(Artículo publicado el 23 de febrero de 2010 en el diario La Opinión de Murcia)
Con ocasión de mi artículo anterior, titulado “La de dios es cristo” y dedicado a los nuevos intentos de retirar el Cristo de Monteagudo, el abogado José Luis Mazón, a quien por cierto no conozco personalmente, envió un comentario a la edición digital de este diario que no pude contestar por aquello del desencuentro que mantengo con las cosas de la informática y las nuevas tecnologías ¡Qué tiempos aquéllos en los que los teléfonos móviles tenían alas, zureaban y, si fallaban, te los podías comer a la cazuela! Del comentario, en el que Mazón me explicaba que la idea no procedía de conjura alguna, sino que se trataba de una decisión personal a partir de una reflexión sobre la desaparición de los crucifijos en clase, diré que me agradó su tono respetuoso y hasta afable, lo que dice bastante del remitente. Es muy posible que, a pesar de tener pareceres diferentes o, tal vez por ello, una conversación con Mazón sea más gratificante que la lectura de las obras completas de algunos conmilitones que yo me sé.
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Soy profesor en un centro público y me dirijo a sus Ilustrísimas para comunicarles que procederé inmediatamente a la retirada del crucifijo tanto en el aula como en mi despacho. No esperaré a que me obligue la futura Ley de Libertad Religiosa que prepara el Gobierno ¿Cómo hemos podido tardar tanto en darnos cuenta de que estamos en un Estado aconfesional y ninguna religión tiene carácter oficial? ¡Debemos avergonzarnos del daño que hemos podido causar por mantener ese símbolo tan insultante en nuestros espacios públicos! ¡Y cuánta falta de respeto y de sensibilidad democrática hacia los ciudadanos que no profesan tal religión!
Es imperdonable haber mantenido públicamente el símbolo de ese personaje judío que mereció tal muerte por denunciar la corrupción de los poderes políticos y religiosos de su época, por oponerse a la opresión y a los abusos que los gobernantes imponían al pueblo, por andar con prostitutas, ladrones e ilegales, aquel individuo que entregó su vida hasta el sacrificio en la cruz por andar defendiendo la libertad, la dignidad y la igualdad de todos los seres humanos.
No tardaré ni un minuto más en retirar el crucifijo por el que muchos millones de personas han entregado su vida. Retiraré el crucifijo porque no quiero seguir siendo responsable de que los alumnos y ciudadanos que lo vean descubran los valores de entrega, radicalidad, esfuerzo, amor y solidaridad que expresa ese judío colgado de la cruz, con los brazos abiertos en señal de acogida y de perdón. Quitaré el crucifijo, no sea que quien lo vea caiga en la cuenta que hoy sigue habiendo muchos crucificados por las mismas causas, a los que sí habría que retirar de sus cruces. Quitaré el crucifijo, pues no quiero que mis alumnos piensen que entregar la propia vida por los demás es el valor más sublime.
Por ello he decidido sustituir el crucifijo por una Obra de Arte, de esas que nuestros artistas universales han producido y que están expuestas en los Museos de todo el mundo para que sean apreciadas por millones de ciudadanos. Una obra de arte no debe escandalizar ni provocar ningún perjuicio en las convicciones íntimas de quien la admira. He pensado en artistas como el genial Salvador Dalí, paisano de los de ERC, o en Mariano Benlliure, paisano de
Y, como sería de gran ayuda que me ayudasen a decidirme, les envío mis preferencias en el archivo adjunto.
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El archivo que adjuntaba a la carta contenía las imágenes que ilustran este artículo. De nada, jóvenes.
2 comentarios:
Gran artículo, si señor.
Muchas gracias, sí señor.
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