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(Artículo publicado el 2 de marzo de 2010 en el diario La Opinión de Murcia)
Como ocurre siempre en tiempos de crisis, aquéllos que encendían el puro con billetes de mil (alguno lo sigue haciendo) tornan su mirada justiciera hacia los funcionarios que, ahora sí, vuelven a ser esa “casta privilegiada”, a pesar de que ni antes ni ahora pudieron pagarse un plato de langostinos del Mar Menor. No voy a escribir más ya que, como buen funcionario que soy, dejaré que lo haga otro. Reproduzco a continuación la carta escrita por una funcionaria de
“Sr. Martín Ferrand: Son ya muchos los comentarios despectivos y miserables que se están lanzando contra los funcionarios, esa casta, como usted los llama, de la que yo formo parte. Pero ha sido precisamente su artículo de opinión, por venir de quien viene, todo un profesional del periodismo, a quien yo creía objetivo y sensato, el que me ha encendido sobremanera y no quiero pasar por alto mi oportunidad de respuesta porque no ha podido ser más subjetivo, más insensato y sobre todo, más erróneo en sus planteamientos contra nuestra “casta”.
En primer lugar, ni yo ni ninguno de los muchos compañeros a los que trato nos sentimos ni tenemos porqué sentirnos servidores de nadie, y mucho menos queremos ser servidos. Le aclaro que en mi declaración a Hacienda no consta que sea servidora de nadie, sino una empleada por cuenta ajena; en este caso, mi empresa es
Comenta que, por la crisis, es el funcionariado el que tiene que ver disminuidos sus ingresos ¿Por qué? ¿Es que en épocas de “vacas gordas” el Gobierno hace conmigo reparto de beneficios? ¿Está usted quizás dispuesto a darme algo de sus ingresos cuando éstos sobrepasen lo que habitualmente cobra? ¿Está dispuesto acaso a hacerlo algún profesional “libre” de este país? Le pongo un ejemplo muy concreto. Un vecino de mi bloque, trabajador de la construcción, tan discreto en ingresos como yo hasta el “boom” urbanístico, ha podido invertir y comprar dos pisos más en Sevilla capital. Es cierto, ahora está en paro, pero yo y toda mi casta hemos contribuido a que pueda cobrar el subsidio de desempleo, porcentaje que pagamos todos los meses aunque a nosotros no nos haga falta, pues jamás lo cobraremos. Además, usted pretende rebajar mi sueldo un 20% para “repartirlo” con él y con muchos como él a quienes ahora no les va bien. ¿Hablaría usted con él para que me cediera uno de sus pisos y que yo pueda dejar de pagar la hipoteca del único pisito que poseo y que me está quitando el sueño? Los dos creemos que él no estaría dispuesto, ¿verdad?
Habla también de que pretendemos vivir sin la incertidumbre que acompaña a otros ciudadanos. Pues sí, Sr. Martín, de eso se trata. Aspirar a ser funcionarios es aspirar a poco materialmente en la vida, nunca seremos ricos, pero aspiramos a la estabilidad en el empleo, recurso al que puede aspirar cualquier persona, usted también, aprobando unas oposiciones. Por tanto, si yo he aspirado a “ganar poco y vivir tranquila” es un derecho adquirido y no, no me he adueñado de nada ni considero mi puesto hereditario. Mis hijos se lo tendrán que currar, y posiblemente más que los suyos, por venir de una familia más humilde o más sencilla, como quiera llamarlo. Y es en este punto donde más me enciendo. ¿Con qué derecho se cree a proclamar a los cuatro vientos que mis dos hijos (estoy separada) tengan que vivir con un 20% menos de lo que viven? Ah, y yo declaro hasta el último céntimo que gano (y todos sabemos que eso no es así en todas las profesiones, que hay mucha “economía sumergida”). Por lo tanto, no intente “calentarle” el ánimo a nadie con el hecho de que son los ciudadanos con sus impuestos los que me retribuyen, pues nosotros también contribuimos y mucho a las arcas del Estado.
Y una cosa más, considero el trabajo de esta casta mucho más importante para el país que el de su profesión, por ejemplo. Si no escribe un dia un artículo no pasa absolutamente nada, pero si mis compañeros de
En fin Sr. Martín piense más lo que escribe antes de hacerlo”.
En efecto, piense, señor Martín. Se puede escribir mejor, pero no más claro.
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