martes, 26 de julio de 2011

Setecientos ochenta mil niños

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(Artículo publicado el 26 de julio de 2011 en el diario La Opinión de Murcia)


Amy Winehouse. Aún más triste que la muerte de la cantante inglesa será el proceso de mitificación emprendido por los poderes mediáticos, discográficas a la cabeza, con el único objetivo de llenarse los bolsillos. No importa que fuera drogadicta y alcohólica, y que su canción más emblemática, Rehab, por la que le dieron un Grammy, fuera un no a la rehabilitación, ni que no haya hecho nada por nadie nunca. Amy se convertirá, si no lo lo ha hecho ya, en un modelo para la juventud que baila, como sin duda lo fueron para ella Jimmy Hendrix, Janis Joplin o Kurt Cobain, tanto que acabó imitándolos en la muerte. Me pregunto cuántos jóvenes seguirán sus pasos por culpa de los mercanchifles de la muerte, mientras suena aquello de


They tried to make me go to rehab

I said no, no, no.

CAM. Malos tiempos para la lírica. La cosa comenzó hace años, bastantes, cuando Bancaja intentó la fusión con la CAM, de hecho se trataba más bien de una absorción, que fue rápida y ferozmente rechazada por todas las fuerzas vivas del Reino de Murcia, todas, incluidos los medios locales de comunicación, para no dejarnos colonizar por los valencianos (sic). Si la fusión se hubiera hecho entonces, otro gallo hubiera cantado. O no. Un gran éxito para sus gestores económicos que demuestra que la economía es algo muy importante como para dejarla en manos de los economistas. A la CAM podemos cantarle aquello que se cantó a Rosita Alvírez:

La noche que la mataron,

Rosita estaba de suerte:

De tres tiros que le dieron,

Nomás uno era de muerte.

Anders Behring Breivik, el asesino, se ha declarado “no culpable” de la matanza. Entonces, ¿quién lo es?. Los abogados defensores alegarán que no estaba en su sano juicio y los psicólogos y psiquiatras lo confirmarán. Tal vez sea cierto y la culpa la tengamos los cuerdos. Ocurre en esto como en otras facetas de la vida: si no puedes pagar unos pocos cientos de euros de hipoteca al banco, no podrás dormir y te embargarán lo poco que tengas; si lo que debes al banco son varios miles de millones de euros, quien no podrá dormir será tu banco y, cuando aparezcas por allí, te pondrán la alfombra roja.

Tal vez sea que el crimen es tan monstruoso que escapa a nuestra comprensión, como escapan los genocidios o las matanzas tribales. Tal vez.

Somalia. Mientras Europa y el mundo civilizado se estremece con la matanza de Noruega, mientras el mundo de las finanzas y de la política locales se remueve con la intervención de la CAM, mientras el mundo mediático se dispone a mitificar a Amy Winehouse a quien sus fans erigen altares en los que no faltan las flores, el alcohol y las drogas de diseño, mientras que todo lo anterior ocurre, el drama más cruel ha comenzado de nuevo. Las víctimas no son jóvenes europeos, rubios, sanos y altos; por el contrario son negros, africanos, polvorientos y desnutridos. Ni sus voces se difunden por todo el mundo mundial como la de Amy Winehouse, pues se trata de voces mudas y apagadas, que te joden el aperitivo, la comida y la cena. Tampoco se trata de una catástrofe que afecte a un importente sector de las fianzas, pues sus secuelas apenas costarán unos miles de euros, tan poco vale una vida. En los próximos días, semanas a lo sumo, van a morir de hambre en Somalia setecientos ochenta mil niños, setecientos ochenta mil niños cuya única culpa ha sido nacer en un país tan miserable… y tan lejano. Nadie es culpable de nada, pero todos lo somos de todo. Poco hemos podido hacer por los muertos de Noruega, nada por Amy Winehouse y nada o casi nada por la CAM, excepto consentir que el Estado ponga cerca de seis mil millones de euros directamente extraidos de nuestros bolsillos. Sin embargo, por extraño que parezca, cada uno de nosotros puede evitar la muerte de hambre de uno o de varios niños somalíes, de esos niños de brazos de alambre, ojos enormes y vientres hinchados.

¿Que cómo? Muy sencillo: entregue en Cáritas o en cualquier otra organización de ayuda humanitaria el importe de las dos o tres cervezas que se va a tomar hoy en el aperitivo veraniego. Si quiere y puede, añada el importe de una marinera o de un caballito. Y, si se acuerda, haga lo mismo mañana, y al otro, y al otro. Así de fácil.

Es lo que cuesta un poco de esperanza.





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martes, 19 de julio de 2011

Un gato encerrado y chamuscado en Dinamarca

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(Artículo publicado el 19 de julio de 2011 en el diario La Opinión de Murcia)



Muchas veces hemos empleado la frase “aquí hay gato encerrado” para referirnos a la sospecha de que detrás de un hecho de apariencia simple e intrascendente se oculta algo de mayor complejidad e importancia e, incluso, algo perverso, un engaño o una mentira. En sus inicios, lo del “gato encerrado” tenía un sentido más inocente. Resulta que en la Edad Media se empleaba la piel de gato, entre otras cosas, para hacer ciertos monederos que, por su suavidad, llevaban las mujeres escondidos entre las ropas para burlar a los bolsilleros y demás descuideros. Con el paso de los años ha variado la significación de la frase que, en lugar de apuntar a la presencia de un accesorio hecho con la piel del minino, indica más bien la existencia de algo sospechoso. En sentido parecido se emplea la frase “me huele a chamusquina”, cuyo origen se sitúa en los autos de fe de la Inquisición en los que, además de quemar los libros sospechosos de herejía, se chamuscaba en ocasiones a sus autores. Otra versión de este dicho era “me sabe a cuerno quemado”, usada cuando se sospechaba que alguien iba a ser quemado por “cornudo”. Para ilustrar la frase he escogido unos versos del poeta del Siglo de Oro Bartolomé Leonardo de Argensola:



A solas con don Simón


pasa las noches Ruperta;


ella, polluela inexperta,


él, gallo con espolón.



La madre está en la cocina


cerca del candil hilando,


y ronca de cuando en cuando…


¡Me va oliendo a chamusquina!



De procedencia más culta y linajuda que las anteriores es el dicho shakespeariano “algo huele a podrido en Dinamarca”, que no es sino la traducción libre que hizo Leandro Fernández de Moratín de la frase que pronuncia Marcelo en su diálogo con Horacio en la Escena XI del Primer Acto de Hamlet: Something is rotten in the state of Denmark. En esta frase, a diferencia de las anteriores, no hay sospecha sino certeza de que existe algo turbio y denostable. Para decir lo mismo, en Estados Unidos usan la contundente frase I smell a rat, que significa que se huele a rata.



Rata, chamusquina, cuerno quemado, gato encerrado, algo podrido en Dinamarca, todos estos aromas confluyen en la situación actual de la economía y muy especialmente en la economía española. Cada vez que Alemania estornuda, España se constipa, sin que los mensajes del optimista patológico que aún preside el gobierno aunque sea formalmente sirvan para algo. Todos, los propios y los ajenos, incluso el diario “El País”, coinciden en que Zapatero debe irse de manera inmediata aunque ya no estemos a tiempo de casi nada. Todos, excepto Zapatero, olemos a podrido, no ya en Dinamarca, sino en España. Lo sucedido en el Bar de Vallecas, ese secuestro famélico y patético, no es más que otro síntoma del enfermo moribundo. Entretenidos como estábamos con Zapatero en reabrir fosas y en recuperar atolondradamente la memoria histórica de uno de los bandos de la Guerra Civil, de cuyo inicio por cierto se cumplieron ayer setenta y cinco años, hemos vuelto a la posguerra, a sus hambres y escaseces, a sus especuladores y estraperlistas, a sus Carpantas viviendo debajo del puente, a consolarnos con el deporte, a las colas de racionados ante los comedores sociales, a la economía del remiendo y la alpargata. Si no se marcha Zapatero, hoy mejor que mañana y ayer mejor que hoy, el moribundo será cadáver el próximo otoño.Y el olor a podrido llegará a Dinamarca como en el drama de Shakespeare, pero esta vez procedente de España.



A podrido y a cuerno quemado. Muy español.





martes, 12 de julio de 2011

Gracias de nuevo, ZP

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(Artículo publicado el 12 de julio de 2011 en el diario La Opinión de Murcia)




El 2 de mayo de 2005 publiqué un artículo titulado “Gracias, ZP”. Decía entonces que a Ignatius, mi asesor en disparates, despropósitos, desatinos, dislates, desbarros, desvaríos y macanas, le había dado por iniciar el proceso de beatificación de Zapatero, pues consideraba que ZP iba a generar, él solico, más santos y mártires que todos los emperadores romanos juntos. Para adelantar, había solicitado a las gentes el envío de testimonios sobre cuantos milagros y prodigios se hubieren producido por la intercesión de Zapatero. Fueron muchos, pero luego hubo más. Hoy, cuando ZP agota sus últimas fechas como presidente y con ellas a España toda, es justo y necesario recordar a aquellos testigos de sus milagros y cómo les ha ido en la vida:



Hace seis años: Soy un padre de familia. Conmigo, con mi mujer y con mis cinco hijos, viven mis suegros y una tía soltera de mi padre que anda en silla de ruedas, mi tía, ya que mi padre falleció cuando tenía seis años, yo, no mi padre. Hasta la fecha, no he podido comprarme un piso en propiedad pero, gracias a ZP, vislumbro la posibilidad de tener una solución habitacional al alcance de la mano. Lo que no sé es como nos vamos a meter todos en treinta metros cuadrados. De todas formas, gracias, ZP. Hoy: Soy aquel padre de familia agradecido. Gracias a ZP pude comprarme un piso de treinta y seis metros cuadrados. No sé cómo nos metimos pero sí sé cómo hemos salido. Por culpa del PP y pese a los esfuerzos de ZP he perdido mi empleo, no he podido atender la hipoteca, me han subastado el piso, me han desahuciado y aún debo cien mil euros al banco. Afortunadamente, mis males tienen remedio porque para sustituir a ZP han designado a Alfredo P., el único que tiene la solución a todo esto, y la tiene porque la conserva guardada en un cajón desde hace más de siete años. Gracias, ZP. Gracias, Alfredo P.



Hace seis años: Soy un joven que está estudiando la ESO. Gracias a ZP ya no volveré a repetir curso, ni me suspenderán, ni me pondrán un cero zapatero, ni nada de nada. Además, ya no tendré que estudiar filosofía que, aunque no sé lo que es, debe ser algo bastante inútil. Gracias, ZP. Hoy: Soy aquel joven de la ESO. Por culpa del PP soy menos joven, pero gracias a ZP sigo en la ESO y por eso no estoy en el paro. Gracias ZP.


Hace seis años: Soy un inmigrante subsahariano que nunca ha viajado a España. Gracias a ZP y a un billete del Metro de Bilbao que me regaló un amigo, he conseguido el permiso de residencia para mí, para mis cinco mujeres y para mis treinta hijos. Lo único que necesito saber es cómo se llega a España. Gracias, ZP. Hoy: Soy aquel inmigrante subsahariano. Llegué a España con mis cinco mujeres y mis treinta hijos. Conseguí papeles para todos. Pronto llegó el resto de la familia. Hoy somos una comunidad próspera pues todos cobramos una pensión del Estado español como indemización por los años de colonización franquista de nuestro país de origen. Lo único que pedimos ahora es que, para impulsar la multiculturalidad, las clases de la ESO se impartan en swahili en toda España. Lo conseguiremos gracias a ZP y a Alfredo P., su sucesor al frente de la tribu.



Hace seis años: Zoy er gato Jinks. Graciaz a ZP, los marditoz roedorez Pixie y Dixie zufrieron un infarto de zatizfacción al zer recordadoz por zu miniztra de Cultura y loz pude cazar de una vez. Graciaz, ZP. Hoy: Zoy de nuevo er gato Jinks. Como ya cazé a Pixie y Dixie estoy zin trabajo. ¿No tendráz por ahí un puezto vacante de miniztro, de Interior mizmo, un zuponer? Graciaz, ZP.



Hace seis años: Soy ateo. Quiero dar las gracias a ZP por defender con firmeza los dogmas de nuestras convicciones: España ya no es católica. Como prueba de mi agradecimiento lo voy a invitar a la Primera Comunión de mis hijos, a comer con mi familia en el monte el día de la Romería, y, además, como salgo de Nazareno en la del Perdón, le daré caramelos y monas con huevo la próxima Semana Santa, si viene. Y no digo más porque tengo que irme a misa de siete. Gracias, ZP. Hoy: Soy aquel ateo de misa de siete. Estoy en el paro y gracias a ello hoy puedo ir también a misa de ocho, de nueve, de diez, de once… Gracias, ZP, y que San Alfredo P. nos proteja.



Hace seis años: Gracias, ZP, porque has conseguido lo que parecía imposible, que echemos de menos la época de Felipe González. ¡Qué tiempos aquéllos! Gracias, ZP. Hoy: Gracias ZP, porque al designar a Alfredo P. has conseguido que vuelva González sin haberse ido, qué cosas. Gracias, ZP.



Hace seis años: Soy la cabra de la Legión. Gracias, ZP, por el Desfile de la Victoria, lo que me pude reír. Inolvidable. Gracias, ZP. Hoy: Soy la cabra de la Legión de nuevo. ZP, devuélveme el “chapiri” de mi madre y quédate con todo lo demás. Gracias, ZP.


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martes, 5 de julio de 2011

Liberales y progresistas

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(Artículo publicado el 5 de julio de 2011 en el diario La Opinión de Murcia)








Tal vez sea un pensamiento excesivamente grandilocuente para lo que les voy a contar, pero es que nada iguala al viento, salvo el mar tal vez, como símbolo de la sensación de libertad. Salvando las distancias, lo cierto es que me sentí libre como el viento cuando, tras viajar durante cuatro meses con el motor del coche casi al ralentí, que es más o menos lo que se siente a ciento diez kilómetros por hora en autopista, pude por fin dejarlo correr hasta los ciento veinte. No es mucho, lo sé, pero fue suficiente para sentir esa sensación de libertad. Seguro que muchos de ustedes sabrán a qué me refiero.




Pese a lo que algunos piensen, la libertad no es un bien absoluto, nadie es totalmente libre para hacer cuanto desee. La libertad se mueve siempre en un ámbito limitado, sea por causas naturales o por las restricciones impuestas por la voluntad del hombre. La libertad está limitada por las leyes físicas, por los impedimentos morales, por la libertad de los demás, que no es sino lo que se conoce como libertad colectiva, por los condicionantes sociales y por las normas jurídicas. En tanto que la ciencia se ha venido encargando de eliminar o reducir los límites impuestos por las leyes físicas, hasta el punto de que el hombre casi puede volar como un pájaro o nadar como un pez, otra cosa es lo que ocurre con los límites impuestos por la voluntad del hombre, donde hay para todos los gustos. Ciertamente, hay quienes desean abolir cualquier límite a la libertad: se les conoce como libertarios. Otros pretenden reducir estos límites al máximo: son los llamados liberales. Están luego los que gustan de ingeniar constantemente nuevos límites y restricciones de la libertad individual en favor de ese engendro dúctil y maleable llamado libertad colectiva: son los progresistas. Y finalmente hay quienes son enemigos declarados y acérrimos de cualquier tipo de libertad, los llamados liberticidas, que habitan en los mundos oscuros de las dictaduras y del totalitarismo.




Las gentes progresistas, que se consideran poseedoras no sólo de la razón y de la legitimidad democrática, sino de una cierta patente de corso para incordiar, actúan de una forma muy característica cuando se trata de definir en nombre del pueblo, léase de la libertad colectiva, los límites de la libertad individual. En este punto mi lector malasombra, que ya no puede más, habrá saltado y me estará poniendo verde ante la mirada estupefacta de los lectores colindantes: “Con tal de atacar a la progresía este Megías es capaz de decir cualquier disparate”. Para que no se equivoque le recomiendo que lea estos ejercicios comparativos que un buen amigo ha tenido la amabilidad de enviarme por correo electrónico:




Cuando a un liberal no le gustan las armas, no las compra ni las usa. Si es progresista, intenta prohibirlas en aras del pacifismo y sube los impuestos.




Cuando a un liberal no le gustan los toros, simplemente no va a las corridas. Si es progresista, intenta prohibirlas para proteger los derechos del toro y sube los impuestos.




Cuando a un liberal no le gusta el tabaco, no fuma. Si es progresista, prohíbe fumar en cualquier sitio, incluso en los parques y jardines, por razones de salud y sube los impuestos.




Cuando un liberal es vegetariano, no come carne. Si es progresista, hace campaña contra los productos de proteína animal y en defensa de los derechos de los animales y sube los impuestos.




Cuando un liberal se ve perjudicado en la empresa donde trabaja, reflexiona sobre cómo salir de la situación y actúa para mejorarla. Si es progresista, organiza una manifestación, seguida de una huelga y logra finalmente que cierren la empresa. Luego, sube los impuestos.




Cuando a un liberal no le gusta un programa de televisión, cambia de canal. Si es progresista, cambia la televisión y sube los impuestos.




Cuando un liberal es ateo, no va a misa ni practica religión alguna. Si es progresista, no consiente alusión alguna a Dios en ninguna parte, excepto que se trata del Islam o de religiones minoritarias, en cuyo caso les da una subvención y sube los impuestos.




Cuando un liberal tiene problemas económicos, trabaja más e intenta pagar sus deudas y ahorrar. Si es progresista, le echa la culpa al gobierno si es un gobierno liberal, a la burguesía, al estado capitalista, a la globalización y a los del PP que pasaban por allí. Luego, como es natural, sube los impuestos.




Cuando un liberal está a favor de la vida, no apoya el aborto ni la eutanasia. Si es progresista, dice que el feto no es un ser humano y que la vida que él apoya es la vida digna. Preguntado qué es lo que entiende por vida digna responde que se verá en cada caso y, luego, sube los impuestos.




Cuando un liberal quiere ahorrar gasolina, no gasta gasolina. Si es progresista, prohíbe circular a más de ciento diez y sube los impuestos de los carburantes.






Que ustedes lo pasen bien.





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