martes, 20 de enero de 2009

Los cuentos de ZP: Los tres Zerditos


Artículo publicado en el diario La Opinión de Murcia el 11 de diciembre de 2008


VERSIÓN CLÁSICA: Érase una vez Tres Cerditos que vivían junto a un denso bosque y, temerosos de que un día viniera el Lobo Feroz a comérselos, decidieron construir cada uno una casita en la que guarecerse. Uno de ellos, que era el Cerdito más gandul y juguetón, se hizo una choza de paja para poder ir a jugar lo antes posible. El segundo se construyó una cabaña de madera. Tardó un poco más, pero pronto pudo reunirse con el primer Cerdito. El tercero, que era el más hacendoso y precavido de los tres, construyó su casita con cemento y ladrillos. Un día llegó el Lobo Feroz en busca de comida, o sea, de Cerditos, y éstos, espantados, corrieron a refugiarse en sus casitas. Cuando el Lobo llegó a la choza de paja, hinchó de aire los pulmones y la derribó de un fuerte soplido, mas el Cerdito corrió a refugiarse a la cabaña de madera de su amigo. Al poco llegó el lobo y sopló, y sopló, y derribó también la cabaña de madera. Los Cerditos se refugiaron entonces en la casita de ladrillos del Cerdito Laborioso. El lobo sopló, y sopló, y sopló, mas nada pudo contra la sólida casita. Entonces pensó en colarse por la chimenea, pero los Cerditos, que serían Cerditos pero no tontos, pusieron una gran olla de agua en el fuego y el Lobo Feroz cayó directamente en el agua hirviente y se escaldó..., bueno, ya saben ustedes lo que se escaldó el Lobo, de suerte que se fue corriendo y aullando, y nunca más volvió a molestar a los Tres Cerditos que vivieron felices y comieron perdices.

VERSIÓN ADAPTADA: Érase una vez Tres Zerditos que moraban junto a un bosque protegido por la legislación medioambiental de aquel entonces, legislación que había sido impulsada con toda severidaz por la FINA, que no era el nombre de la señora del burgomaestre de turno, no señor, sino las siglas de la Federación Interélfica de Naturistas Asilvestrados. Los Zerditos vivían temerosos de que algún día el Lobo Feroz que vivía en el bosque protegido viniera a comérselos. Lo más natural en estos casos hubiera sido que el gobierno mandara al bosque una partida que diera caza al Lobo, pero no fue así pues, como ya se habrán imaginado ustedes, mis queridos e inteligentes niños, el Lobo era una especie protegida por las leyes de la FINA, lo que significaba que podía ir por ahí con total libertaz, comiéndose a quien quisiera en nombre de la ecología más feroz. Por esta razón, los Zerditos decidieron construirse una casita cada uno para guarecerse de los ataques del Lobo. El primero empezó a hacer una choza de paja, pero antes de que la hubiera acabado llegó un alguacil de la FINA, ya saben, y además de pedirle la licencia de obras menores, le levantó un acta de infracción por trabajar sin casco. El Zerdito, espantado, huyó hasta la cabaña de madera que construía el otro Zerdito, ése sí, protegido con un casco y provisto de la correspondiente licencia de obras. “Las cabañas de madera también precisan de proyecto visado por el Colegio de Constructores de Cabañas, así como de Plan de Prevención de Riesgos Laborales”, les dijo el alguacil mientras redactaba una denuncia por uso de casco no homologado. Y los Zerditos, doblemente espantados, huyeron con toda celeridaz en dirección al lugar donde el tercer Zerdito, el más precavido y hacendoso de los tres, había decidido construir su casa de ladrillos y cemento, con chimenea, barbacoa, solarium y plaza de aparcamiento para dos coches. Al llegar a la parcela, los Zerditos gandules y atolondrados vieron cómo el Zerdito Laborioso, tocado con su casco protector homologado, mostraba sonriente al alguacil todos los permisos, licencias, proyectos, planes y visados habidos y por haber. Pero el alguacil, más listo aún, que por algo era alguacil, le pidió el certificado oficial de la FINA de que las obras proyectadas no afectarían al bosque protegido. El Zerdito Laborioso, ni corto ni perezoso y acompañado por los otros dos Zerditos, marchó a toda velocidaz a las oficinas de la FINA para solicitar el dichoso certificado.
“Pom, Pom”, llamaron los Tres Zerditos a la puerta de la FINA. “¿Quién es?”, contestó desde dentro una voz. “Somos los Tres Zerditos y venimos a pedir el certificado de legalidad medioambiental de la casa que quiero construir junto al bosque” contestó el Zerdito Laborioso con su voz de flauta. “Pasad, pasad”, les dijo la voz.
Al entrar en la oficina, el Lobo Feroz se abalanzó sobre los triplemente espantados Zerditos y se los comió de un bocado. Luego, relamiéndose todavía y con la panza llena, decidió echar una siesta y, entrando en un despacho, cerró la puerta tras de sí. En la placa atornillada en la parte superior de la puerta se podía leer el siguiente rótulo: “Don Lobo Feroz. Presidente de la FINA”.

Y colorín, colorido, este cuento ha fenecido.

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