Artículo publicado en el diario La Opinión de Murcia el 27 de noviembre de 2008
VERSIÓN CLÁSICA: Caperucita Roja, llamada así porque siempre vestía una capita con capucha de ese color, era una niña que vivía con su madre a orillas del bosque. Un buen día fue a llevar comida a su abuelita que vivía en medio de la floresta y, desatendiendo los prudentes consejos maternales, tralará, tralarita, atravesó el bosque por un atajo donde se encontró con el lobo feroz al que, con todo el candor y la inocencia de una niña de cuento, informó de su visita a la abuelita. El lobo marchó rápidamente a casa de la abuelita, la devoró de un bocado y, vistiéndose con sus ropas, se metió en la cama y aguardó impaciente a Caperucita. Caperucita, confundiendo al lobo feroz con su abuelita, le preguntó que para qué quería una boca tan grande, a lo que contestó el lobo que para comérsela mejor (a Caperucita) y se abalanzó sobre ella. Al oir los gritos de Caperucita, un cazador que por allí pasaba mató al lobo feroz de un tiro y salvó a la dulce niña.
VERSIÓN ADAPTADA: Caperuzita Roja era una niña que se llamaba así, no por su vestimenta, no, pues usaba vaqueros ombligueros y camiseta de rayas con la efigie estampada de Evo Morales, sino porque era de izquierdas desde muy chiquita, como las hijas de ZP. La progenitora B de Caperuzita era profesora de Educación para la Ziudadanía en el instituto del bosque y había educado monoparentalmente a la niña en los postulados del progresismo libertario más feroz, de tal suerte que Caperuzita hacía siempre lo que le daba la gana, mientras que su madre trataba infructuosamente de dialogar con ella.
Un buen día, o mejor dicho, una buena noche, a eso de las dos de la mañana, o sea con nocturnidaz, Caperuzita decidió ir a visitar a la madre de su progenitora B (le habían enseñado desde pequeña a no llamarla abuelita, que eso sonaba muy carca) para convenzerla, con Z de ZP, de que votara al PSOE en las próximas elecciones y, de paso, para llevarle unos bocatas. Hay que decir que la abuelita era una ancianita de derechas de toda la vida que vivía de una exigua pensión en una casita del bosque. Caperuzita Roja, siempre dispuesta a llevarle la contraria a su progenitora B, y pese a las dialogantes advertencias de ésta, decidió cruzar el bosque en mitaz de la noche por el camino de enmedio y, claro, se topó con el Lobo Feroz, también con Z de ZP.
El Lobo Feroz era un colega de marcha de Caperuzita al que la joven no veía desde la noche anterior y, para celebrar el encuentro, decidieron organizar un botellón en el jardín de la casa de la madre de la progenitora B de Caperucita, es decir, en el jardín de la abuelita carca, que en esos momentos se encontraba durmiendo plácidamente en su cama, arropada con la colcha de ganchillo. La abuelita, la pobre, se despertó sobresaltada al oír los sones de la delicada canción “Demasiao perro pa trabajá – demasiao carvo pal rocanró” de los Mojínos Escozíos, que sonaba como si la camita estuviera instalada en mitad de un concierto del famoso grupo de rock formado por el “Sevilla”, el “Zippy”, el “Vidalito”, el “Puto” y el “Chicho”. Presa de fuertes taquicardias, la abuelita salió al jardín y allí encontró a su Caperuzita, al Lobo Feroz y a diecinueve colegas más, montando la fiesta por todo lo alto. Al preguntar con voz entrecortada qué ocurría y qué era ese ruido tan grande, el Lobo Feroz cogió su móvil con la ferocidaz que le es propia, llamó al cuartelillo de la polizía munizipal y con toda claridaz denunzió a la abuelita por tratar de impedirles a él y a sus colegas, con monsergas acerca de no sé qué derecho al descanso de no sé quien, tío, córtale el rollo chungo a la vieja, el sano ejerzizio del derecho constituzional a la movida joven.
Como es natural, el polizía munizipal se presentó raudo y veloz, detuvo a la abuelita y le confiscó la colcha de ganchillo. Caperuzita Roja, ni se enteró.
VERSIÓN ADAPTADA: Caperuzita Roja era una niña que se llamaba así, no por su vestimenta, no, pues usaba vaqueros ombligueros y camiseta de rayas con la efigie estampada de Evo Morales, sino porque era de izquierdas desde muy chiquita, como las hijas de ZP. La progenitora B de Caperuzita era profesora de Educación para la Ziudadanía en el instituto del bosque y había educado monoparentalmente a la niña en los postulados del progresismo libertario más feroz, de tal suerte que Caperuzita hacía siempre lo que le daba la gana, mientras que su madre trataba infructuosamente de dialogar con ella.
Un buen día, o mejor dicho, una buena noche, a eso de las dos de la mañana, o sea con nocturnidaz, Caperuzita decidió ir a visitar a la madre de su progenitora B (le habían enseñado desde pequeña a no llamarla abuelita, que eso sonaba muy carca) para convenzerla, con Z de ZP, de que votara al PSOE en las próximas elecciones y, de paso, para llevarle unos bocatas. Hay que decir que la abuelita era una ancianita de derechas de toda la vida que vivía de una exigua pensión en una casita del bosque. Caperuzita Roja, siempre dispuesta a llevarle la contraria a su progenitora B, y pese a las dialogantes advertencias de ésta, decidió cruzar el bosque en mitaz de la noche por el camino de enmedio y, claro, se topó con el Lobo Feroz, también con Z de ZP.
El Lobo Feroz era un colega de marcha de Caperuzita al que la joven no veía desde la noche anterior y, para celebrar el encuentro, decidieron organizar un botellón en el jardín de la casa de la madre de la progenitora B de Caperucita, es decir, en el jardín de la abuelita carca, que en esos momentos se encontraba durmiendo plácidamente en su cama, arropada con la colcha de ganchillo. La abuelita, la pobre, se despertó sobresaltada al oír los sones de la delicada canción “Demasiao perro pa trabajá – demasiao carvo pal rocanró” de los Mojínos Escozíos, que sonaba como si la camita estuviera instalada en mitad de un concierto del famoso grupo de rock formado por el “Sevilla”, el “Zippy”, el “Vidalito”, el “Puto” y el “Chicho”. Presa de fuertes taquicardias, la abuelita salió al jardín y allí encontró a su Caperuzita, al Lobo Feroz y a diecinueve colegas más, montando la fiesta por todo lo alto. Al preguntar con voz entrecortada qué ocurría y qué era ese ruido tan grande, el Lobo Feroz cogió su móvil con la ferocidaz que le es propia, llamó al cuartelillo de la polizía munizipal y con toda claridaz denunzió a la abuelita por tratar de impedirles a él y a sus colegas, con monsergas acerca de no sé qué derecho al descanso de no sé quien, tío, córtale el rollo chungo a la vieja, el sano ejerzizio del derecho constituzional a la movida joven.
Como es natural, el polizía munizipal se presentó raudo y veloz, detuvo a la abuelita y le confiscó la colcha de ganchillo. Caperuzita Roja, ni se enteró.
Y colorín, colorejo, que este cuento es ya muy viejo.
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