martes, 31 de enero de 2012

La crisis y yo





(Artículo publicado el 31 de enero de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)




Epícteto, un filosofo griego de la escuela estoica, fue autor de numerosas frases de las que abundan los libros de citas. Una de las más conocidas podría ser de Chesterton, pero no lo es: "Lo más insufrible para el hombre razonable es lo que carece de razón". Otra frase fue usada casi dos mil años después por alguien que llegó a ser mucho más conocido que Epícteto, razón por la cual la frase ha sido comúnmente atribuida a aquél en vez de serlo a éste último. Es como si Cristiano Ronaldo, un suponer, mirándonos fijamente a través de la cámara en el anuncio de calzoncillos de Calvin Klein, nos hubiera dicho que la belleza del cuerpo es un viajero que pasa, pero que la del alma es un amigo que queda. Sin lugar a dudas, en este mundo de luces de neón, tuitis y tuentis, Cristiano sería recordado por esa frase mucho más que su verdadero autor, un tal Saavedra Fajardo. Eso si lográramos sobrevivir a la impresión.


La frase de Epícteto a la que me refiero era la siguiente: “No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo", pero fue Franklin Delano Roosevelt quien la popularizó, al menos en parte, en uno de aquellos discursos con los que consiguió movilizar a los norteamericanos ante la crisis económica desatada por el crack financiero de octubre de 1929. Fue en el discurso que pronunció el 4 de marzo de 1933, en su toma de posesión como presidente de los Estados Unidos: “De lo único de que debemos sentir temor, es del temor mismo, del miedo anónimo irracional y sin sentido que paraliza todos los esfuerzos que son necesarios para convertir el retroceso en una marcha hacia adelante…” En otra ocasión, en uno de los programas de radio que fueron bautizados como Fireside Chats, o “Charlas junto a la chimenea”, Roosevelt, dirigiéndose a cada ahorrador norteamericano, afirmó que era “más seguro mantener su dinero en un banco reabierto que bajo el colchón”. En el marco de lo que se llamó el New Deal (el “Nuevo Acuerdo”, en referencia a toda la sociedad norteamericana, individuos, instituciones y poderes) Roosevelt adoptó muchas medidas de gobierno para afrontar la crisis, entre ellas, la renegociación de la deuda agrícola que afectaba a más de treinta millones de agricultores norteamericanos, así como un fortísimo incremento de la inversión pública que permitió construir carreteras, ferrocarriles, presas y gigantescas obras de regulación hidráulica. Llegado aquí, desearía no tener que recordar que, en un caricaturesco intento de emular aquellas medidas en España y en nuestro tiempo, el gobierno socialista se inventó el llamado Plan E o Plan Zapatero, cuya dotación fue empleada en la ejecución de obras menores en los municipios españoles, muchas de ellas innecesarias y hasta esperpénticas.


Dije antes que con sus discursos políticos Roosevelt logró movilizar a los norteamericanos. Me corrijo. Lo que consiguió fue movilizar a cada norteamericano. Quiero llamar la atención sobre este detalle porque en España, hoy y aquí, tal vez sea eso lo que nos falte: un mensaje personal en el que se nos diga, no lo que pueden hacer el gobierno y las instituciones, sino lo que puedo hacer yo o lo que puedes hacer tú, más allá de aguantar las consecuencias de la crisis. Tenemos la agenda llena de megasoluciones y de fórmulas magistrales: sabemos ya que tenemos que reducir el déficit público hasta el 4,4 por ciento antes de final de año y que ello nos obliga a hacer grandes recortes en el gasto público; sabemos también que hemos de flexibilizar el mercado de trabajo y que debemos incrementar la productividad de las empresas; sabemos que hay que aumentar los ingresos mediante la ingeniosa técnica de subir los impuestos y que ya nos han subido el IRPF en lo que el diario apologético de esa gran novedad llamada Rubalcaba ha calificado como la segunda mayor subida de impuestos de la historia, omitiendo claro está que la primera la hizo Zapatero en el 2009, con Rubalcaba el Justiciero de vicepresidente; e, incluso, tal vez haya que aplicar la tasa Tobin a las transacciones financieras, sea lo que sea eso de la tasa Tobin. Todo esto y mucho más lo sabemos porque nos lo explican cada vez que abrimos un periódico, escuchamos la radio o vemos la televisión. Pero nada de eso está en la mano del ciudadano común, de cada individuo, de cada uno de nosotros. Sigue haciendo falta que alguien se siente a conversar al pie de la chimenea con cada uno de quienes estamos angustiados por la crisis, alguien que nos dé aliento y un buen consejo, que nos diga qué podemos hacer nosotros por España, pues ya sabemos lo que España se dispone a hacer con todos nosotros.


.

martes, 24 de enero de 2012

La tabla




(Artículo publicado el 24 de enero de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)




La otra tarde, tarde invernal de lluvia y mesa camilla, me puse a ordenar la información de más o menos interés que almaceno en el disco duro de mi ordenador portátil. Ocurre con el ordenador lo que con los cajones de la mesa y del armario que hay en lo que tal vez sea el gabinete más pequeño del mundo, el mío, que sea cual sea su capacidad tienden indefectiblemente a estar llenos de cosas de muy dudosa utilidad pero de gran interés arqueológico. Por ejemplo, en el cajón del centro guardo la pequeña colección de mis multas de tráfico debidamente pagadas, entre las que hay una de 1974 que debió ser la primera o la segunda. Junto a ellas, duermen el sueño de los justos varios ejemplares de teléfonos móviles en desuso y un pequeño sello de lacrar con mis iniciales. Otra bonita e inútil colección es la compuesta por todos los porta-tarjetas, realmente no sé como llamar a esos sobrecitos de plástico transparente que se prenden en la solapa con un imperdible o una pinza, y que han servido para que en los muchos congresos y reuniones a los que he asistido mis colegas extranjeros supieran que yo era de Murcia, por ejemplo, sin saber qué cosa era Murcia exactamente. En otro cajón guardo objetos de escritorio muy variados y originales, como seis mini-grapadoras para las que hace años que no existen grapas de su tamaño, varios tipos de sacapuntas, entre ellos uno para lápices de carpintero, y llaveros, muchos llaveros con sus llaves, de las que he olvidado qué cerradura abren. El libro de familia se confunde con el de calificaciones escolares, también de tapas de tela azul, en el que constan escritas con tinta indeleble –qué afán porque perdure lo fútil- las notas que obtuve en el examen de ingreso y en la reválida de cuarto, ambos del plan del 56. Hay también restos orgánicos, pero no se asusten ni hagan muecas de asco, pues están debidamente momificados: una bolsita de caramelos de Hellín con el escudo de la Región de Murcia y la leyenda Consejo de Gobierno con los que, en tiempos, obsequiábamos a los niños que visitaban San Esteban; un chicle Bazooka de aquéllos redondos y de tres pisos, envuelto en su papel de plata, que ya estaba fosilizado cuando lo guardé; y una auténtica bolsa de pipas de peseta del extinto kiosco de Santo Domingo, el del sordo, a quien gastábamos la broma de pedirle “una tralarí… de pipas”, a lo que siempre nos contestaba algo amostazado “¿Una bolsa de qué…?”


Pero es en el disco duro del ordenador, que yo creí que me ayudaría a resolver ese problema de la mezcolanza de recuerdos y de informaciones que padezco, donde el desorden es mayor. Escritos inacabados, artículos de prensa que en su día me resultaron interesantes y que corté y pegué en un folio virtual guardado como fuente de inspiración futura, fotos e ilustraciones que cada vez que las veo me sugieren una cosa diferente de aquélla por cuya razón las guardé en no se sabe qué carpeta, y todo ello convenientemente oculto en un extraño y caótico sistema de archivos de mi invención que impide que los encuentre cuando los busco y que me los brinda con una sonrisa cruel cuando lo que busco es otra cosa.


Bueno pues entre las cosas que han asomado mientras buscaba una información concreta sobre… lo que fuera, que ya no me acuerdo, ha sido esta curiosa tabla para construir intervenciones, respuestas y pequeños discursos que lo mismo valen para un roto que para un descosido y que sirven, incluso, para cuando uno no sabe de qué va la cosa. Se coge una frase de la primera columna y se enlaza con otra de la segunda escogida al azar, otra de la tercera y otra de la cuarta, y ya verán cómo les sale un pensamiento como los que habrán escuchado muy a menudo por la tele a los políticos. Hagan la prueba y, si les gusta, preséntense a las próximas elecciones o triunfen ante su jefe. Ánimo, muchos lo han conseguido.




























































Columna 1


Columna 2


Columna 3


Columna 4


Queridos colegas,


la ejecución de este proyecto


nos obliga al análisis


de nuestras opciones de desarrollo en el futuro.


Por otro lado,


la complejidad de los estudios efectuados


cumple un papel esencial en la formulación


de nuestras metas financieras y administrativas.


No podemos olvidar que


la actual estructura de organización


ayuda a la preparación y a la estructuración


de las actitudes y de las atribuciones de dirección.


Del mismo modo,


el nuevo modelo estructural aquí mostrado


contribuye a la correcta determinación


de las nuevas proposiciones.


La practica demuestra que


el desarrollo de formas distintas de actuar


asume importantes posiciones en la definición


de las opciones básicas para el éxito del programa.


Nunca está de más insistir que


la constante divulgación de las informaciones


facilita la definición


de nuestro sistema de formación de cuadros.


La experiencia demuestra que


la consolidación de las estructuras


perjudica a la percepción de la importancia


de las condiciones apropiadas para los negocios.


Es fundamental resaltar que


el análisis de los diversos resultados


ofrece una buena oportunidad de verificación


de los índices pretendidos.


El incentivo al avance tecnológico, así como


al inicio del programa de formación de aptitudes


acarrea un proceso de reformulación


de las formas de actuar.


Así mismo,


la expansión de nuestras actividades


exige precisión y definición


de los conceptos de participación general.


.

jueves, 19 de enero de 2012

Fraga en el cielo













Aclaración: Estas rimas no son un poema propiamente dicho, entre otras cosas porque no soy poeta ni se escribir poesía, sino una respuesta trovera a mi amigo Marcos Salvador Romera, el auténtico y genuino Niño Versor, con quien imprudente pero amigablemente me mido de vez en cuando. El tema de la escaramuza trovera era, como podréis deducir, si Fraga estaba en el cielo.



Que Fraga anda en el cielo
dalo ya por cosa hecha,
pues vio cumplido su anhelo
de un gobierno de derecha

De una derecha cabal,
moderna y civilizada,
la mayoría natural,
el viejo sueño de Fraga

En mucho ha sido ejemplar,
en todo, persona honesta,
siempre le gustó mandar
y hacer queimada gallega.

Descanse en paz Don Manuel
y en paz descansemos todos,
pues nadie descansó con él
ni vándalos, ni suevos, ni godos.

Amén.

martes, 17 de enero de 2012

Don Manuel, un hombre de bien (*)



(Artículo publicado el 17 de enero de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)


Apenas hace un día de su muerte y ya se ha escrito mucho sobre Manuel Fraga, entre otras cosas porque ya se había escrito antes. De él se ha dicho todo o casi todo y él mismo hizo de todo o casi de todo en sus ochenta y nueve años, excepto que perdió el tiempo. Estudiante brillante y jugador de dominó; Letrado de las Cortes y diplomático por oposición; catedrático y político; escritor y ministro franquista; autoritario y demócrata convencido; ministro en la transición y director general de Cervezas El Águila; padre de Familia Numerosa de 1ª Categoría y comilón incansable; celérico y colérico; hiperactivo y de habla atropellada; Presidente de Comunidad Autónoma y Embajador en Londres; no llegó a ser Presidente del Gobierno pero el partido que creó ha dado dos; lució un Meyba gigante en aguas de Palomares y civilizó a la derecha española; le cupo el Estado en la cabeza y aún le quedaba sitio para los precios del kilo de garbanzos y los datos personales de todo aquél a quien conoció. Pero ante todo, y ese todo es mucho, muchísimo, Manuel Fraga fue un servidor público, el arquetipo de servidor público. Veintitrés años para ser Letrado de las Cortes y sesenta y seis para servir a España de forma ininterrumpida.


El martes pasado me despedí de él porque soy de la opinión de que las despedidas, los agradecimientos y los homenajes, sobre todo cuando el final es previsible, han de ser hechos en vida del personaje. Con todo, no me prodigaré yo en estos adioses anticipados no sea que me cargue de un susto al despedido, amén de que lo normal es que uno se resista a que lo despidan. Como dijo aquel eclesiástico, al que con ocasión de su noventa cumpleaños le desearon que cumpliera diez años más: No pongan ustedes límites a la voluntad de Dios.


De Manuel Fraga se cuentan muchas historias, algunas muy conocidas. Con el fin de contribuir a su anecdotario les referiré una de la que fui testigo presencial allá por los finales de 1995 o comienzos de 1996. El Partido Popular había ganado las Elecciones Locales y Autonómicas en España y Manuel Fraga presidía la Comunidad Autónoma de Galicia. En Bruselas tuvo lugar una reunión del Grupo Popular Europeo en el Comité de Regiones para discutir sobre el relevo en la presidencia del Comité pues, según lo acordado desde su creación y siendo la legislatura de cinco años, la presidencia sería ejercida alternativamente por los candidatos del Partido Popular Europeo y del Partido Socialista Europeo por períodos de dos años y medio, por lo que al conservador francés Jacques Blanc, presidente de la región francesa del Languedoc-Roussillon, había de sucederle el socialista español Pascual Maragall, alcalde de Barcelona. La reciente victoria electoral había enardecido los ánimos de algunos miembros españoles del Grupo, muy especialmente de valencianos y madrileños cuyos presidentes aspiraban a presidir el Comité, que proclamaban que el resultado electoral había cambiado el mapa político y con él las condiciones que legitimaban la elección de Maragall. La discusión fue subiendo de tono, lo que por cierto no constituyó obstáculo alguno para que los miembros británicos del Grupo, tres o cuatro muy conservadores Lores de Inglaterra vestidos con trajes Príncipe de Gales hechos a la medida en Saville Row, dormitaran plácidamente en sus escaños. Don Manuel, sentado en primera fila, también dormía o así me lo parecía. Mi colega Emilio del Valle, Consejero de Presidencia de Cantabria, sentado como yo en primera fila junto a don Manuel, me comentó que Fraga debía estar muy cansado porque se quedaba por las noches a cuidar de su mujer enferma ya por aquel entonces. Cuando el debate alcanzaba toda su intensidad y el gallardoneo y el zaplaneo estaban a punto de disparar todos sus misiles de crucero, don Manuel abrió un ojo y dirigiéndose a todos, pero muy especialmente éstos, exclamó con voz de trueno: Mis queridos amigos, ¡Pacta sunt servanda!. Y en ese punto concluyó el debate y la siesta de los Lores, de manera que Pascual Maragall, alcalde socialista de Barcelona, resultó elegido Presidente del Comité de las Regiones también con los votos españoles del Grupo Popular Europeo.


Para los chicos de la LOGSE, a quienes otro Maragall que contó con la inestimable ayuda de Rubalcaba dejó huérfanos del latín, les diré que la frase con la que Fraga apaciguó aquel día el gallinero político enuncia un principio general del derecho, básico en el ámbito del derecho internacional, que significa que los pactos deben ser respetados.


El otro día, un cretino dijo ante la muerte cercana de Fraga que iba a descorchar una botella de cava después de tantos años de espera. Estoy seguro de que, habida cuenta de que España es muy grande, habrá otros cretinos como ése, pero también estoy seguro de que si el Alzheimer le deja un hueco a Pascual Maragall, éste también brindará con cava, pero lo hará respetuosamente, por la memoria de un hombre de Estado llamado Manuel Fraga.


(*) El artículo publicado en La Opinión lo titulé con un escueto "Don Manuel". Luego leí que a Don Manuel le habría gustado que su epitafio dijera que fue un hombre de bien y, como lo fue, he reescrito el título del artículo.

.

martes, 10 de enero de 2012

Ladran, luego cabalgas, Mariano




(Artículo publicado el 10 de enero de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)



El año 2011 se ha ido y con él toda una época. Sea cual sea el escenario que nos aguarda a la salida del túnel de la crisis –económica, social y política– , no será el mismo que aquél desde el que entramos en ella. El año que se ha ido se ha llevado los últimos vestigios de aquello que fue y que nunca será. Ya nadie se engaña ni se engaña a nadie con brotes verdes que nunca retoñaron, a nadie se le oculta que enderezar la situación sólo es posible a martillazo limpio y que los tiempos difíciles no es que vengan, sino que continúan. El año se llevó el espejismo de una España que iba a empatar el partido en el último minuto y a ganarlo en el tiempo de descuento. Con el año se fue el efecto placebo del “no estamos tan mal” y del “peor están los otros”, que fue sustituido por el crudo reconocimiento del “sí, estamos fatal” y del “estamos peor que los otros”. Lo que avecina en un par de años, si Dios quiere que se avecine, se parecerá más a la España de los cincuenta y sesenta que a la de los noventa y primer decenio del siglo XXI. En cierto modo será una vuelta a una España más real, de recorridos más largos y más penosos pero más ciertos, parecida a aquella España en la que únicamente había dos clases de vino, el tinto y el blanco, dos clases de queso, el blanco y el de bola, y dos tipos de galletas, las Marías y las de coco; a aquella España en la que, como ocurre hoy, no todos comían cocido o pollo asado los domingos. Traduzcan esto al lenguaje de nuestros días, que a mí se me acaba el espacio y quiero escribir de otras cosas.


Andan enredando los socialistas con su congreso y con la idea incierta de que el PSOE es un mecanismo de vertebración de España, cuando sólo lo es de un partido político minoritario, y aún tienen tiempo ellos y sus voceros de exigir muy acaloradamente a Mariano Rajoy que comparezca a dar explicaciones sobre las medidas de reajuste económico. Réstenle a los quince días que es Presidente del Gobierno el veinticuatro y veinticinco de diciembre, el treinta y uno de diciembre y el uno de enero y el seis de enero, y nos quedan poco más de diez días ordinarios, durante los cuales, según algunos, la crisis que nunca existió ya debería estar resuelta. Supongo que Mariano dará explicaciones cuando tenga algo nuevo que explicar y, sobre todo, cuando las condiciones políticas lo aconsejen. De momento les podría explicar a los socialistas si en su casa se pone árbol o belén, o ambas cosas, y cual fue el menú de Nochevieja o si los Reyes Magos le han traído carbón como a casi todos los españoles o un cargo muy bien pagado de supervisor de nubes y un chalé nuevo como al viejo y querido ZP. Por cierto, cómo lo echaremos de menos algunos, yo por mis artículos que me quedan algo huérfanos de inspiración, y Carmen Vela, la flamante Secretaria de Estado de Investigación y antigua lectora del manifiesto de apoyo a ZP en 2008, por aquello de la ceja y de la añoranza del ser querido. Y ahora que me he metido en este charco aprovecho para comentar el gran enfado que ha causado este nombramiento entre las huestes clásicas del PP, entre las que en cierto modo me cuento, y, por el contrario, el escaso entusiasmo que ha levantado este mismo nombramiento entre los chicos y chicas de la Ceja. Y matizaba antes lo de “en cierto modo” porque, aunque me disguste el nombramiento de doña Carmen Vela por aquello facilón de que en el PP tenemos gente tan preparada o más, lo que sin duda además de fácil será cierto, más me incomoda el nombramiento de ministros independientes, pues los ministros sí son los que aplican las líneas generales de política que se recogen en los programas electorales de un partido. Sin embargo, siempre he pensado de la provisión de los cargos políticos de gran contenido técnico lo que aquel proverbio chino que popularizó Felipe González, ya saben ese señor millonario del puro que hoy veranea en yate y diseña joyas, que da igual que el gato sea blanco o negro, pues lo importante es que cace ratones. Otra cosa será cuando la gata no cace ratones, en cuyo momento deberá ser fulminantemente cesada en lo que, sin duda, será también la tarjeta amarilla del ministro independiente.


Les hablaría también de la subida del IRPF, tan denostada por la progresía, cuando yo siempre creí que el de la Renta era el impuesto más social, por no decir socialista, de todo ellos, pues pagan todos quienes pueden pagar y paga más quien más gana, en lugar de que paguen siempre los mismos por aquello de que tienen paga vitalicia que son, qué casualidad, los pensionistas y los funcionarios. Pero esto lo dejaré para otro día porque hoy me quiero despedir de alguien a quien admiro, y lo quiero hacer, al menos cuando escribo esto, en vida del personaje. Me despido de Don Manuel, así, a secas, porque ya saben a qué Don Manuel me refiero, aquél que fue capaz de hacer muchas cosas buenas y otras que no lo fueron tanto, pero al que siempre recordaré como el hombre que hizo que la derecha franquista se transformara en la derecha democrática que hoy nos gobierna.


Gracias por todo, Don Manuel, y hasta la vista.


.

martes, 3 de enero de 2012

¿Crisis?,... pero ¿qué crisis?




(Artículo publicado el 3 de enero de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)







Me van a permitir que vuelva a usar el título de aquel álbum de Supertramp para encabezar uno de mis artículos, si bien he alterado un poco su antiguo sentido. En esta ocasión el título de artículo no tendría apenas sentido sin la tremenda fotografía que lo ilustra. Por eso he pedido a la redacción de mi periódico que traten de dar la máxima fuerza expresiva a la foto. Tómense un tiempo, queridos lectores, y obsérvenla con detenimiento y recuerden que nos encontramos celebrando precisamente lo contrario: el Nacimiento de Un Niño.


Se trata de una foto tomada en el campo de refugiados de Dadaab, en Kenia, a cien kilómetros de la frontera con Somalia, en la que una mujer se dispone a enterrar a su hijo muerto por la falta de alimentos. Les aseguro que hay imágenes aún más duras de la hambruna que hoy, tercer día del Año Nuevo, están sufriendo decenas de millones de personas que habitan el cuerno de África formado por Somalia, Djibouti, Eritrea y Etiopía, agravada por la violencia de las milicias islamistas de Al-Shabab. Sólo en Somalia, un país poco más grande que España, habrán muerto de hambre setecientos ochenta mil niños; dicho de otra manera, en una ciudad imaginaria del tamaño de Valencia habitada únicamente por niños, morirán todos sus habitantes. Alguien podría señalar con el dedo al Dios cuyo nacimiento celebramos los cristianos, pero se equivocaría: esa madre que entierra a su hijo en un agujero no es obra de Dios sino del hombre. En la tierra sobran recursos para alimentar a una población diez, veinte, cien veces la existente, pero los niños se mueren de hambre mientras Europa se preocupa de la estabilidad del sistema financiero que nos permita mantener nuestro mullido nivel de bienestar, mientras alguien compra la Torre Picasso en cuatrocientos millones de euros, y mientras el Rey de España nos confiesa humildemente que sólo cobra trescientos mil euros al año con todos los gastos pagados, una bagatela, eso sí, comparada con los sueldos de los banqueros españoles, que oscilan entre los seiscientos mil y los seis millones de euros al año. Y se mueren de hambre, mientras esas pocas monedas que tintinean en nuestro bolsillo, incluso en el más humilde de los bolsillos españoles, podría alimentar a uno de esos niños durante un mes.


Pero volviendo a la imagen, no se me ocurre mejor comentario que un extracto del artículo escrito por una cooperante llamada Kari Constanza y por el keniata Kenneteh Kibet, titulado “Construyendo una casa, enterrando un niño”:


“Esta mañana, Isnino Siyat, de 22 años, construyó una casa. La fabricó de palos, ramas de árboles que cortó o que escavó de la tierra alrededor del campamento Dadaab en Kenia, (…) Ella cubrió los palos con telas y trapos que pidió prestados y con las bolsas que usan para entregar la comida (…) Isnino es una refugiada nueva de Somalia. Ella escapó del conflicto y de la sequía en Somalia para ser una refugiada en Kenia (…) El polvo rojo, es la única cosa que se encuentra en abundancia en el campamento, aparte de las tiendas y chozas (…) “No tengo nada, ni siquiera un depósito para recolectar agua,” dice. “Venimos caminando desde Somalia hasta aquí. Sólo podíamos cargar nuestros dos niños” (…) “Tengo mucho miedo por el futuro de mis niños y por el mío,” dice. Su esposo no la pudo ayudar construir la casa hoy, estaba ocupado en un trabajo doloroso, llevando el cuerpo de su sobrino, Ibrahim, quien falleció hace dos días. “Era por el hambre,” dice Isnino. Ibrahim, de tres años, falleció en una clínica en Dadaab. Sobrevivió el viaje con la familia pero como muchos más llegó enfermo, hambriento y débil. (…) El día termina en la tumba de Ibrahim. El esposo de Isnino no está allí. Está tratando de encontrar agua para lavar el cuerpo delicado de Ibrahim. Los hombres remueven la tierra para hacer un hueco para enterrarlo. La tierra roja se mezcla con la arena en el aire. Hay viento y el cielo se pone rojo.”


Cuando hagamos nuestras compras de Reyes, más modestas este año por efectos de la crisis, deberíamos recordar que hay otra crisis además de la nuestra, mucho, muchísimo más dura, precisamente allí de donde bien pudo proceder el Rey Mago más querido por los niños, Baltasar, aquel que trajo al Niño su regalo de mirra desde el lejano Cuerno de África. Tal vez sea el momento de corresponder con su regalo.


.