lunes, 25 de mayo de 2015

Plomo en las alas

(Artículo publicado el 26 de mayo de 2015 en el diario La Opinión de Murcia)



          Las urnas han confirmado lo que todo el mundo sospechaba, que la España de hoy se parecería muy poco a la España de ayer. La hegemonía del PP ha quebrado con la pérdida de todas las mayorías absolutas del mapa autonómico. Ciudadanos se ha apoderado del centro sociológico alarmantemente reducido, sin embargo, frente a la radicalidad de los mensajes de la izquierda. Y la izquierda se ha reconstruido como la nueva mayoría social de España que ayer se levantó de la cama vestida de rojo. Finalmente, la indignación más radical, ante la calcificación de IU y la arterioesclerosis del PSOE, ha encontrado su válvula de escape en Podemos, el populismo más bolivariano, cuyo siguiente objetivo, no lo duden, será el propio PSOE.

         De muy poco le ha valido al PP el mensaje de la recuperación económica, todavía sin materializar en los vacíos bolsillos de los españoles. De nada ha servido su apelación al caos, a la peligrosa conversión de España en el hotel de los líos, a la necesaria estabilidad de los gobiernos que el ciudadano medio ha entendido como estabilidad de los gobernantes. He de afirmar sin empachos que el PP ha suspendido las dos asignaturas de las que escribía el otro día y que han constituido los ejes del debate político : la renovación y la regeneración. Los cabezas de cartel de las grandes ciudades, Madrid, Valencia o Sevilla y la mayoría de los candidatos a presidir las Comunidades Autónomas han sido en general los mismos de siempre, eso que Podemos convino exitosamente en bautizar como “la casta”. Esperanza, Rita, Fabra o Cospedal han perdido la confianza de sus electores a manos de candidatos que, en muchos casos, son unos perfectos desconocidos, y ha ocurrido esto porque precisamente ellos eran sobradamente conocidos. Y qué decir de la regeneración, ésa que afecta a la vida interna de los partidos, a su democracia, a los modos de gobernar, a la sustitución de la prepotencia por el diálogo, a la supresión de privilegios y a la erradicación de las conductas vergonzantes que no siempre son coincidentes con la corrupción o con lo ilícito.

Murcia no ha sido la excepción y, sin embargo y al propio tiempo, Murcia es la excepción. En general, el PP murciano ha seguido la línea de una profunda renovación en la mayoría de las candidaturas locales, con algunas acertadas excepciones como Lorca o San Pedro del Pinatar, y alguna que otra desatinada como la de Cartagena, que el electorado se ha encargado de castigar muy duramente y que ha supuesto un lastre insalvable para la obtención de la mayoría absoluta en la Asamblea Regional. La propia candidatura autonómica ha sido igualmente renovada. En términos generales, se puede afirmar que la renovación de las candidaturas ha propiciado que la caída del PP en la Región de Murcia haya sido más leve que en el resto de España. Sin embargo, el paupérrimo balance del PP en materia de regeneración política, apenas atisbada en decisiones tales como la limitación de mandatos o en algunas muestras de transparencia, ha sido y va a seguir siendo una auténtica perdigonada en las alas de la gaviota. El sorprendente proceso seguido en el último año y medio para la selección del candidato autonómico, proceso plagado de dudas, equívocos, desplantes y retrasos, ha perjudicado muy gravemente a quien, de otro modo, habría sido una sólida y renovada apuesta. Lo mismo se podría decir de la candidatura a la alcaldía de Murcia, lastrada por las maniobras escasamente ejemplares de la cúpula del partido.

Ante Pedro Antonio Sánchez, de quien no albergo dudas de que será investido Presidente  con la abstención de Ciudadanos, excepto que el joven partido resuelva optar por su suicidio político, se dibuja un panorama complicado. La fiesta de los pactos está servida, pero lo más difícil que tiene por delante y lo que condicionará su futuro político más inmediato y el de su partido es acometer con decisión y coraje la necesaria regeneración de la acción de gobierno y de la vida política, lo que incluye necesariamente al propio Partido Popular.

        Dentro de pocas semanas Pedro Antonio levantará el vuelo con las alas cargadas de plomo. De la regeneración depende su futuro.
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martes, 19 de mayo de 2015

La contraria (u otra razón más para votar a Pedro Antonio)

Pedro Antonio Sánchez, candidato del PP a la presidencia de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia


     De mi recalcitrante Lector Malasombra les diré que nunca he sabido si es de derechas o de izquierdas, si votante el PP o del PSOE, o si se cuenta entre los devotos de Ciudadanos o de Podemos. Tal vez sea partidario de Izquierda Unida pero, si lo es, se lo calla el muy bribón. De lo que sí estoy seguro es de que disfruta en este pícaro mundo llevando la contraria a todo aquél con quien se cruza. Por eso estoy seguro de que en esta ocasión va a votar al PP, ahora que la opinión publicada se solaza en proclamar las miserias del partido de la gaviota.

    Al contrario de lo que debiera ser en este tipo de procesos electorales, los mensajes y las propuestas de alcance nacional e, incluso, las reflexiones de tipo místico como la impudicia del bipartidismo o la inconveniencia de la senectud, han sustituido a los mensajes y propuestas locales, que debieran ser por definición más cercanos a Sancho Panza que a Don Quijote. Se habla de vientos de cambio sin pararse a pensar que del viento a la ventolera no hay más que un paso. Para salir de la charca en la que, dicen, estamos inmersos se lanzan a la piscina del regeneracionismo sin percatarse de que se halla vacía. Y es que el regeneracionismo no consiste en promesas vanas, que se habrá de llevar la ventolera, ni en pactos oportunistas, de los que, por incumplidos, tenemos la memoria llena, sino en actitudes personales y en hechos, en esas actitudes que se poseen o no se poseen y en esos hechos que vendrán el día después. La gran incógnita, no es que ocurrirá el Día D, que ocurrirá cualquier cosa, sino que sucederá el día después, el día en que quedará abierto el tiempo de la regeneración. Y qué quieren que les diga, para el día después yo veo más preparados a unos que otros.

     Escribía el otro día que las dos grandes cuestiones que se plantean en estas elecciones, no son las soluciones a los problemas concretos de la ciudad o de la región en que vivimos, sino la renovación de los gobernantes y la regeneración de partidos políticos e instituciones. Ninguna de ellas son de ámbito estrictamente local o regional y, sin embargo, ambas están en la mano de quienes concurren a las urnas. La renovación de los partidos llamados emergentes no cuenta demasiado pues, por definición, todos sus candidatos son nuevos, al menos en las listas por las que se presentan. Lo de renovarse o morir, por el contrario, ha sido más complicado para los partidos institucionalizados pero casi todas las candidaturas regionales, con algunas excepciones notables, previsibles y tal vez lamentables, han procurado nutrirse de caras nuevas. Sólo uno, el PP, ha renovado a su cabeza de cartel para las autonómicas que, además, es uno de los más jóvenes si no el más joven de todos ellos: Pedro Antonio Sánchez. Conozco a Pedro muchos años y tengo la mejor de las opiniones sobre él, sobre su capacidad de trabajo y su eficacia, pero si algo les puedo decir con absoluta certeza es que, a pesar de su juventud, lleva muchos años preparándose para este momento. Y un apunte de Pedro Antonio sobre la regeneración: “Plantearé el debate sobre listas abiertas y elección directa”. Ahí queda.

    Mi lector Malasombra me recuerda día sí y día también que Pedro Antonio arranca lastrado por un mal padrino, pero también me confiesa que la única manera que concibe de llevarle la contraria al padrino es, precisamente, que después del padrino no llegue el caos. Eso me recuerda lo que me contaba hace años un amigo lorquino, ya fallecido y militante del PP, que había salido de su casa dispuesto a no votar al candidato de su partido que no era santo de su devoción. Y así iba refunfuñando camino del colegio electoral cuando se encontró al candidato del PSOE que también era amigo. “Buenos días” le dijo el político socialista, “Buenos días”, contestó mi amigo. Unos metros más allá se paró y con esa cosa tan lorquina de que quien no es blanco es azul se dijo para los adentros: “¿Buenos días? A tomar por el…, ahora sí que voto al PP”.

      Desconozco si mi Lector Malasombra es lorquino, pero ésta bien podría ser la razón de su voto a los Populares. Yo, por si las moscas, no le desvelaré cuál va a ser el sentido del mío, no sea que cambie el suyo aunque sólo sea para llevarme la contraria.
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(Artículo publicado el 19 de mayo de 2015 en el diario La Opinión de Murcia)


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lunes, 11 de mayo de 2015

Conejos y liebres, galgos y podencos


Las casas de Hogwarts


           Por primera vez en muchos años, el debate electoral no pivota tanto sobre objetivos materiales como la creación de empleo, el reparto de la riqueza o la mejora de las infraestructuras, cuanto sobre cuestiones cardinales del propio sistema democrático. Apenas se habla de las soluciones prácticas a las necesidades ciudadanas que proponen los partidos políticos, sino que la controversia se sitúa en torno a las respuestas que estos mismos partidos ofrecen a sus propias carencias y a las del sistema del que forman parte. El mapa político de España, circunscrito a los dos grandes partidos PP y PSOE,  ha respondido al cliché clásico del bipartidismo de conservadores y progresistas, con las excepciones hechas de las comunidades  autónomas de Cataluña y el País Pasco, en las que los partidos nacionalistas han gobernado en solitario o con el apoyo ocasional del PSOE, pero en ningún caso los discursos políticos se han salido del guion  preestablecido consistente en que el aspirante haría lo contrario, o casi, a lo que haría el gobernante: si tú te propones hacer un Plan Hidrológico, yo me propongo derogarlo si llego al gobierno, y si tú pones en marcha la Alianza de Civilizaciones, yo me la cargo.

          Y en estas estábamos hasta llegaron los indignados, porque de indignados se trata. Mientras que el PP y el PSOE discutían sobre si son galgos o podencos, la jauría de los indignados, galgos y podemos, digo podencos, para los que resultaba indiferente que se tratara de liebres o conejos, se echaron encima de los dos entretenidos roedores.  Y cambió el discurso. Ya no se habló de si había que hacer o no un aeropuerto, sino de la existencia de aeropuertos sin aviones como Ciudad Real, Murcia o Castellón. Tampoco se habló de carreteras y autopistas, ni de la alta velocidad o el reparto del agua, sino de las pingües comisiones que dichas obras públicas habían deparado a todo tipo de conejos y liebres. Y de ese modo se empezó a debatir sobre el sistema y, más concretamente, sobre la necesidad de cambiar el sistema, empezando por el bipartidismo.

        El debate que han puesto hoy sobre la mesa galgos y podencos se centra en cuatro o cinco puntos que afectan a la médula del sistema: la renovación, la regeneración, el bipartidismo y la estabilidad. Veamos lo que han hecho al respecto galgos, podencos, liebres y conejos.

        Frente a los políticos de la casta, es decir, frente a aquéllos que llevan muchos quinquenios calentando los sillones, sea en el gobierno o en la oposición, y que son los culpables de la muerte de Manolete, hacía falta caras nuevas, líderes nuevos, gente más joven y menos comprometida, que es justamente la que nutre a los partidos llamados emergentes. Eso es la renovación y no otra cosa. En la Región de Murcia, qué quieren que les diga, el único de los grandes partidos que ha renovado en buena parte su oferta de conejos ha sido el PP, con Pedro Antonio Sánchez a la cabeza. El PSOE pareció que iba a hacerlo pero no lo hizo, y ahí tenemos a Rafael González Tovar y sus viejas liebres. Un punto para Gryffindor y otro para galgos y podencos.

      Frente a las viejas formas de hacer política, los ciudadanos exigen nuevas maneras, más democráticas y transparentes, más participativas y menos viciadas. En eso consiste la regeneración. A galgos y podencos les resulta fácil prometer medidas regeneracionistas pues llegan huérfanos de experiencia de gobierno. Sin embargo, muchas de estas promesas se han visto empañadas por la tozudez de sus propios actos. El fomento del transfuguismo fruto de estrategias políticas de medio plazo de unos o las extrañas y trasatlánticas fuentes de financiación de otros nos hacen sospechar a los ciudadanos que no todo el monte es orégano. Los conejos y liebres lo tienen un poco más difícil, pues les resulta complicado predicar cuando antes no dieron trigo. Y es que la regeneración no consiste en promesas ni pactos, sino en actuaciones firmes y concretas. Veremos a ver, pero de momento no hay reparto de puntos.

        Los partidos emergentes critican el bipartidismo como si éste fuera la causa de todos los males, el cáncer de la democracia. Yerran. Tres de los sistemas democráticos más antiguos y que mejor funcionan, el norteamericano, el británico y el francés, se basan en un bipartidismo casi puro. En el alemán, otro sistema democrático casi ejemplar, el bipartidismo está moderado por dos partidos bisagra, los liberales y los verdes, que apoyan o comparten tareas de gobierno con los socialdemócratas y los democristianos según se tercie. Sin embargo, Italia, multipartidista por excelencia, ha dado como fruto algunos de los gobiernos más corruptos e ineficaces de Europa. Un punto para Gryffindor, y otro para Slytherin.

         Por otra parte, tampoco gobernar sin mayoría absoluta es el acabose. Bueno, tal vez lo sea para el rodillo parlamentario y el ninguneo de la oposición, pero no lo es en absoluto para lo que llaman algunos conejos la necesaria estabilidad de los gobiernos. Desde el punto de vista del ciudadano de a pie, o sea, desde mi punto de vista, la estabilidad no consiste en garantizar la inamobilidad en el sillón durante cuatro años, sino en definir el marco jurídico estable en el que el gobierno, sea cual sea y dure lo que dure, pueda dar respuesta a las necesidades sociales comunes al tiempo que promueve y facilita el desarrollo individual de las personas. Ésa y no otra es la estabilidad que necesita un país, una región o un municipio. Y en esto, discúlpenme galgos y podencos, me fío un poco más de quienes tienen más oficio y no parecen dispuestos a hacer experimentos con champán. De manera que un punto más para Gryffindor y otro para Slytherin.

         Pues ya sabe usted, querido Lector Malasombra, quién es el campeón de la Copa de Quidditch: Gryffindor, a los puntos.

(Artículo publicado el 12 de mayo de 2015 en el diario La Opinión de Murcia)

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lunes, 4 de mayo de 2015

En el mes de mayo

Paseando por los bosques de Wellenstein con mi hija Pepa

           A pocos kilómetros de Schengen, siguiendo el curso del Mosela, hay un pueblecito  rodeado de viñas llamado Wellenstein en el que pasé un verano hace unos años. Está en la orilla luxemburguesa del río y cuenta apenas con trescientos habitantes, un bar que abre unas horas por la tarde, una iglesia solitaria casi engullida por la yedra, una fuente de agua helada y transparente como el cristal y, en una curva del camino, una pequeña hornacina, de esas que tan frecuentes son en la vieja Europa católica, que alberga una imagen de la Virgen María. En las varias semanas que estuve allí nunca ví que le faltaran flores frescas, ni tampoco ví a quien las ponía.

En el pequeño pueblecito no había establecimiento comercial alguno, con dos únicas excepciones: una era la tienda de las Caves Cooperatives des Vignerons du Wellenstein, en la que podías adquirir unas cuantas botellas de Riesling, ese delicado vino dorado del Mosela que me recuerda tanto al Albariño, y algunas copas de pie blanco y vaso verde en las que tradicionalmente se bebe el vino; la otra era, sorprendentemente, un restaurante chino de excelente calidad que sin duda se nutriría de clientes de toda la comarca, del que Isabel, mi mujer, siempre pletórica de sentido común y tan poco amiga como yo de los restaurantes chinos, dijo que debía ser muy bueno si los vecinos, tan europeos ellos, habían consentido que permaneciera abierto. Siempre he sospechado de los restaurantes chinos por un par de hechos ciertos: que apenas generan basura y que, además, no suele haber gatos en sus inmediaciones, hecho éste, que siendo bien pensado, no es más que una consecuencia del primero. La comida china y en general toda la cocina oriental aprovecha todo lo comestible que, como nuestras abuelas también sabían, es casi todo. Uno de mis primeros descubrimientos, hace ya algunos años y gracias a Iwao Komiyama, fue lo sabrosa que resulta la parte verde de la cebolleta, ésa que antes tirábamos sin piedad a la basura. Con ellos, con los cocineros chinos y japoneses, aprendimos a picar las partes menos nobles de las verduras que antes desechábamos. Ellos han sido sin duda los maestros de esa ciencia tan de moda hoy y tanto tiempo olvidada que es el reciclaje de alimentos. Por eso, los restaurantes chinos apenas generan basura y eso explica, además, que no haya gatos cerca.

También tiene Wellenstein su pequeño cementerio, cercado con un murete bajo de piedra y con una cancela herrumbrosa que carece de llave. A diferencia de los de aquí, que se ven obligados a defender a los muertos frente a los vivos, los cementerios de la vieja Europa están siempre abiertos. Muchos se sitúan en las inmediaciones de la iglesia, en el prado que la rodea, pero el de Wellenstein está un poco más alejado. Como es un pueblo pequeño hay apenas unas pocas docenas de tumbas, pero las fechas de los enterramientos abarcan muchos años. Hay tumbas de muertos de casi todas las guerras que han asolado el centro de Europa, muy especialmente de la Gran Guerra, aquella que se libró en las trincheras cuyas cicatrices aún pueden apreciarse en esa tierra fronteriza, en parte francesa y en parte alemana. Ya he escrito alguna vez sobre ese río, el Mosela, afluente del Rhin al que se une en Coblenza, que significa precisamente confluencia, un río que una vez fue frontera y que hoy es uno de los símbolos de la unión de Europa.

Pues bien, en aquellas tierras verdes, en aquellas laderas pobladas de viñedos, en aquellos bosques que esconden pueblecitos como Wellenstein y que he recorrido en numerosas ocasiones, una de las cosas que más me ha llamado la atención ha sido la devoción a la Virgen María expresada en esas humildes hornacinas que jalonan los caminos. La imagen de la Virgen, respetada, libre de vandalismos y siempre rodeada de flores frescas, aborda al viajero y le invita dulcemente a detener su marcha un par de minutos para dar gracias a Dios.

Estamos en el mes de mayo, mes que el mundo católico dedica tradicionalmente a la Virgen María, y tal vez por ello me ha venido a la cabeza el recuerdo de aquella imagen de la Virgen en Wellenstein, cobijada en su hornacina al pie del camino, de la fe sencilla que revelaba.


Algo más que un recuerdo.

(Artículo publicado el 5 de mayo de 2015 en el diario La Opinión de Murcia)
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