martes, 14 de mayo de 2013

Tiempo muerto



(Artículo publicado el 14 de mayo de 2013 en el diario La Opinión de Murcia)




           Si esto fuera un partido de baloncesto los dos entrenadores habrían pedido tiempo. Frente al tiempo hay siempre dos posiciones: la de aquéllos que, como Constantino Romero, piensan que el tiempo es oro, y la de los otros que opinan que hay que darle tiempo al tiempo. Rápido o lento, vertiginoso o pausado, acelerado o calmoso, el tiempo transcurre inexorable. Todas hieren, la última mata. Sin prisa, pero sin pausa.

Se nos agota el tiempo y casi todo sigue sin respuesta. La izquierda se desmorona al tiempo que se radicaliza, la derecha se desdibuja y chispean la navajas,  en la noche política todos los gatos son pardos, los partidos políticos personifican a los ciudadanos cada día menos y los sindicatos más representativos ya no representan a nadie, la monarquía envejece al mismo ritmo en que lo hace el Rey, la Justicia es injustamente lenta, el gigantesco Estado del Bienestar ha resultado insostenible, las Autonomías desangran al propio Estado de la Autonomías, los derechos y las libertades sin recursos económicos no existen, y por primera vez en nuestra historia el pasado, el presente y el futuro son igualmente confusos. Mientras tanto, el tiempo pasa, tempus fugit.
            Hace unos pocos años, cuando aún gobernaba por así decirlo el Inimputable, escribí un artículo titulado “Una propuesta ingenua” acerca de la necesidad de un pacto de Estado frente a la crisis que se nos venía encima. Envidié en voz alta la Grosse Koalition alcanzada en Alemania entre la democracia cristiana y la socialdemocracia, que le había permitido adelantar cuatro o cinco años sus estrategias frente a la crisis. Ahora no es tiempo de una Gran Coalición, ni siquiera de un pacto de gobierno, pues hay un gobierno legítimo que cuenta con mayoría absoluta para gobernar. Lo que hace falta ahora es tiempo para pensar juntos o, dicho de otro modo, lo que hace falta es pensar  juntos durante algún tiempo acerca de cuál es el modelo de Estado que hoy resulta posible. No se trata ahora de que se produzca un gran pacto como reclama la izquierda con su mala uva deslegitimadora, ni de que ese pacto consista en una rendición sin condiciones como apostilla la derecha francotiradora. Se trata de abrir un espacio común de debate sobre los rasgos básicos del Estado que habrá de surgir tras la crisis. Es justamente el hallazgo de ese perfil común el que propiciará la adopción del pacto. Mientras, el tiempo vuela, como decía aquella canción de Booker T. & The M.G’s, versionada en España por Los Pekenikes.
Les pondré un par de ejemplos sobre lo importante que es sentarse a pensar juntos para poder llegar juntos a un acuerdo. Uno. Sabemos que más del setenta por ciento de los españoles desconfía de Europa y de sus instituciones y que la inmensa mayoría rechaza los inaceptables privilegios de los eurodiputados. Sin embargo, el año que viene habrá elecciones al Parlamento Europeo sin que ningún partido político en España haya tenido tiempo de recoger en su ideario la necesidad de reformar el modelo europeo actual ni cuál sea ese modelo futuro. Tiempo habrá después para que los españoles reclamen la salida de esta Europa sin condiciones en la que nos hemos metido.   
Otro. Sabemos que el Estado Autonómico es insostenible y, en algunos aspectos, injustificable. También sabemos que está sobredimensionado, que su estructura debe ser revisada y que las regiones son básicamente prestadoras de servicios (sanidad y educación, principalmente, que son además los componentes esenciales del Estado del Bienestar), por lo que la reducción del Estado Autonómico lleva aparejada la reducción del Estado del Bienestar. Podemos sospechar que no ocurriría nada si coexistieran dos grados distintos de autogobierno, según se trate de regiones históricas y del resto. Intuimos que el número de regiones autónomas es excesivo y que falta un esquema normativo que garantice de manera efectiva la cooperación solidaria entre las regiones y entre ellas y el Estado. Estamos convencidos de que el Senado no es necesario si no es para representar y coordinar los intereses de los territorios, por lo que urge su reforma o su desaparición. Sabemos que sobran muchas leyes autonómicas mal hechas sobre una misma materia, que podrían ser sustituidas por una sola Ley del Estado bien hecha en cuya elaboración hubieran participado las regiones a través, precisamente, del Senado. Sabemos, por tanto, que sobran parlamentarios regionales y que no es necesario que sean políticos profesionales. Sabemos, por último, que sobra mucho gasto público innecesario. Todo eso lo sabemos. Y, sin embargo, dentro de dos años habrá elecciones autonómicas sin que los partidos políticos se hayan sentado juntos a pensar en el modelo que los ciudadanos desean, en qué servicios del Estado del Bienestar y del Estado Autonómico son prescindibles y cuáles no lo son.
A estas alturas, querido lector Malasombra, no nos vale acudir al modelo de la Constitución para resolver estas cuestiones. Ya se encargarán mañana, día 15 de mayo, de gritarlo algunos.
Mientras tanto, se nos ha muerto Alfredo Landa y nadie lo sustituye.
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martes, 7 de mayo de 2013

El día de la madre que los parió

(Artículo publicado el 7 de mayo de 2013 en el diario La Opinión de Murcia)



En un año corriente hay un Día de la Madre y trescientos sesenta y cuatro días de la madre que los parió. Nada hay que decir sobre el primero, un invento comercial, sí, pero un buen invento al fin y al cabo que nos recuerda que madre no hay más que una y que a ti te encontré en la calle. Ese día hay que gritar indiscriminadamente el piropo castizo de “Viva la madre que te parió”, incluso como lo hizo aquel turista inglés de vacaciones en Marbella que, tratando de emular el gracejo andaluz para los piropos pero construyendo la frase a la manera de Shakespeare, exclamó al paso de una buena moza: “A ti te parió una madre”, a lo que la chica, al verlo tan colorado por el sol, replicó con descaro: “Y a ti una gamba, no te fastidia…”

Los otros, los días de la madre que los parió, son otro cantar. Sea porque la única noticia es la mala, sea porque realmente sólo hay malas noticias, porque te levantas con el pie izquierdo o porque lo haces con el derecho, sea por lo que sea, lo cierto es que no hay día en que no te acuerdes de la madre que parió a alguien. El recuerdo a las pobres madres, que realmente tienen poco o muy poco que ver con que su hijo les haya salido un malaje, no es más un recurso lingüístico. A quien realmente va dirigida la imprecación es al hijo de su madre que nos causa el malestar o la desazón. Y lo cierto es que en eso de mentar a la madre somos muy madrugadores. Yo, por ejemplo.

Según mi experiencia, hijo de su madre es quien pasa por mi lado como una flecha montado en su bicicleta cuando de mañana voy por la [calle] Trapería camino del trabajo y que más de una vez ha estado a punto de llevarme por delante, a mí o a cualquiera de los viandantes.

Hijos de su madre son los que tiran el chicle usado al suelo, convirtiendo el pavimento en una especie de piel de leopardo gigante. Les animo a ver el estado en que se encuentran, aún después de varias limpiezas con agua caliente a presión, los mármoles y granitos de la Avenida de la Libertad de Murcia.

Hijos de su madre son los que estacionan sus motos o sus coches en los pasos de peatones, justo encima del rebaje que permite salvar el bordillo a las sillas de ruedas, a los cochecitos de bebé y a los carros de la compra.

Hijo de su madre es el que ha intentado rajar con su navajita o con su llave las fotografías murales que, muy acertadamente, ha instalado el Ayuntamiento de Murcia en las vallas de cerramiento de edificios en obras. A sus pies, señora concejal. Afortunadamente las fotos resisten las pintadas y demás atentados de los hijos de su madre.

Hijos de su madre fueron los que, en su particular noche de juerga, arrancaron los arbolitos de los maceteros que adornan la Trapería de Murcia (otra vez a sus pies, señora concejal), seguramente porque las flores, como la miel, tampoco están hechas para la boca de los asnos.

A estas alturas mi lector malasombra tiene que estar muy enfadado porque no he mencionado aún al hijo de su madre que, a las cuatro de la mañana, comenzó a dar golpes en el tabique medianero de su casa, tan fuertes y desconsiderados que, del suto, casi se le cayó al suelo el taladro que tenía en sus manos. Y es que, estimado lector malasombra, hay hijos de su madre a uno y otro lado del muro.

Se me han quedado en el tintero unos cuantos hijos de la madre que los parió, pero seguro que ustedes conocen a muchos que podrían ocupar el sitio con todo merecimiento. Los equipos alemanes de fútbol, algún músico de rock o el inventor de los amplificadores de sonido, por ejemplo.
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