martes, 16 de octubre de 2012

Batracomiomaquia




(Artículo publicado el 16 de octubre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)


Esta palabrota, absolutamente desconocida para las víctimas de la LOGSE, significa Guerra entre Ranas y Ratones y es el título de una parodia sobre La Ilíada que bien pudo escribir el propio Homero. El Rey Rana había invitado a un ratón a su casa pero al cruzar el lago nadando con él a sus espaldas se vio atacado por una serpiente acuática y, olvidándose del ratón, se sumergió en las aguas y el roedor se ahogó. Por este motivo los ratones se enzarzaron en una guerra con las ranas que acabó, tras la intervención de Zeus, como el rosario de la aurora. La palabra “batracomiomaquia” (en alemán, en un más difícil todavía,  se dice froschmäusekrieg) también se emplea para definir una disputa absurda y sin sentido.
            Hoy, dos mil ochocientos años después, que se dice pronto, las cosas están como estaban al borde del estanque homérico. Ranas y ratones, ratones y ranas, indispuestos y descompuestos, enredados unos contra otros. No había más que ver el triste desfile del día de la Fiesta Nacional o, como se dice por aquí, Fiesta de qué, Nacional de acuálo: Independencia sí, independencia no, república federal sí, república federal no, Infanta sí, Infanta no, españolizar sí, españolizar no, pitos sí, pitos no. Y mientras tanto, la casa sin barrer.
            A mí, esto me entristece un poco. En cambio, a Ignatius, mi asesor en sapos, ranas y culebras, le divierte enormemente.
            ―Esto de la batracomiomaquia es muy español ―me decía Ignatius―, tanto como las discusiones sobre galgos y podencos, los diálogos entre sordos y los brindis al sol, también llamados brindis a Cartagena. Justo ahora, en mitad de la crisis, cuando otros países están en la tarea de remontarla con el esfuerzo conjunto de todos sus paisanos, es cuando los españoles os ponéis a discutir sobre la soberanía catalana y la vasca, la necesidad de españolizar a los alumnos catalanes o el desplazamiento de las Infantas de la Tribunal Real, una al ostracismo y la otra, aún peor, a ver el desfile junto a Rubalcaba, como si todo ello fuera a resolver la crisis. Pensáis que un sacrificio es tanto más heroico, cuanto más inútil y prescindible.
            ―Pero Ignatius ―le repliqué― es que esos problemas de los que hablas son reales. En Cataluña existe una fuerte corriente soberanista, como ocurre en Escocia, en Flandes o en la Padania…
            ―¡Alto ahí! Ni se te ocurra comparar Escocia con Cataluña, ni el whisky con el cava. En Escocia no hay sentimientos antibritánicos, sino anglófobos, que es distinto, pues la rivalidad de Escocia no es con el Reino Unido sino con Inglaterra. Por eso la bandera del Reino Unido, la célebre Union Jack, ondea en todos los edificios públicos de Edimburgo, cosa que no ocurre aquí con la bandera española. Si San Jorge, San Andrés y San Patricio levantaran la cabeza…
            ―Bueno, pero no me negarás que en el caso de Flandes…
            ―Quien debiera preocuparse por Flandes no eres tú ―me interrumpió― , sino Andalucía y España misma, pues has de saber que en Flandes no es que se cante sino que se habla el flamenco y de ahí a prohijar al Camarón de la Isla, a Diego El Cigala, a Juan Mojama o a Capullo de Jerez y hacerlos belgas solo hay un paso…
            ―No digas disparates, Ignatius, el flamenco que hablan en Flandes y el flamenco que se canta en toda España son dos cosas diferentes…
             ―¡Calla! Ya estoy viendo anunciado con letras de neón en el Koninklijke Muntschouwburg (Teatro Real de la Moneda de Bruselas) “Hoy canta Perlita Van Huelva” o “Recital flamenco de Porrina de Antwerpen”. Los nacionalistas son insaciables. Lo tendrán difícil para traducir al neerlandés, que es como también llaman al flamenco, los nombres de Juan Martín El Cabogatero, La Paquera de Jerez o La Repompa de Málaga, pero dentro de poco compartirán cartel con Van Dyck El Mastriqueño, El Maneken-Pis de la Puebla, los famosos Brueghel el Viejo y Brueghel el Joven, y Stefaan De Clerck El Niño de Kortrijk
            Dejé a Ignatius cantado por tientos y me fui otra vez a merendar.
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