al mismo tiempo, algo que no podía hacer Richard Nixon, creo recordar.
            3. ¿Qué cualidad aprecia más en una mujer? Que juegue al dominó sin hacer señas ni trampas.
            4. ¿Qué es lo que más aprecia de sus amigos? Su frigorífico
            5. ¿Cuál es su principal defecto? No tengo. Bueno, tal vez que no vuelo.
            6. ¿Cuál es su ocupación favorita? Como saben muy bien mis vecinos, tocar la trompeta durante horas.
            7. ¿Cuál es su ideal de la felicidad? Darme un chapuzón en el estanque de chocolate de Willy Wonka en compañía de los Oompa-Loompas.
            8. ¿Cuál sería para usted la mayor desgracia? Que el estanque de chocolate estuviera vacío.
            9. ¿Qué le gustaría ser? Hablando con toda la humildad, si no fuera Ignatius me gustaría ser Ignatius, y si ya lo fuera, como me ocurre, me gustaría ser un elefante. Viviría pegado a una trompeta y la estaría tocando a todas horas.
            10. ¿Dónde le gustaría vivir? ¿Si fuera elefante, dices? Lejos de Don Juan Carlos. Y si fuera Ignatius, donde vivo, en tu casa y en tu sillón favorito.
            11. ¿Cuál es su color favorito? El verde, es el más comestible de los colores.
            12. Cuál es la flor que más le gusta? La coliflor y la alcachofa, por lo mismo que el color verde.
            13. ¿Cuál es el pájaro que más le gusta? No me gusta lo que insinúas.
            14. ¿Quién es su autor favorito en prosa? Sin duda, Graham Bell. Escribió Guía Telefónica de Nueva Orleans, una novela algo pesada con una enorme variedad de personajes.
            15. ¿Y en poesía? ¡Ah, en poesía…! Artur More es uno de mis favoritos ¿Has leído el poema “Artur President amb Catalunya Independent”, de Cuadernos para un Suicidio? Te lo recomiendo.
            16. ¿Cuál es su héroe de ficción favorito? Sin dudarlo, Mariano Mariánez, ese funcionario que, tras muchas aventuras, logra llegar siempre a final de mes.
            17. ¿Y su heroína? Son dos: la Santa Monja Rosvita, aquella mujer excepcional que iluminó las horas oscuras del medioevo, y la santa esposa de Mariano Mariánez, el Superfuncionario Cósmico.
            18. ¿Cuál es su compositor musical favorito? Yo mismo, te lo digo humildemente. Déjame que coja mi trompeta…
            19. ¿ Y el pintor? Doña Cecilia Giménez, la del Ecce Homo de Borja… Es como la santa Monja Rosvita pero con paleta y pinceles.
            20. ¿Cuál es su héroe de la vida real? Hay muchos, es muy difícil escoger entre Paul Hunn, autor del eructo más ruidoso del mundo, o Kevin Shelley, quien fue capaz de romper con la cabeza cuarenta y seis retretes en un minuto, o el incomparable Donald Gorske, que es el hombre que más hamburguesas ha consumido, o Ashrita Furman, que fue capaz de recorrer 1.668 metros con un taco de billar en equilibrio sobre la barbilla, o Monsieur Mangetout, que consiguió comerse dieciocho bicicletas y una avioneta, o José Luis Rodríguez Zapatero, que consiguió…
            21. ¿Cuál es su nombre favorito? El de un niño mejicano a quien por empeño de su abuelo bautizaron como Brhadaranyakopanishadvivekachudamani Erreh Muñoz, de los Muñoces de toda la vida.
            22. ¿Cuál es el hábito ajeno que menos soporta? El trabajo.
            23. ¿Qué es lo que más odia? Al parecer, lo que Más odia es España,.
            24. ¿Cuál es el personaje histórico que menos le gusta? Sin lugar a dudas Henry Ford, que intentó cargarse la siesta española, aunque afortunadamente sólo lo consiguió en los países más desarrollados.
            25. ¿Un hecho de armas que admire? La Guerra de las Galaxias, creo recordar.
            26. ¿Qué don de la naturaleza le gustaría poseer? La capacidad felina de dormir todo el día.
            27. ¿Cómo le gustaría morir? Antecedido por todos.
            28. ¿Cuál es su estado habitual de ánimo? Animoso y alegre, aunque desfallecido de hambre.
            29. ¿Qué defectos les inspiran más indulgencia? La aerofagia y la calvicie.
            30. ¿Cuál es su lema? Dios es amor, el amor es ciego, Ray Charles era ciego, luego Ray Charles era Dios.

            Lo que les dije.
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