martes, 25 de septiembre de 2012

Independen$ia


(Artículo publicado el 25 de septiembre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)


Independen$ia. El independentismo de Artur Más tiene truco, la pela, pero pensar que la cuestión catalana es sólo económica es un error monumental, por no decir colosal. A mí esto me recuerda a aquella madrina a la que no veías nunca y que nunca se acordaba de tí excepto el día de tu santo. Entonces llegaba un espléndido regalo y la madrina-madrastra se transformaba en hada madrina. No es que hubiera cariño, no, pero su falta era compensada con dinero y ya lo saben ustedes, los duelos con pan son menos, o dicho en catalán independentista, Barcelona es bona si la bolsa sona. Pero el problema sigue ahí. Artur Más podrá conformarse o no con algún dinero que le dé Mariano Rajoy para sanear sus cuentas autonómicas, pero no por ello los catalanes se sienten más cerca de España. Durante años nos hemos creído la especie de que los catalanes no querían a España, que Pepito no quiere a su madrina, pero tal vez todo comenzara al revés y que España haya sido la madrastra de Cataluña. En cualquier caso, mal negocio.


            Esperanza y los Pimientos. Hubo un tiempo en que la fiesta principal y más representativa de todos los murcianos, o así lo pretendieron algunos, fue la de los Pimientos de Oro. Fue ésta una temeraria aunque plausible iniciativa de un conocido restaurante huertano para hacer venir a Murcia a alguien famoso o famosillo con la excusa de la entrega de un premio en forma de pimiento dorado. Como iniciativa privada no seré yo quien la critique. El problema llegó cuando el poder político rampante transformó el acto huertano en una especie de entrega oficiosa de los máximos galardones regionales. Tras Jaime Mayor y Federico Trillo, creo recordar, le tocó el turno a Esperanza Aguirre, por aquel entonces presidenta del Senado. Cuando llegó al salón con educada puntualidad la organización tuvo la feliz idea de abandonarla a su suerte para acudir en tropel a esperar la llegada del poder establecido. La recuerdo sola y de pie junto a la mesa vacía. Con profunda vergüenza me levanté de mi sitio en otra mesa, me acerqué a Esperanza y le brindé mi conversación hasta que muchos minutos después llegó el resto de invitados. Juré para mis adentros que nunca más volvería a pasar hambre y, en efecto, jamás volví a otra pimentonada.


            Diablo o conejo. Se trata de un juego infantil, o eso creo, que consiste en levantar la mano haciendo la señal de la victoria con los dedos índice y corazón. Si miras la mano con la palma hacia tí y los demás dedos plegados sobre ella la imagen se parece a un conejo con las dos orejas erguidas y su hocico arrugado. Si la contemplas al revés, esto es con la palma vuelta hacia fuera, la imagen se parece más a la de un pequeño diablo con sus cuernos. Eso es lo que me dice mi cuñado el sueco, haciendo girar varias veces la mano, cuando quiere referirse a algo ambiguo, que puede ser bueno o malo según se mire, como tomarse la cuarta cerveza: diablo, conejo, diablo, conejo… Eso es justamente lo que se me ocurrió hacer a mí cuando supe de la muerte de Santiago Carrillo, diablo, conejo, diablo, conejo…


            Manifestódromo. Mi aparentemente olvidado Ignatius, del que hablo poco, es cierto, pero al que sufro mucho, me dice que ya va siendo hora de transformar el paseo de Alfonso X el Sabio de Murcia, de tontódromo en manifestódromo. El otoño caliente ha comenzado calentísimo, con manifestaciones, caravanas de sindicalistas y cortes de calles a todas horas, y cabe pensar que esto irá a más pues así lo asegura la izquierda pretridentina.
―Convendrás conmigo ―me dice Ignatius―, en que es el sitio ideal para ello. Se trata de un circuito en redondo que permite que la manifestación dure eternamente, de modo que el cómputo de asistentes pueda satisfacer a los convocantes más exigentes, desde varios miles a varios millones de manifestantes según la duración de la manifestación. El bulevar del centro permite la colocación de casetas en las que pueden estar representadas todas las instituciones y administraciones públicas que quieran, la caseta de la Delegación del Gobierno, las distintas Consejería, el Ayuntamiento capitalino, la de la Iglesia Católica, y hasta el Real Murcia, ahora que es sociedad anónima y privada. En los laterales, unas magníficas tribunas permitirán al público disfrutar de la manifestación cómodamente sentados y merendar al paso de la pancarta de cabecera, además de ser una bonita fuente de ingresos para las arcas municipales. Otra ventaja es que todas la manifestaciones podrán acabar en las casetas instaladas al efecto por conocidas marcas de cerveza. La única cuestión espinosa es decidir si el sentido de la manifestación debe ser de izquierda a derecha, como las agujas del reloj, o de derecha a izquierda, lo que parece menos afortunado…

Y todos contentos.
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martes, 18 de septiembre de 2012

Sola, fané y descangayada




(Artículo publicado el 18 de septiembre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)



Quienes gustan del tango conocen sin duda estos términos integrados, junto con otros de origen gauchesco y criollo, en el “lunfardo” que es la jerga barriobajera que surgió en Buenos Aires en la segunda mitad del siglo diecinueve entre la inmigración básicamente española e italiana. Configurado inicialmente como argot delincuente, como lenguaje gremial que escribió Borges, pronto se incorporó al habla coloquial de las clases rioplatenses más humildes. “Fané” significa ajada, descolorida, estropeada, marchita, venida a menos, mientras que “descangayada” o descangallada, que es palabra española procedente del gallego y del portugués, significa literalmente descoyuntada y también maltrecha, malherida, desvencijada. El tango de Enrique Santos Discépolo que lleva por título “Esta noche me emborracho” añadía en su primera estrofa “sola”, que no necesita aclaración alguna, para referirse a una mujer de la vida que se encuentra al final de su carrera y a la que el cantor amó una vez:

Sola, fané y descangayada
La vi esta madrugada salir del cabaret.
Flaca, dos cuartas de cogote
Y una percha por escote bajo la nuez.

Chueca, vestida de pebeta,
Teñida y coqueteando su desnudez
Parecía un gallo desplumao
Mostrando al compadrear su cuero picoteao.
Yo qué sé, cuando no aguanto más,
Al verla así rajé pa no llorar

            Así está España, sola, fané y descangayada. No es solo la economía, imbécil, que le diría el asesor electoral al presidente Bush, es también todo lo demás.
En estos últimos años, leemos, ha aumentado en España la población “ni-ni”, que son aquellos jóvenes que ni estudian, ni trabajan. Me pregunto qué futuro les aguarda en este mundo altamente competitivo y especializado que les entregaremos en herencia envenenada.
Los sindicatos, aunque tal vez vaya siendo hora de hablar ya del sindicato único, piden en la calle un referéndum sobre los recortes, o dicho de otra manera “al pijo con la democracia representativa” o “las Cortes Españolas nos importan un hormigo”. En Murcia, cada jueves, los sindicatos colapsan la ciudad aprovechando que hay mercado. Miles de vehículos quedan bloqueados, miles de personas se ven atrapadas en los embotellamientos y mientras tanto el artículo 9.1 de la Ley de Tráfico, el que dice aquello de que los usuarios de la vía pública “están obligados a comportarse de forma que no entorpezcan indebidamente la circulación, ni causen peligro, perjuicios o molestias innecesarias a las personas, o daños a los bienes”, mientras tanto, digo, el artículo duerme el sueño de los justos, o dicho en lunfardo “se apoliya”.
Catalunya sueña con ser estado independiente “porque es más que un club” que incluya, cómo no, a los Països Catalans, es decir, desde el Roselló, capital Perpinyá, hasta nuestra vecinica Oriola del Senyor, pasando por Andorra, las Illes Balears y L’Alguer en la Cerdenya. Euskal Herria también sueña, pero con tintes de pesadilla en forma de republika sozialista, ese modelo de libertades.
Los vecinos de abajo se enrocan en la isla de Tierra y nuevamente en Perejil, con la vista puesta en el Peñón de Vélez de la Gomera, en el de Alhucemas, en las Chafarinas, en Ceuta, en Melilla y en las Islas Canarias ¿Qué no? A que sí…
Mientras todo esto ocurre, la España cañí se divide entre los que creen que tocarse los hormigos es pecado y los que no, entre los que opinan que el Ecce Homo paquirrinesco ha mejorado tras la restauración perpetrada por doña Cecilia y los que no, entre los que opinan que la Obra Social de alguna caja arruinada debe morir con las botas puestas organizando una exposición monográfica de doña Cecilia y los que no, entre los que opinan que la creación de la cátedra de Cristóbal Gabarrón es un disparate y los que piensan que es un dislate, entre los que opinan que el problema del Madrid es la tristeza de Cristiano y los que creen que es el cabreo de Mou
Y entretanto el tango finaliza en cruel lunfardo:

Fiera venganza la del tiempo
Que le hace ver desecho lo que uno amó
Este encuentro me ha hecho tanto mal
Que si lo pienso más termino envenenao,
Y esta noche me emborracho bien,
Me mamo bien mamao pa no pensar.

            Pues eso.
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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Un editorial colosal




(Artículo publicado el 11 de septiembre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)


Nuestro querido Presidente, Mariano Rajoy, cuando quiere magnificar algo hasta el infinito, hasta lo impensable, emplea un adjetivo un tanto antiguo que no se suele oír con mucha frecuencia: colosal. Recuerdo una ocasión en que Rajoy visitaba Murcia siendo Ministro de Administraciones Públicas. Alguien le preguntó en el Paraninfo de la Universidad de Murcia si creía posible que Cartagena se convirtiera por fin en provincia. Mariano, mirándole con esa mirada de susto ligeramente estrábica le contestó “Hombre, si hay para ello una razón colosal…” Pues bien, colosal es el adjetivo que merece el editorial de este periódico publicado el domingo pasado que llevaba por título “Una puerta a la esperanza”. Sencillamente colosal. No sé muy bien quien escribe los editoriales en La Opinión, tal vez sea yo mismo aunque eso sería sin mi permiso y aún sin mi conocimiento e, incluso así, yo no habría sido capaz de escribir una receta para salir de la crisis tan clara y tan rotunda como lo hizo el editorialista dominical. No, no fui yo, aunque creo saber quien lo hizo, sea ángel o paloma.
MI lector malasombra, a quien aprovecho para saludar a la vuelta del verano y al que, tal vez por eso, veo más negro que un zapato, acaba de dar un brinco en su asiento. “Claro, qué va a decir Megías si es colaborador habitual de este periódico, si será pelota…”. Pues sí, querido y añorado lector malasombra, soy colaborador habitual de este periódico, lo hago gratuitamente porque me gusta y porque aún recuerdo agradecido que con mis primeros artículos publicados me pude pagar el ordenador portátil  y, además, porque me complace ser un pelotillero colosal de sus editoriales cuando éstos también lo son.
El editorial ha dado en el clavo. Es exactamente eso: el Camino de Baldosas Amarillas. La fórmula del “rescate preventivo” de Merkel-Draghi puede ser la cuadratura del círculo, el mecanismo que satisfaga a la Europa del Centro y del Norte y a la Europa Periférica del Sur, a la que hizo sus deberes hace una década y a la que aún no los había comenzado hace tan sólo un par de años, pero la verdadera cuestión radica en que hacer hoy los deberes de hace años es mucho más difícil que entonces. Ya no podemos devaluar nuestra moneda para ganar en competitividad en los mercados, ni directa ni indirectamente, como no sea por la vía del sacrificio individual y colectivo, por el Camino de Baldosas Amarillas. “Una devaluación significa, lisa y llanamente, un empobrecimiento al bajar precios y salarios”, decía el editorial del domingo. Lo que España necesita, afirmaba el editorial, “es un pacto de rentas por el que todos sin distinción, y cada cual en su medida, arrimemos el hombro para invertir la tendencia. Los partidos deberían tomar la iniciativa. Gobierne quien gobierne aplicará parecidas recetas (…) Necesitamos reanimar la conciencia cívica, recuperar cualidades como la honradez,  el mérito, la ejemplaridad, la rectitud o el compromiso, repartir con justicia la carga para mantener la cohesión social y desterrar a los pícaros y a los mediocres”. Las cursivas son mías.
Dicho de otra manera.
Hace falta que los partidos políticos representen los intereses de los ciudadanos y no los intereses de los políticos y es necesario que arrimen el hombro empezando por ellos mismos. Se me ocurre cómo hacerlo: reduciendo a un tercio del número de puestos políticos de gobernantes, de parlamentarios y de concejales (también en la Región de Murcia, también en ella); suprimiendo los privilegios de la clase política, todos los privilegios salvo los constitucionales, incluidas las pensiones vitalicias y las indemnizaciones millonarias (también en la Región de Murcia); sustituyendo la retribución por la indemnización, es decir los sueldos por las dietas indemnizatorias; y finalmente  limitando sus retribuciones a una sola retribución pública en una cuantía total delimitada en la Ley (también en la Región de Murcia, también).
Que el sacrificio sea de todos, también en la Región de Murcia, lo que incluye a los políticos, a los sindicalistas y a los empleados privados y, muy especialmente, a los directivos y empleados de banca, y no solo de unos pocos, pues hasta ahora el sacrificio le ha sido exigido casi exclusivamente a los parados, a los empleados públicos y, de manera singularmente dura, a los funcionarios, como es bien sabido también en la Región de Murcia.
Recuperar los valores que constituyen el alma de la sociedad, su espíritu y su fortaleza, llámenles cualidades si lo prefieren, como la honradez,  el mérito, la ejemplaridad, la rectitud y el compromiso. Ser el más fresco del barrio no debería ser un mérito para ejercer el liderazgo y, sin embargo, los más pillos, los más frescos y los que mienten con más desparpajo  llegan sin duda más lejos (también en la Región de Murcia, también aquí).
Repartir las cargas con equidad. Cuando escribo esto siento vergüenza y rabia porque hoy, después de nosecuántas constituciones que han proclamado este principio, de nosequintas leyes que se inspiran en él y de varios decenios de vida en democracia, después de todo,  aún tengamos que exigir que el reparto equitativo de las cargas sea un hecho y no una quimera… también en la Región de Murcia, también en nuestra Región.
Desterrar a los pícaros y a los mediocres… Por ejemplo con la reforma de las leyes electorales para establecer el sistema de listas abiertas. Tachar al pícaro y al mediocre dejaría de ser un sueño. También en la Región de Murcia.
Como te decía, querido lector malasombra, un editorial colosal.
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martes, 4 de septiembre de 2012

Aquellos locos veranos


Ecce Homer (con perdón)



(Artículo publicado el 4 de septiembre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)



Por extraño que parezca Murcia nos ha recibido a la vuelta de vacaciones con los brazos abiertos en forma de una temperatura refrescante, lo que nos ha permitido burlarnos de los calores pasados con manifiesta temeridad porque a la vuelta de la esquina nos esperan de nuevo los sudores y las calorinas del falso otoño murciano. Mi mujer, que a diferencia de mí se equivoca muy poco, le lleva la cuenta al calor y afirma que el fresco otoñal no llegará hasta pasado el cumpleaños de la Pepa allá por el 19 de noviembre. De manera que no se me apuren en guardar la ropa de verano ni en recuperar de la naftalina las galas de invierno.
Además del verano del Ecce Homo (por cierto, les obsequio con este magnífico Ecce Homer que ilustra el artículo y que me ha mandado un amigo, para que lo recorten y lo cuelguen en el salón de su casa), éste ha sido sin duda el verano de la crisis. Las vacaciones, para quien haya tenido la fortuna de disfrutar de ellas, han sido por regla general más cortas y de familia, los desplazamientos más locales y los clásicos excesos veraniegos han quedado reducidos a la cervecita en casa y al vino con gaseosa, a las aceitunas rellenas y a la bolsa de patatas fritas. De chiringuitos y bares, lo justillo, y de restaurantes, poco o nada, que han quedado como hace años en manos de los bárbaros del norte. Con la crisis, y para desgracia del comercio nacional, hemos gastado muy poco en ropa de temporada, de manera que hemos combinado el bañador del año pasado con el de hace tres años y nos hemos decidido a rescatar del fondo del armario el pantalón mil rayas y aquel vestidito camisero de lunares para dar la sensación de estrenar algo. Moda retro, la llaman. España ha vuelto a los veranos de botijo y abanico, de solanera ardiente animada por el rumor de las chicharras y de noches envueltas en el calor agobiante y en el canto ácido de los grillos. Los ventiladores, impotentes, y el aire acondicionado apagado para ahorrar.
Sin embargo hemos sobrevivido a ello y, además, el resultado no ha sido tan ingrato. Tal vez haya quien eche de menos los veranos de los años inmediatamente anteriores a la crisis, aquellos en los que se gastaba cada día casi lo mismo que no hemos podido gastar este verano en todas las vacaciones, pero también hay quien no ha echado nada en falta, entre otras cosas porque todo aquello era prescindible. Antes bien, han redescubierto aquellos locos veranos de antes de la euforia en los que se veraneaba con muy poco. Yo recuerdo haber visto algún alcalde de Murcia tomando el fresco sentado en una mecedora plegable de lona y madera en la puerta de una sencilla casa alquilada en una playa cercana. Y me contaban de otro que también fue alcalde de Murcia que sus mañanas de verano las pasaba de visita en la carnicería de un amigo en el pueblo, sentados ambos dentro de la cámara frigorífica y abrigados con la chaquetilla del pijama para no coger demasiado frío, con un vaso de tinto y echando mano de vez en cuando a las ristras de salchichas y morcillas que se secaban al frío. Eran los años del verano azul, de las vacaciones de familia y en familia, en que los rigores de la canícula los combatían los poderosos y los humildes y los ricos  y los pobres (los medianamente ricos y los medianamente pobres, se entiende) de igual manera, esto es, sentándose al tomar el fresco con el botijo a mano, fuera en el lugar habitual de residencia o en otro sitio, fuera en algún pueblo de la playa, del campo o de la huerta, o en la ciudad. El tiempo de ocio se mataba entonces como se ha matado mayoritariamente este año, con las fichas de dominó, con una cervecita y con largos y gratuitos paseos con la parienta o con el pariente, según se mire.
Releyendo lo que he escrito hasta yo mismo podría haber llegado a pensar que la crisis ha tenido el efecto bondadoso de alejarnos del espejismo, pero no es así. Abro los ojos y ya no veo a ningún político poderoso sentado en una vieja mecedora de lona tomando el fresco en la puerta de su casita de veraneo alquilada o pasando sus mañanas de vacaciones sentado en mangas de camisa en la cámara frigorífica del amigo carnicero con un chato de vino en la mano. Abro los ojos y ya no veo aquellos locos veranos de botijo y abanico para casi todos, aunque sí vea los pantalones mil rayas y los vestiditos camiseros de tirantes y lunares rescatados del armario y los mismos bañadores que el año pasado. Abro los ojos y veo a los políticos y a los poderosos de hoy lejos, muy lejos de la crisis y de aquellos locos veranos.
Abro los ojos y tengo la tentación de volver a cerrarlos.
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