martes, 30 de octubre de 2012

La muerte de un librero


(Artículo publicado el 30 de octubre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)


De ser otras las circunstancias, la muerte de un librero a finales de octubre no sería más que una coincidencia macabra porque el otoño es, además de tiempo de difuntos, tiempo de libros. Pero en esta ocasión la muerte ha sido especialmente cruel.
El suicidio de José Miguel Domingo, un modesto librero del barrio granadino de La Chana, ocurrió poco antes de que los agentes judiciales auxiliados por la Policía procedieran a ejecutar el desahucio de la humilde vivienda que habitaba, justo encima de la librería. Durante la Gran Depresión de 1929 también hubo suicidios pero, sobre todo al comienzo, se trató en su mayoría de financieros y banqueros arruinados que se lanzaban al vacío desde las azoteas cercanas a Wall Street. Luego les siguieron muchos otros ciudadanos desesperados, incapaces de afrontar el hambre y la pérdida de los bienes más indispensables, como el empleo, la casa o los muebles. En esta crisis no ha habido suicidios de banqueros arruinados, entre otras razones porque el Estado y los poderes públicos han acudido en ayuda del sistema financiero, en tanto que los gestores del sistema se habían protegido con indemnizaciones millonarias. En España la ola suicida se ha centrado en la más modesta de las clases medias, en la de los trabajadores autónomos y pequeños empresarios, propietarios de pequeños negocios de barrio que han visto como se derrumbaba el sueño de toda una vida.
                Aquellos de mis lectores que acostumbran a sonreír con mis artículos habrán de perdonarme porque esta vez no haya escrito un artículo divertido. Todos sabemos que a nuestro alrededor está sucediendo un tremendo drama humano en el que cinco millones y medio de personas están sin empleo y centenares de miles de familias tienen en el paro a todos sus miembros. Una enorme parte de la población española vive, o malvive, por debajo del umbral de la pobreza y los comedores sociales no dan abasto. A diario se ejecutan en España más de trescientos cincuenta desahucios por falta de pago, lo que supone que muchas familias que lo habían perdido casi todo, han perdido también su hogar. Pero claro, esto de las cifras ―y les aseguro que las hay mucho peores, que ustedes conocen tanto como yo―, es algo más bien frío y distante, pues el simple dato estadístico o demográfico no otorga a los afectados caras y rasgos físicos que podamos identificar.
En los campos de concentración, y no solo en los nazis, el prisionero no tenía nombre ni apellidos. Tan sólo llevaba un número tatuado en el brazo o cosido en la espalda de la chaquetilla, en aplicación extrema de la antigua técnica carcelaria consistente en privar de identidad y, por tanto, de rasgos humanos al prisionero. Si ustedes visitan en Internet la página DÖW.at del Centro de Documentación de la Resistencia Austríaca (Dokumentatiosarchiv des Österreichischen Widerstandes) podrán ver que hay una base de datos de los más de sesenta y tres mil judíos austríacos que fueron víctimas del nazismo. En la base de datos hay una sección titulada Nicht mehr anonym que contiene 4.600 fotografías procedentes de los archivos de la Gestapo, destinadas entre otras cosas a dotar de rasgos humanos, de caras, a humanizar en definitiva, a las víctimas anónimas del nazismo.
Lo que ha ocurrido con la muerte por suicidio del librero de Granada ha sido que, de pronto, el dato frío y anónimo de una víctima más de la crisis se ha perfilado en la cara de un hombre de cincuenta y tres años, de expresión bondadosa, que coge del hombro a un amigo mientras sostiene en la mano un quinto de cerveza. Es el librero del barrio de la Chana, el que lleva más de treinta años vendiendo libros a sus parroquianos y libretas a los escolares, y revistas a las amas de casa, y el diario deportivo de los lunes al hincha de turno, y chucherías a los niños, porque esa librería-papelería de barrio es, como todas las librerías de barrio, un poco tienda de todo. Es un hombre corriente, como usted y como yo, como tantos a los que saludamos cada día cuando vamos o venimos del trabajo. Pero José Miguel Domingo no volverá a vender libros, revistas o lápices de colores. Iba a ser desahuciado de su casa humilde, el piso de encima de la librería, y perdió la esperanza y con ella las ganas de seguir luchando. La muerte de José Domingo le ha puesto cara al drama que cada día sufren cientos de personas, que, de otra forma, seguiría siendo un drama anónimo de esos que apenas encuentran eco en las páginas de los periódicos o en los informativos de televisión.
Todos los días cientos de familias son desahuciadas de sus viviendas pero el dato estadístico apenas nos conmueve y, salvo unos pocos, seguimos mirando hacia otro lado. La culpa la tiene el sistema, decimos. Sólo cuando hemos visto la cara sonriente de José Miguel y la modesta fachada de su kiosco de libros, nos hemos dado cuenta de que el dato frío y estadístico alzaba en su mano un quinto de cerveza, exactamente como usted y como yo.
Mientras tanto, impertérrito, el sistema sigue su camino.
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martes, 23 de octubre de 2012

Cosas confusas, sapos e bruxas




(Artículo publicado el 23 de octubre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)



Antes de que mi buen amigo Ismael Galiana, gallego y gaiteiro de pro, me castigue con cien horas seguidas de gaita, les diré que el título de este artículo no es un error sino una licencia que me he tomado con el primer verso del famoso conjuro que se recita al preparar la queimada. Ya sé que el conjuro no comienza así, sino con la invocación a “mouchos, coruxas, sapos e bruxas,” esto es a búhos, a lechuzas, a sapos y a brujas, cuya presencia junto a la de demos, trasgos, diaños, corvos, pintigas e meigas (demonios, trasgos, diablos, cuervos, salamandras y meigas) garantiza que “cando esta queimada baixe polas noas gorxas, quedaremos libres dos males da nosa alma e de todo embruxamento” lo cual, aunque sea preciso traducirlo, quiere decir exactamente eso, que “cuando esta queimada baje por nuestra gargantas, quedaremos libres de los males de nuestra alma y de todo embrujamiento”.
            Esta digresión sobre el conjuro gallego viene a cuento, querido lector Malasombra, que ya has empezado a echar sapos e bruxas por tu boquita de piñón, por dos razones. Una, porque nos acercamos al Día de Difuntos o a la Noche de Halloween, como prefieran, de manera que el espíritu se nos va llenando poco a poco de miedos y temblores más o menos comerciales y sugeridos. La otra es lo que ha ocurrido este fin de semana otoñal en las tierras brumosas del norte de España, cuando vascos y gallegos se han acercado a las urnas para elegir a sus diputados regionales y, como consecuencia de ello, a los dirigentes que los han de gobernar en los próximos tiempos. En Galicia ha ganado el PP de Feijóo y de Rajoy, por este orden, y se han desplomado el PSOE de Rubalcaba y Vázquez, por este otro, y el BNG que fue de ese energúmeno llamado Beiras. Al mismo tiempo, en el País Vasco han ganado el PNV nacionalista y la BILDU separatista, mientras que se han desmoronado el PSOE de Patxi López y el PP de Antonio Basagoiti. Cosas confusas, decía yo en el título de este artículo, sapos e bruxas.
Porque, miren ustedes, cuando se afirma que en Galicia ha ganado el PP, unos dicen que lo ha hecho Feijóo a pesar de Rajoy y otros que gracias a él. También hay quien opina que, debido a la fuerte abstención, no ha ganado ni el uno ni el otro, sino que han perdido los socialistas por el efecto retroactivo de un señor llamado Zapatero, y los nacionalistas por los conxuros disparatados del tal Beiras. Hay quien dice que la alta abstención debida al desencanto de la izquierda se ha cebado en el PSOE, en tanto que otros opinan que la abstención debida a las lluvias ha perjudicado al partido más votado, esto es al PP. Por otro lado, el contundente resultado de las urnas, lejos de apaciguar a la izquierda nacionalista, valga la redundancia, he llevado a Beiras, ese energúmeno, a prometer mil y una manifestaciones más, más nutridas todavía de exaltados aún más vociferantes. Mientras, en el PSOE suenan tambores de guerra y ya hay quien pide abiertamente la dimisión de Rubalcaba en tanto que en el PP hay quien ve en Feijóo al delfín de Rajoy, ciertamente ambas cosas de forma prematura, pues ni se va Rubalcaba ni se irá  Rajoy.
Y en el País Vasco, ese país, qué quieren que les diga. Allí hay menos cosas confusas y más sapos y bruxas. En las vecinas cuevas de Zugarramurdi, en la frontera franconavarra del Bidasoa, las hogueras del akelarre de medianoche han incinerado las esperanzas españolistas. Nacionalistas y separatistas suman hoy dos tercios del Parlamento de Vitoria. Y lo terrible de esto es que esa mayoría aplastante ha sido posible gracias a la insensatez suicida del PSOE y a los complejos pacatos del PP. Qué lejos quedan aquellos tiempos de Jaime Mayor Oreja, de Carlos Iturgáiz y de  María San Gil, en los que España era un valor defendible y defendido en el País Vasco aún a costa de la sangre de muchos vascos que se sentían españoles. En la misma noche electoral hemos escuchado a algún cretino decir que estas elecciones han sido las primeras en las que se ha votado sin la amenaza del terrorismo, como si la propia presencia de BILDU a pie de las urnas, en el Parlamento y en las instituciones vascas no fuera la prueba del nueve de quién venció finalmente en la batalla contra el terror. Y no, querido lector, siento decirte que no fueron la Ley ni el Estado de Derecho. El terror sigue allí, dispuesto a pactar con quien sea para conseguir sus fines, pero también con la pistola cargada por si fallan los pactos.  Tengo escrito en algún sitio, o tal vez no, que la paz firmada con el terror batasuno recuerda mucho al apaciguamiento frente al belicismo de Hitler que Chamberlain se trajo de Berlín y que llevó a Churchill a lanzar en el Parlamento británico su terrible pronóstico: “Por evitar la guerra habéis preferido el deshonor. Pues bien, ya tenéis el deshonor. Después tendréis la guerra”.
            Que por qué les cuento todo esto, pues porque como Chesterton escribió en su ensayo Patriotism and Sport, del libro All Things Considered, “supongo que a todo aquel que ignore tan evidentes hechos le interesará saberlos”.
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martes, 16 de octubre de 2012

Batracomiomaquia




(Artículo publicado el 16 de octubre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)


Esta palabrota, absolutamente desconocida para las víctimas de la LOGSE, significa Guerra entre Ranas y Ratones y es el título de una parodia sobre La Ilíada que bien pudo escribir el propio Homero. El Rey Rana había invitado a un ratón a su casa pero al cruzar el lago nadando con él a sus espaldas se vio atacado por una serpiente acuática y, olvidándose del ratón, se sumergió en las aguas y el roedor se ahogó. Por este motivo los ratones se enzarzaron en una guerra con las ranas que acabó, tras la intervención de Zeus, como el rosario de la aurora. La palabra “batracomiomaquia” (en alemán, en un más difícil todavía,  se dice froschmäusekrieg) también se emplea para definir una disputa absurda y sin sentido.
            Hoy, dos mil ochocientos años después, que se dice pronto, las cosas están como estaban al borde del estanque homérico. Ranas y ratones, ratones y ranas, indispuestos y descompuestos, enredados unos contra otros. No había más que ver el triste desfile del día de la Fiesta Nacional o, como se dice por aquí, Fiesta de qué, Nacional de acuálo: Independencia sí, independencia no, república federal sí, república federal no, Infanta sí, Infanta no, españolizar sí, españolizar no, pitos sí, pitos no. Y mientras tanto, la casa sin barrer.
            A mí, esto me entristece un poco. En cambio, a Ignatius, mi asesor en sapos, ranas y culebras, le divierte enormemente.
            ―Esto de la batracomiomaquia es muy español ―me decía Ignatius―, tanto como las discusiones sobre galgos y podencos, los diálogos entre sordos y los brindis al sol, también llamados brindis a Cartagena. Justo ahora, en mitad de la crisis, cuando otros países están en la tarea de remontarla con el esfuerzo conjunto de todos sus paisanos, es cuando los españoles os ponéis a discutir sobre la soberanía catalana y la vasca, la necesidad de españolizar a los alumnos catalanes o el desplazamiento de las Infantas de la Tribunal Real, una al ostracismo y la otra, aún peor, a ver el desfile junto a Rubalcaba, como si todo ello fuera a resolver la crisis. Pensáis que un sacrificio es tanto más heroico, cuanto más inútil y prescindible.
            ―Pero Ignatius ―le repliqué― es que esos problemas de los que hablas son reales. En Cataluña existe una fuerte corriente soberanista, como ocurre en Escocia, en Flandes o en la Padania…
            ―¡Alto ahí! Ni se te ocurra comparar Escocia con Cataluña, ni el whisky con el cava. En Escocia no hay sentimientos antibritánicos, sino anglófobos, que es distinto, pues la rivalidad de Escocia no es con el Reino Unido sino con Inglaterra. Por eso la bandera del Reino Unido, la célebre Union Jack, ondea en todos los edificios públicos de Edimburgo, cosa que no ocurre aquí con la bandera española. Si San Jorge, San Andrés y San Patricio levantaran la cabeza…
            ―Bueno, pero no me negarás que en el caso de Flandes…
            ―Quien debiera preocuparse por Flandes no eres tú ―me interrumpió― , sino Andalucía y España misma, pues has de saber que en Flandes no es que se cante sino que se habla el flamenco y de ahí a prohijar al Camarón de la Isla, a Diego El Cigala, a Juan Mojama o a Capullo de Jerez y hacerlos belgas solo hay un paso…
            ―No digas disparates, Ignatius, el flamenco que hablan en Flandes y el flamenco que se canta en toda España son dos cosas diferentes…
             ―¡Calla! Ya estoy viendo anunciado con letras de neón en el Koninklijke Muntschouwburg (Teatro Real de la Moneda de Bruselas) “Hoy canta Perlita Van Huelva” o “Recital flamenco de Porrina de Antwerpen”. Los nacionalistas son insaciables. Lo tendrán difícil para traducir al neerlandés, que es como también llaman al flamenco, los nombres de Juan Martín El Cabogatero, La Paquera de Jerez o La Repompa de Málaga, pero dentro de poco compartirán cartel con Van Dyck El Mastriqueño, El Maneken-Pis de la Puebla, los famosos Brueghel el Viejo y Brueghel el Joven, y Stefaan De Clerck El Niño de Kortrijk
            Dejé a Ignatius cantado por tientos y me fui otra vez a merendar.
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martes, 9 de octubre de 2012

El Cuestionario Proust




(Artículo publicado el 9 de octubre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)


Con el fin de protegerme del efecto combinado del fútbol y la política, y perdonen ustedes la redundancia, he pedido a Ignatius, ya saben, mi asesor en materia de repúblicas federales, que rellene el Cuestionario Proust. Pero antes les diré algo sobre el autor de À la recherche du temps perdu y su famoso cuestionario, del que a pesar de llevar su nombre no fue el autor sino tan solo el primer personaje famoso que lo contestó. Marcel Proust tampoco inventó la magdalena, y, sin embargo, la más famosa de todas ellas salió de su pluma cuando Charles Swann, el protagonista de su obra, revive los tiempos perdidos de la infancia mientras moja una magdalena en su taza de té. El cuestionario lo encontró Proust entre los papeles de una amiga suya y lo contestó en varias ocasiones a lo largo de su vida. Varios periodistas lo han usado para entrevistar a sus invitados, entre ellos James Lipton en su famoso programa de televisión Inside the Actor´s Studio quien equivocadamente atribuyó su autoría al escritor francés. También la revista Vanity Fair lo usó en numerosas ocasiones para entrevistar a celebridades.
            Bien, pues allá va el cuestionario y, lo que es peor, las respuestas de Ignatius:
            1. ¿Cuáles son los principales rasgos de su carácter? Extremadamente inteligente, muy comedido y ejemplarmente humilde.
            2. ¿Qué cualidad aprecia más en un hombre? Que se tire pedos y que masque chicle al mismo tiempo, algo que no podía hacer Richard Nixon, creo recordar.
            3. ¿Qué cualidad aprecia más en una mujer? Que juegue al dominó sin hacer señas ni trampas.
            4. ¿Qué es lo que más aprecia de sus amigos? Su frigorífico
            5. ¿Cuál es su principal defecto? No tengo. Bueno, tal vez que no vuelo.
            6. ¿Cuál es su ocupación favorita? Como saben muy bien mis vecinos, tocar la trompeta durante horas.
            7. ¿Cuál es su ideal de la felicidad? Darme un chapuzón en el estanque de chocolate de Willy Wonka en compañía de los Oompa-Loompas.
            8. ¿Cuál sería para usted la mayor desgracia? Que el estanque de chocolate estuviera vacío.
            9. ¿Qué le gustaría ser? Hablando con toda la humildad, si no fuera Ignatius me gustaría ser Ignatius, y si ya lo fuera, como me ocurre, me gustaría ser un elefante. Viviría pegado a una trompeta y la estaría tocando a todas horas.
            10. ¿Dónde le gustaría vivir? ¿Si fuera elefante, dices? Lejos de Don Juan Carlos. Y si fuera Ignatius, donde vivo, en tu casa y en tu sillón favorito.
            11. ¿Cuál es su color favorito? El verde, es el más comestible de los colores.
            12. Cuál es la flor que más le gusta? La coliflor y la alcachofa, por lo mismo que el color verde.
            13. ¿Cuál es el pájaro que más le gusta? No me gusta lo que insinúas.
            14. ¿Quién es su autor favorito en prosa? Sin duda, Graham Bell. Escribió Guía Telefónica de Nueva Orleans, una novela algo pesada con una enorme variedad de personajes.
            15. ¿Y en poesía? ¡Ah, en poesía…! Artur More es uno de mis favoritos ¿Has leído el poema “Artur President amb Catalunya Independent”, de Cuadernos para un Suicidio? Te lo recomiendo.
            16. ¿Cuál es su héroe de ficción favorito? Sin dudarlo, Mariano Mariánez, ese funcionario que, tras muchas aventuras, logra llegar siempre a final de mes.
            17. ¿Y su heroína? Son dos: la Santa Monja Rosvita, aquella mujer excepcional que iluminó las horas oscuras del medioevo, y la santa esposa de Mariano Mariánez, el Superfuncionario Cósmico.
            18. ¿Cuál es su compositor musical favorito? Yo mismo, te lo digo humildemente. Déjame que coja mi trompeta…
            19. ¿ Y el pintor? Doña Cecilia Giménez, la del Ecce Homo de Borja… Es como la santa Monja Rosvita pero con paleta y pinceles.
            20. ¿Cuál es su héroe de la vida real? Hay muchos, es muy difícil escoger entre Paul Hunn, autor del eructo más ruidoso del mundo, o Kevin Shelley, quien fue capaz de romper con la cabeza cuarenta y seis retretes en un minuto, o el incomparable Donald Gorske, que es el hombre que más hamburguesas ha consumido, o Ashrita Furman, que fue capaz de recorrer 1.668 metros con un taco de billar en equilibrio sobre la barbilla, o Monsieur Mangetout, que consiguió comerse dieciocho bicicletas y una avioneta, o José Luis Rodríguez Zapatero, que consiguió…
            21. ¿Cuál es su nombre favorito? El de un niño mejicano a quien por empeño de su abuelo bautizaron como Brhadaranyakopanishadvivekachudamani Erreh Muñoz, de los Muñoces de toda la vida.
            22. ¿Cuál es el hábito ajeno que menos soporta? El trabajo.
            23. ¿Qué es lo que más odia? Al parecer, lo que Más odia es España,.
            24. ¿Cuál es el personaje histórico que menos le gusta? Sin lugar a dudas Henry Ford, que intentó cargarse la siesta española, aunque afortunadamente sólo lo consiguió en los países más desarrollados.
            25. ¿Un hecho de armas que admire? La Guerra de las Galaxias, creo recordar.
            26. ¿Qué don de la naturaleza le gustaría poseer? La capacidad felina de dormir todo el día.
            27. ¿Cómo le gustaría morir? Antecedido por todos.
            28. ¿Cuál es su estado habitual de ánimo? Animoso y alegre, aunque desfallecido de hambre.
            29. ¿Qué defectos les inspiran más indulgencia? La aerofagia y la calvicie.
            30. ¿Cuál es su lema? Dios es amor, el amor es ciego, Ray Charles era ciego, luego Ray Charles era Dios.

            Lo que les dije.
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martes, 2 de octubre de 2012

Es el dólar, imbécil



(Artículo publicado el 2 de octubre de 2012 en el diario La Opinión de murcia)


Habrá quienes digan que fútbol y política son la misma cosa, que son dos partes de un todo, que todo es política y que, por tanto, el fútbol también lo es, que hay política en el fútbol y fútbol en la política, que en España ser presidente del Real Madrid es más que ser ministro y que nada hay más parecido a veintidós pares de botas dando patadas a un balón que un gobierno al completo dando patadas al contribuyente. Y seguramente tendrían razón todos ellos si no fuera porque en un principio el fútbol fue concebido precisamente para entretenerse y pasar el rato de manera divertida, lejos de los serios asuntos de la polis, por cuya razón el fútbol debiera ser una de las actividades más lejanas y distantes de la política. Pero ocurre que, con el paso del tiempo, el fútbol se transformó en un espectáculo de masas que mueve gigantescas cantidades de dinero, y, claro, si en el entretenimiento intervienen las pelas, el ocio se convierte en negocio y el fútbol en política.
            Digo esto porque, después de todo lo que hemos visto y oído estos días sobre el soberanismo catalán, el referéndum ilegal pero despenalizado por el ímpetu suicida del Irrepetible Contador de Nubes, la solución federalista y oportunista de Rubalcaba y el Santiago y cierra España de Mariano Rajoy, después de todo esto o en mitad de todo ello no debiera sorprendernos que Sandro Rosell, presidente del F.C. Barcelona-que-es-más-que-un-club, haya proclamado un día que él es catalán (como su nombre indica, por cierto) y catalanista como el Barsa, y que siempre defenderá el derecho de los pueblos a decidir su futuro (sic), para matizar al día siguiente que pase lo que pase políticamente en Cataluña, el Barcelona seguirá jugando en la Liga del Estado Español.
            A Ignatius, mi asesor en cuestiones de estupidez soberana, le encanta todo esto. Como todos ustedes saben, pues les supongo lectores consumados de La Conjura de los necios, la épica novela de John Kennedy Toole (nada que ver con aquel Kennedy asesinado en Dallas, querido lector Malasombra), Ignatius es norteamericano de USA, o lo que es igual procede de un país que es una gran paradoja: es una república federal, tal vez la más federal de todas las repúblicas, y al mismo tiempo es el país más unido del mundo, también como su propio nombre indica. Lo que les vengo a decir es que, de todo esto, Ignatius sabe un huevo.
            ― ¡Pues claro que Estados Unidos es un país unido! Para que se pueda decir que algo está unido hay que empezar por aceptar que ese algo esté formado de partes diferentes. Del mar o del aire en su conjunto no se puede decir que estén unidos, pues cada uno de ellos forman un todo. En cambio, sí se puede decir que están unidos los ingredientes que forman una paella o un arroz y habichuelas, para que me entiendas. Dicho de otra manera, para que un conjunto esté unido es preciso que sus partes sean separables, el arroz de las habichuelas, y que, pese a ello, permanezcan juntas por obra y arte de un ligamento. Vosotros, los españoles, lleváis siglos creyendo que España es una, grande, libre e indivisible, algo así como el mar, el espacio sideral o El Otoño del Patriarca de García Márquez, pero no es así. España es, como todo los países de este mundo, la suma de sus partes. Vuestro problema es que os falla la ligazón.
            ―Pero Ignatius ―le dije―, yo creo que, en cuestión de elementos comunes, España tiene muchísimas más razones para permanecer unida que tu país, Estados Unidos. Por ejemplo, tenemos una historia común de más de cinco siglos de antigüedad, un idioma común, un territorio común, una religión común, un perfil étnico común…
            ―¡Bobadas! Todo eso no sirve para nada y además tampoco es cierto ―me interrumpió Ignatius―. La historia sólo es común si el común de los mortales al que se refiere la percibe así, como ocurre en Estados Unidos. En vuestra España cada Región, cada ciudad, cada pueblo y cada barrio presume de su propia historia para nada común con la de los demás. Sólo tienes que comparar los libros de texto que estudian vuestros escolares. ¿A qué idioma común te refieres? ¿Al castellano? ¿Al catalán? ¿Al euskera? ¿Al bable? ¿Al árabe? ¿Al guachinglis que hablan los jóvenes a través de la redes sociales? Y qué decir del territorio común o de la religión… En mi país, que es casi un continente, hay enormes diferencias sociopolíticas entre el norte y el sur, existen cincuenta estados diferentes, tenemos seis husos horarios distintos, se hablan todos los idiomas del mundo y conviven en él todas las religiones y, sin embargo, todos los norteamericanos se ponen en pie ante la bandera de barras y estrellas, en todas las competiciones deportivas importantes se canta el himno nacional que todos escuchan de pie y en silencio, y el Presidente, sea republicano o demócrata, blanco o negro, lo es de todos los norteamericanos. Y todo ello ocurre con mucha mayor diversidad de la que nunca tendréis en España. ¿Y sabes cuál es el secreto? ¿No caes? Si hubieras leído con atención lo que ha dicho Rosell, sin duda lo sabrías…
            ―¿Sandro Rossell? Pero si hablaba de fútbol…
            ―No exactamente ―me replicó Ignatius―, de lo que hablaba el presidente del Barcelona es de dinero, de euros, de dólares… Podrá apoyar la autodeterminación de los pueblos por todo eso que tú decías, en este caso por la historia común catalana, por el idioma catalán común, por la religión nacionalista común y demás zarandajas, pero el Barsa seguirá jugando en la liga española. ¿Lo entiendes ahora? Es el dólar, imbécil (y no te ofendas por el parafraseado), lo que une a Estados Unidos y a más de trescientos millones de norteamericanos, y será el euro el que mantenga unida a España y a Europa, o no será.
            Entonces fue cuando cerré la Teoría General del Estado de Jellineck y me fui a merendar
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