martes, 12 de noviembre de 2013

La vuelta de Fu-Manchú




(Artículo publicado el 12 de noviembre de 2013 en el diario La Opinión de Murcia)




No sabíamos que se habían ido y ahora nos enteramos de que han vuelto. Pero como no sabemos a dónde habían ido, si es que se habían ido, es imposible saber de dónde vienen, si es que vienen de algún sitio, ni con quién se fueron o vinieron, ni cómo, ni cuándo, ni por qué, del mismo modo en que nunca sabremos a dónde van. Bueno, el por qué se fueron si es que realmente se fueron sí que lo sabemos, y es que dejaron a España hecha unos zorros. Por eso se fueron si es que se fueron.
            ¿Se fueron? No, no da la impresión de que se fueran realmente, al menos si se fueron no lo hicieron muy lejos. Si se hubieran ido lejos, muy lejos, no habrían estado por aquí cerca para zancadillear una y otra vez al gobierno salido de las urnas que intentaba reparar el desastre zapaterino. Se fueron, eso sí, a la oposición, pero de allí no han vuelto, de manera que si dicen que se fueron y que han vuelto será que lo hicieron a otro sitio. Y ¿a qué sitio podrían haber ido? Al desierto a hacer oración, no, desde luego, porque si realmente han vuelto de algún sitio lo han hecho inconfesos, irredentos e impenitentes. Dicho de otra manera, no ha habido catarsis ni travesía del desierto alguna. Podrían haber ido a estudiar cómo se comporta la oposición socialdemócrata en los países civilizados de nuestro entorno, pero tampoco. Nuestra oposición de izquierdas es diferente, como la propia España que no existe. En Alemania, la socialdemocracia y la democracia cristiana ponen en marcha cada tres por dos la Grosse Koalition para resolver los graves problemas de Estado, lo que incluye la gobernabilidad. Mientras, en España se forma una vez y otra el Frente Popular al grito de “Todos contra el PP”, y les importa una Grosse Scheisse la gobernabilidad y los graves problemas de Estado. También podrían haber ido a dejarse aconsejar por la gran esperanza galáctica que fue Obama, pero el presidente demócrata está en horas bajas y aún no parece recuperado de la visita gótica de la familia Zapatero. Luego tampoco han ido allí. Nos quedan algunos destinos antes muy frecuentados y queridos como Cuba o Venezuela, pero ni un hermano es el otro ni Maduro es Chávez por mucho que éste se aparezca a aquél en forma de pajarito. No, definitivamente tampoco han ido para allá, como tampoco lo han hecho a ningún país de la primavera árabe, aquella cursilada de la izquierda, que ha pasado directamente de la estación de los capullos en flor al más crudo de los inviernos. No, definitivamente no se habían ido a sitio alguno, tal y como sospechábamos todos al oír la enérgica afirmación de Rubalcaba, el taumaturgo.
            ¿Han vuelto, pues? Pues parece que tampoco. Si convenimos en que no se han ido, difícilmente podríamos afirmar que han vuelto. Entonces, ¿qué explicación tiene todo este galimatías? Cuando escuchaba a Rubalcaba gritar aquello de “Hemos vuelto, compañeros” entre las caras circunspectas de quienes lo rodeaban y arropado por una lluvía virtual de pétalos de rosa, como la Virgen de la Fuensanta, y que Dios me perdone por la comparación, me vinieron a la cabeza aquellas novelas seriadas en uno de cuyos títulos se anunciaba la vuelta del mismo protagonista de todas ellas a pesar de que nunca se había ido a ningún sitio. La vuelta del Zorro, La vuelta del Dr. Fu-Manchú o La Vuelta del Coyote sorprendían a sus fieles lectores a quienes nunca se les había ocurrido pensar que el Zorro o el Coyote se hubieran marchado a parte alguna. De lo único que los abnegados lectores estaban ciertos era de que se trataba de una nueva entrega de la serie, con el mismo protagonista y casi con el mismo final que las anteriores.
            La última pregunta que se me ocurre al hilo de la pretendida vuelta es a qué han vuelto, y la respuesta no se hace esperar: a las andadas. Ya sé que a muchos de mis lectores se les ocurrirán otras respuestas, pero a mí me vale con la mía.
            Fu-Manchú ha vuelto. Larga vida a Fu-Manchú.
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