martes, 19 de noviembre de 2013

El escalofriante Gordo de Navidad


(Artículo publicado el 19 de noviembre de 2013 en el diario La Opinión de Murcia)




Un viejo chiste. En un examen de Química el profesor preguntó al alumno por las propiedades del amoníaco, a lo que éste respondió que se trataba de un líquido incoloro y levemente volátil, que olía muy bien. El profesor sacó un frasco lleno de amoníaco y le dijo al alumno que lo oliera. El chico lo hizo y, arrugando la nariz y con los ojos llorosos, exclamó “Pues a mí me gusta”. Y es que, para gustos, los colores.
Sin embargo, por lo que he podido escuchar, ver y leer, el anuncio de la Lotería de Navidad de este año no ha gustado a casi nadie, excepción hecha, me temo, de las hijas góticas de Zapatero y de unos cuantos frikis del universo burtoniano. Casi todos los pareceres coinciden en que se trata de un anuncio tétrico y escalofriante, muy poco navideño, en el que la elección de los intérpretes ha sido desafortunada, y en el hecho de que el pueblo, más que un pueblo español corriente, parezca un pueblo fantasma como La Manga en invierno. Mi querido amigo y admirado escritor Francisco Giménez Gracia me ha hecho llegar un excelente artículo titulado “Destripamos el anuncio del Gordo de Navidad” que un tal Longino Churruca-Florité (sospecho que se trata de un alias, ya que es casi imposible que nadie se llame realmente así) había publicado en la revista digital Mitmag (www.mitmag.es). El artículo ha tenido varios efectos: el primero, el de encantarme, pues se trata de una ingeniosa y chispeante vivisección del anuncio en la que no deja títere con cabeza; el segundo, que me ha obligado a reescribir de prisa y corriendo el artículo que ya tenía dispuesto; el tercer efecto ha sido el más sorprendente pues, si antes de leerlo yo me contaba entre los más firmes detractores del anuncio, tras la lectura del artículo he de confesarme militante entusiasta del todavía, aunque no por mucho, reducido grupo de sus fans y, por lo que he escrito antes, conmilitón de las hijas de Zapatero y demás frikis góticos.
Siempre me han gustado las películas algo oscuras y morbosas como las magníficas Frankenstein y Drácula, protagonizadas en 1931 por Boris Karloff y Bela Lugosi, respectivamente; o aquellas cintas alemanas de la década de los veinte como Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (Nosferatu, una Sinfonía del Horror), dirigida en 1922 por F. W. Murnau, o El Testamento del Dr. Mabuse, dirigida por Fritz Lang; o las películas de serie B protagonizadas por Vincent Price o Christopher Lee e, incluso, las de humor gótico y tenebroso como las series televisivas de La Familia Munster y La Familia Adams; y, cómo no, las muy góticas y siempre enigmáticas de Tim Burton, desde Beetlejuice hasta Frankenweennie, pasando por Pesadilla antes de Navidad, Sleepy Hollow o La Novia Cadáver, sin olvidar las versiones burtonianas de Charlie y la Fábrica de Chocolate (qué haría yo sin mis geniales Oompa-Loompas) y Alicia  en el País de las Maravillas. Y tal vez sea por ello que, al leer el artículo de Longino Churruca-Florité y ver de nuevo el anuncio, me he sentido transportado al dulce mundo de los terrores de mi infancia, generados y regenerados por las películas de Lang y de Burton: el evocador color marrón de las imágenes, la figura del corredor solitario huyendo del miedo, los ecos en las calles empedradas, el pueblo fantasma a la luz de cirios y velas, el árbol de navidad como hecho de osamentas, los cinco cantantes vestidos de luto, sus sonrisas tenebrosas, la vampiresca introducción de Marta Sánchez, la palidez marmórea de Bustamante y de la Niña Pastori, la turbadora mirada de Monserrat Caballé y el cadáverico tarareo final de Raphael, la música casi espectral y las imágenes heladas de los figurantes e, incluso, la escalofriante presencia entre ellos de un replicante de Rubalcaba.
Y digo yo una cosa: si en España nos santiguamos cuando se nos cruza un gato negro por la calle, qué otra cosa podíamos esperar del anuncio del Gordo de Navidad… del año 2013. Y si esto ha ocurrido con el anuncio, me sigo preguntando qué habrá de ocurrir con el propio sorteo de lotería. No me extrañaría nada que los niños de San Ildefonso aparecieran vestidos con los pantalones negros cortos y la camiseta de rayas rojas y blancas de Tweedledum y Tweedledee, esos inquietantes niños gordos que aparecen en Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton; o que lo hicieran vestidos como las niñas góticas de Zapatero. E incluso que el Gordo le tocara al caganer de la chancla o a algún ilustre excarcelado por el óbito anunciado de la doctrina Parot.
Y es que, queridos lectores, esto no es España, esto es Halloween.
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