martes, 25 de octubre de 2011

Por ellos

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(Artículo publicado el 25 de octubre de 2011 en el diario La Opinión de Murcia)








Les confieso que en aquellos años en que desempeñé varios cargos públicos pasé miedo por mí y por los míos. No soy un héroe, ni tampoco soy más valiente o más cobarde que tantos otros de mi propio partido y de otras formaciones políticas que tuvieron que soportar la amenaza del terrorismo. Yo, como muchos de ellos, dejé de llevar a mis hijos al colegio; me acostumbré a mirar debajo del coche antes de subir a él; si podía, lo estacionaba en los aparcamientos públicos delante de la garita del vigilante; cambié cada día la hora y el itinerario para ir al trabajo; aprendí a sentarme en los establecimientos públicos, en los restaurantes, de cara a la puerta y de espaldas a la pared; miraba con aprensión por encima del hombro cuando caminaba por la calle; me habitué a la presencia de escoltas, a la protección electrónica, a la llamada, por suerte poco frecuente pero no menos alarmante, del servicio de contra vigilancia. No tengo empacho en confesar que pasé miedo y que sufrí y lloré la pérdida de amigos y compañeros mientras sus asesinos brindaban con champán. Por cierto, con el mismo champán con el que brindan hoy y que algunos pretenden que les paguemos.


Conocí a Gregorio Ordóñez en Madrid. Corría el año 1994 y asistía en la sede del PP de la calle Génova a una reunión presidida por Mariano Rajoy entre representantes regionales del partido y la cúpula dirigente del sindicato CSIF. Gregorio estaba sentado a mi derecha. Los dirigentes del PP del País Vasco tenían algo especial, una especie de aura de mártir, como los primeros cristianos. Hacía falta mucho valor para ser públicamente afiliado del PP en el País Vasco y mucho más para ser concejal en San Sebastián. A pesar de eso, Gregorio, con su pelo de pincho, no dejaba nunca de sonreír y de expresarse con el buen humor que le era característico.


A Gregorio Ordóñez lo mataron de un tiro en la nuca en febrero de 1998 cuando, tras una reunión de trabajo, estaba tomando un chiquito con algunos compañeros del grupo municipal del PP, entre ellos María San Gil, en una taberna de San Sebastián. Gregorio, concejal y teniente de Alcalde de San Sebastián, no pudo ser alcalde, que tal vez lo hubiera sido. Antes de eso lo mataron los mismos que hoy dan su apoyo al alcalde de izquierda abertzale.


Conocí a Manolo Jiménez Abad en 1995 en el transcurso de una reunión de Consejeros de Presidencia en Santiago de Compostela. Conservo una foto en la que Manolo, Domingo Bello Janeiro (responsable de la Función Pública de la Xunta) y yo mismo, pertrechados con nuestras carteras llenas de documentos, intentábamos seguir a la carrera por un pasillo del complejo de San Caetano a un Manuel Fraga que, aunque ya anadeaba, lo hacía a una velocidad supersónica. Coincidí muchas veces con Manolo en las sesiones del Congreso de Poderes Locales y Regionales del Consejo de Europa en Estrasburgo, en la sede del PP en la calle Génova, y en las reuniones en los ministerios cuyas materias eran propias de nuestra respectivas consejerías, sobre todo en Administraciones Públicas que entonces dirigía Mariano Rajoy. Manolo, Emilio del Valle (Consejero de Cantabria), José Ramón García Cañal (Consejero del Principado de Asturias) y yo mismo, no sólo formábamos en las reuniones el grupo de zapadores del PP, sino que compartimos juntos muchos momentos de sincera amistad.


A Manolo Jiménez Abad lo mató un asesino de ETA de un tiro en la cabeza cuando el 6 de mayo de 2001 se dirigía en compañía de su hijo de diez años a presenciar un partido del Real Zaragoza en la Romareda. En mi memoria, procuro que la foto de Galicia no deje sitio a la imagen que reprodujeron todos los diarios del cadáver de Manolo tirado en una acera sobre los restos ensangrentados de su propio cerebro. Fue la misma ETA, en cuyos planes de paz no entran la entrega de las armas ni la de los asesinos.


El 3 de octubre de 1998 asistí en sustitución de Ramón Luis Valcárcel a una reunión de Presidentes de Comunidades Autónomas gobernadas por el PP en apoyo de la Constitución Española, que se celebró en el Palacio de Miramar de San Sebastián. Fui con un compañero de partido, Jesús López, en su coche particular. Antes de la reunión participé en una sesión de la Junta Directiva del PP del País Vasco presidida por Carlos Iturgáiz. Si antes, cuando escribí de Gregorio Ordóñez, dije que los dirigentes del PP en el País Vasco poseían una aureola como las de los primeros mártires cristianos, lo hice pensando no sólo en Gregorio sino en los veintitantos miembros de aquella Junta Directiva. Veintitantos..., cuando la Junta Directiva del PP en Murcia la integrábamos casi doscientas personas. Muchos de ellos eran familiares de asesinados por ETA o directamente víctimas de ETA. Allí estaban también Ana Iríbar, la viuda de Gregorio Ordóñez, y el hijo mayor de Manuel Zamarreño, el concejal de Rentería asesinado apenas quince días antes, y amigos y familiares de José Luis Caso, antecesor de Zamarreño y asesinado como éste por ETA, y de José Ignacio Iruretagoyena, concejal en Zaráuz, también asesinado por ETA. Aquel día, María del Mar Blanco, la hermana de Miguel Angel, asesinado en aquella tarde cruel de julio de 1997, estaba en Albacete en un acto en recuerdo de su hermano. Formaban un grupo muy pequeño y desparejado. Algunos vestían con el luto fresco de una muerte, pero todos parecían extrañamente animados por una fuerza que los hacía diferentes. Sorprendentemente, todos sonreían.


Cuando volvíamos a Murcia, lo hicimos casi en silencio, sin poner la radio, con la mirada brillante puesta en la carretera y en el paisaje del País Vasco atormentado.


             Por todos ellos, por todos los que han sufrido y siguen sufriendo el terror desatado por los asesinos de ETA.


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viernes, 21 de octubre de 2011

Que los zurzan

Ni una sola palabra de disculpa por las ochocientas cincuenta y ocho personas asesinadas. Ni un solo recuerdo para ellos. Ni un ápice de pena. Ni una miaja de compasión. Ni un gramo de arrepentimiento por matar a tantos hombres, mujeres y niños en lo que han llamado en su declaración “la crudeza de la lucha”. Tan sólo un homenaje escalofriante a los asesinos que “la lucha” se ha llevado para siempre, a los que están “sufriendo la cárcel o el exilio”, eso sí, con un exquisito respeto por el lenguaje de género: los “compañeros y compañeras”, “ellos y ellas”. Los asesinos y asesinas de ETA. Que los zurzan.



Ni una palabra de rendición, de disolución, de entrega de las armas, de entrega de criminales convictos y confesos, de colaboración con la justicia, de condena del terrorismo y de la violencia. Que los zurzan.



A cambio, mucho triunfalismo del más barato y del más cursi: “es tiempo de mirar al futuro con esperanza”, “se está abriendo un nuevo tiempo político”, “estamos ante una oportunidad histórica para dar una solución justa y democrática al secular conflicto político”, “frente a la violencia y la represión, el diálogo y el acuerdo deben caracterizar el nuevo ciclo”. Mucha soberbia de perdonavidas tabernario: es ETA la que “ha decidido el cese definitivo de la actividad armada”, es ETA la que muestra su “compromiso claro, firme y definitivo”. Mucho lenguaje pervertido que transforma el terrorismo en “conflicto secular”, el asesinato en “confrontación armada”, la lucha antiterrorista en “violencia y represión”. Que los zurzan.



Aún queda sitio para las amenazas: “En adelante, el camino tampoco será fácil”. Se les nota el bulto bajo el sobaco cuando avisan de que “ante la imposición que aún perdura, cada paso, cada logro, será fruto del esfuerzo y de la lucha de la ciudadanía vasca”. Imponen sus condiciones porque así son ellos de chulos y así lo han querido quienes podían quererlo: “ETA hace un llamamiento a los gobiernos de España y Francia para abrir un proceso de diálogo directo”. Con un par. Que los zurzan.



Mientras, los que han diseñado el engaño se frotan las manos y se llenan los bolsillos. A muchos otros se les llena la boca de declaraciones emocionadas sin que nadie haya entregado una pistola, sin que un solo terrorista se haya entregado en la comisaría más próxima, y sin que ETA, la organización de los asesinos [y asesinas], se haya disuelto. “Es una victoria de la democracia”, dice el Inimputable, “una gran victoria de la democracia”, apostilla el sucesor del Inimputable a título de dedo. Que los zurzan.



Atrás quedan como si nunca hubieran existido Gregorio Ordóñez, Manolo Jiménez Abad, Alberto Jiménez Becerril y su mujer, Miguel Angel Blanco y tantos otros. Algunos se alegran porque creen sinceramente que olvidándolos a todos, a los muertos, a sus cónyuges, a sus padres y a sus hijos, ya no habrá más muertos. Les compadezco. Otros, en cambio, se alegran de olvidarlos. A éstos que los zurzan.



Sin embargo, todo esto no es lo peor. Lo peor de todo es la venenosa convicción de que cincuenta años de asesinatos, de extorsión, de secuestros, de robos, de terrorismo, de violencia y de dolor han servido finalmente para algo: “La lucha de largos años ha creado esta oportunidad”. Es el sabor de boca más amargo, la vergüenza más oscura, la decepción más profunda, la derrota más triste.



Que los zurzan.

martes, 18 de octubre de 2011

Oh Cáritas

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(Artículo publicado el 18 de octubre de 2011 en el diario La Opinión de Murcia)






Es el título de una extraña canción compuesta e interpretada en latín por el músico británico Cat Stevens a comienzos de los setenta. Muchos de ustedes recordarán al autor de Father And Son, Wild World, Morning Has Broken o Moonshadow, que se convertió al Islam en 1978. Hoy, Yusuf Islam ha vuelto a componer e interpretar canciones pero, más que por su música, el cantante musulmán es reconocido en todo el mundo por su labor humanitaria en favor de los más necesitados, a la que ha dedicado su fortuna y a la que destina la recaudación de sus discos y conciertos.


Oh Caritas fue una canción extraña en su tiempo y hoy, casi cuarenta años depués, continúa siendo una extraña canción:



Hunc ornatum mundi nolo perdere


Video flagrare omnia res


Audio clamare homines…


(No quiero perder la armonía del universo


Veo todas la cosas ardiendo


Oigo a todos los hombres clamando…)



Nunc extinguitur Mundi et astrorum lumen


Nunc concipitur mali hominis crimen


Tristitate et lacrimis gravis est dolor


De terraquae maribus magnus est clamor…


(Ahora se extingue la luz del Mundo y de los astros


Ahora los hombres malvados conciben crímenes


Tristeza y lágrimas, grave es su dolor


Grande es el clamor de la tierra y de los mares…)



Oh Caritas, Oh Caritas, Nobis semper sit amor…


(Oh Amor, Oh Amor, el amor está siempre con nosotros…)



Cáritas es también la denominación de la confederación de entidades de caridad y acción social de la Iglesia Católica. Casualmente ha caído en mis manos la Memoria de 2010 de Cáritas Española, en la que proclama que su misión es ser Iglesia pobre para los pobres. Decía Santo Tomás de Aquino, de quien Chesterton escribió la que tal vez sea su mejor biografía, que la misericordia es “la tristeza del mal ajeno, pero en cuanto se estima como propio”. El Papa Benedicto XVI señala en Deus Caritas Est, su primera Carta Encíclica, que Cáritas es “el ejercicio del Amor por parte de la Iglesia”. Amar a tu prójimo como a ti mismo: dar de comer al hambriento y de beber al sediento, vestir al desnudo, consolar al afligido…. En su encíclica Benedicto XVI escribió que ”se ha de recordar de modo particular la gran parábola del Juicio Final, en el cual el amor se convierte en el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana. Jesús se identifica con los pobres: los hambrientos y sedientos, los forasteros, los desnudos, enfermos o encarcelados: «Cada vez que los hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis»”.


En España hay seis mil Cáritas parroquiales y sesenta y ocho Cáritas diocesanas que cuentan con la colaboración de 62.000 voluntarios, de ellos 1.100 en la Región de Murcia. En 2010 fueron atendidos casi seis millones y medio de personas con un presupuesto de doscientos cuarenta y siete millones de euros. Más de ciento sesenta millones procedieron de aportaciones privadas, incluidos los casi diez millones de euros aportados por los propios destinatarios de las ayudas. Ayudas a la infancia más abandonada, a la juventud más apremiada, a los mayores más desvalidos, a los enfermos que más rechazo social generan, a los inmigrantes solos e incomunicados, a las personas sin hogar, a los reclusos y ex reclusos sin apenas futuro, a los que pasan hambre y a los que no tienen con qué abrigarse o dónde cobijarse.


Hoy los comedores sociales de Cáritas en Murcia no dan abasto. Son muchos los que se acercan cada día para conseguir algo de comida que llevar a su casa. Ya no son únicamente los transeúntes sin trabajo o los mendigos venidos de lejos. Se trata cada vez más de hombres y mujeres de aquí, que hasta hace muy poco tenían un trabajo y una casa y que ya no pueden alimentar a sus hijos. Se trata de muchos que lo han perdido casi todo, excepto la dignidad. Tal vez por ello, por la dignidad que aún poseen quienes están necesitados, fue que el propio Benedicto XVI escribió en su primera encíclica que “se trata de seres humanos, y los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial”.


El Papa rubrica su encíclica con unas palabras que no dejan de recordarme la canción que escribió en latín Cat Stevens: “El amor es una luz –en el fondo la única- que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y para actuar. El amor es posible, y nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido creados a imagen de Dios. Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo: a ésto quisiera invitar con esta Encíclica”.


El Islam y el Catolicismo, tan lejos y, sin embargo, tan cerca.


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martes, 11 de octubre de 2011

Dale a tu cuerpo alegría, Macarena

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(Artículo publicado el 11 de octubre de 2011 en el diario La Opinión de Murcia)




Estos chicos no pierden el tiempo, el poco que les queda, en su intento de dejarle al que venga un país con más trampas que una película de chinos. Aunque ya sabíamos de ese cliché socialista empeñado en transformar a las fuerzas armadas en un clon de las chicas de la Cruz Roja, ya saben: “Mi familia se escandalizó cuando les dije que quería ser militar. Hoy estoy orgullosa de que mi hija sea médico militar...”, el Gobierno de Zapatero, que parece haber pasado del “Yankees Go Home” al “Yankees come home”, ha incorporado la base militar de Rota y dos huevos duros al escudo antimisiles de la OTAN, aquel engendro perverso de los odiados Reagan y Bush. Si el que viene a gobernarnos es Rubalcaba, no hay problema, pues en el ideario de aquella izquierda del traje de pana que ha desempolvado debe figurar sin duda la vieja idea de sacar a España de la OTAN. Pero si el que llega a La Moncloa es Mariano, les puedo asegurar que cada vez que aparezca en el horizonte de Cádiz la silueta de un barco americano, aunque venga a los Carnavales en plan de Chirigotas, los del “No a la guerra”, que tan calladitos están ahora, le van a armar al gobierno del PP un Dos de Mayo. O un Trés.


―Hablando de clichés socialistas, lo que no me podía imaginar yo era que la Conjura de lo Estúpidamente Correcto tratara de convertir a las Fuerzas de Seguridad en Cupidos y Celestinas. Ay, si Corín Tellado levantara la cabeza―. Ignatius, ya saben ustedes, mi asesor en materia de giros copernicanos, asomó la cabezota por encima de mi hombro, cubierta con su espantosa gorra de orejeras que había rescatado del fondo del armario ropero ante la mera insinuación del hombre del tiempo (que para más inri se apellida Brasero) de que el otoño había llegado. ―Ahí tienes a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad persiguiendo a los matrimonios celebrados por razones diferentes al amor, como si los matrimonios de conveniencia fueran algo nuevo. Ahí tienes los comúnmente llamados "braguetazos", los apaños en la tercera edad, los matrimonios “de Estado", los concertados para disimular el bombo de la niña o para que el niño siente la cabeza; los matrimonios por razones "patrimoniales", el matrimonio orquestado para lograr alianzas políticas, fusiones bancarias, uniones de empresas..


―Para el carro, Ignatius ―le dije, renunciando a seguir escribiendo hasta que no lograra convencer a mi lúcido asesor de que se fuera a El Corte Inglés a comprar un afinador de trompetas. ―Aclárame en qué consiste eso de que quieren convertir a los policías en Cupidos.


―¿Acaso ignoras que han detenido a varias personas acusadas de celebrar matrimonios con el único motivo de conseguir la nacionalidad española? ―exclamó Ignatius―. La información aludía a que esos matrimonios no se habían celebrado por amor, por lo que deduzco que ése era el verdadero motivo de las detenciones, pues lo de la obtención de la nacionalidad en un país en el que hasta hace poco el propio gobierno pedía papeles para todos con gran enfado de Europa entera, constituye únicamente una excusa para disfrazar su auténtico objetivo: recuperar el amor como causa única del matrimonio y erradicar todos los matrimonios fraudulentos. Aunque ahora que lo pienso, tengo el pálpito de que, bien orientada y mejor dirigida, esa idea podría relanzar nuestra maltrecha economía y generar enormes inversiones, ya que obligará a repetir millones de bodas y divorcios, por no hablar de los consiguientes bautizos y primeras comuniones. Habría que reconvertirlos todos en matrimonios por amor. A eso se debe sin duda la repercusión que se ha dado al reciente matrimonio de la Duquesa de Alba que, desde hoy, comparte mis devociones con la Santa Monja Rosvita, aquella mujer ejemplar del Medioevo. Frente al matrimonio de conveniencia, ahí tenemos ese matrimonio de excelencia y de aristocrática obsolescencia, aplaudido por el pueblo llano, dale a tu cuerpo alegría, Macarena, y hasta por el cura que los casó, pasando por la Diputación de la Grandeza de España en pleno. Habría que perseguir también los matrimonios de convergencia, los de connivencia, los de supervivencia, los de emergencia, los de excedencia, los de urgencia, los de impaciencia, los de comparecencia, los de insolencia, los de excrecencia, los de flatulencia, los de precedencia, los de litispendencia,…


En ese momento fui yo el que se fue en busca del afinador de trompetas.


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martes, 4 de octubre de 2011

Azul profundo

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(Artículo publicado el 4 de octubre de 2011 en el diario La Opinión de Murcia)






Hay un poema titulado O Infante que es para mí una de las poesías más hermosas que han sido escritas. Forma parte de Mensagem, el libro más conocido del poeta portugués Fernando Pessoa cuya figura, tocada de sombrero y envuelta en una gabardina agitada por el viento cuyas solapas apenas dejaban entrever la corbata negra de pajarita, parecía más bien la de un personaje dibujado por Hergé para acompañar en sus aventuras a Tintín. Mensagem fue también el único libro publicado en vida de su autor. Pessoa es el poeta de los heterónimos, que es como se denomina a las personalidades completas y complejas que creó para dar vida a voces, pensamientos y concepciones diferentes, más allá del mero pseudónimo.


Les cuento esto porque fue este verano pasado cuando, en un viaje a Portugal y siguiendo mi vieja costumbre de hacerme con un libro usado como recuerdo de cada ciudad que visito −un libro comprado por poco dinero en una librería de viejo, les aclaro−, me regalé en Lisboa una sencilla edición en rústica de Mensagem. Al leer O Infante comprobé que ya lo conocía desde hacía años, pues se lo había oído cantar muchas veces a Dulce Pontes en su disco O primeiro canto. Tal vez fuera este poema el que me indujo a emplear la figura del azul profundo para definir el mar que contemplaba a diario el farero de mi artículo anterior, aquel farero que quise ser y que no fui.


Es muy posible que mi lector malasombra, fiel a su costumbre de ir equivocadamente al grano, desprecie cuanto escribo hoy por considerarlo ocioso y prescindible. Sin duda se preguntará, algo amostazado, de qué cojines estoy escribiendo. Y yo, complaciente, le respondo gustoso y agradecido por darme ocasión de explicarme que lo estoy haciendo de aquéllo que considero el elemento más importante de un escrito: la palabra. En el proceso de la escritura (dejaré que sea otro el que lo llame arte de escribir), nada es casual. Un sí o un no, un aquél o un éste, un cómo o un por qué, responden en definitiva a las vivencias de quien escribe, a sus lecturas previas, a sus conceptos, a sus tiempos y a sus deleites. Escribir es casi una consecuencia de todo ello. Incluso el hecho de que hoy escriba acerca de libros y escrituras no es más que un efecto del otoño, de este tiempo de libros y de hojas desprendidas, que aletean como queriendo lenvantar el vuelto sin conseguirlo.


Por ello, en honor del libro, de todos los libros, les regalo el poema de aquella persona (pessoa) hecha de personas diferentes: O Infante, de Fernando Pessoa.


Deus quer, o homem sonha, a obra nasce.


Deus quis que a terra fosse toda uma,


Que o mar unisse, já nâo separasse


Sagrou-te e foste desvedando a espuma


E a orla branca foi


De ilha em continente


Clareou, correndo, até o fim do mundo


E viu-se a terra inteira, de repente


Surgir, redonda, do azul profundo

Quem te sagrou criou-te português


Do mar e nós em ti nos deu sinal.


Cumpriu-se o Mar, e o Império se desfez.


Senhor, falta cumprir-se Porrtugal!


Dios quiere, el hombre sueña, la obra nace.


Dios quiso que la tierra fuese toda una,


que el mar uniese, ya no separase.


Te consagró, y fuiste develando la espuma,


y la orla blanca fue de isla en continente,


clareó, corriendo, hasta el fin del mundo,


y vióse la tierra entera, de repente,


surgir, redonda, del azul profundo.


Quien te consagró te creó portugués.


Del mar y de nosotros en tí nos dio señal.


Cumplióse el Mar, y el Imperio se deshizo.


¡Señor, falta por cumplirse Portugal!


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