martes, 3 de enero de 2012

¿Crisis?,... pero ¿qué crisis?




(Artículo publicado el 3 de enero de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)







Me van a permitir que vuelva a usar el título de aquel álbum de Supertramp para encabezar uno de mis artículos, si bien he alterado un poco su antiguo sentido. En esta ocasión el título de artículo no tendría apenas sentido sin la tremenda fotografía que lo ilustra. Por eso he pedido a la redacción de mi periódico que traten de dar la máxima fuerza expresiva a la foto. Tómense un tiempo, queridos lectores, y obsérvenla con detenimiento y recuerden que nos encontramos celebrando precisamente lo contrario: el Nacimiento de Un Niño.


Se trata de una foto tomada en el campo de refugiados de Dadaab, en Kenia, a cien kilómetros de la frontera con Somalia, en la que una mujer se dispone a enterrar a su hijo muerto por la falta de alimentos. Les aseguro que hay imágenes aún más duras de la hambruna que hoy, tercer día del Año Nuevo, están sufriendo decenas de millones de personas que habitan el cuerno de África formado por Somalia, Djibouti, Eritrea y Etiopía, agravada por la violencia de las milicias islamistas de Al-Shabab. Sólo en Somalia, un país poco más grande que España, habrán muerto de hambre setecientos ochenta mil niños; dicho de otra manera, en una ciudad imaginaria del tamaño de Valencia habitada únicamente por niños, morirán todos sus habitantes. Alguien podría señalar con el dedo al Dios cuyo nacimiento celebramos los cristianos, pero se equivocaría: esa madre que entierra a su hijo en un agujero no es obra de Dios sino del hombre. En la tierra sobran recursos para alimentar a una población diez, veinte, cien veces la existente, pero los niños se mueren de hambre mientras Europa se preocupa de la estabilidad del sistema financiero que nos permita mantener nuestro mullido nivel de bienestar, mientras alguien compra la Torre Picasso en cuatrocientos millones de euros, y mientras el Rey de España nos confiesa humildemente que sólo cobra trescientos mil euros al año con todos los gastos pagados, una bagatela, eso sí, comparada con los sueldos de los banqueros españoles, que oscilan entre los seiscientos mil y los seis millones de euros al año. Y se mueren de hambre, mientras esas pocas monedas que tintinean en nuestro bolsillo, incluso en el más humilde de los bolsillos españoles, podría alimentar a uno de esos niños durante un mes.


Pero volviendo a la imagen, no se me ocurre mejor comentario que un extracto del artículo escrito por una cooperante llamada Kari Constanza y por el keniata Kenneteh Kibet, titulado “Construyendo una casa, enterrando un niño”:


“Esta mañana, Isnino Siyat, de 22 años, construyó una casa. La fabricó de palos, ramas de árboles que cortó o que escavó de la tierra alrededor del campamento Dadaab en Kenia, (…) Ella cubrió los palos con telas y trapos que pidió prestados y con las bolsas que usan para entregar la comida (…) Isnino es una refugiada nueva de Somalia. Ella escapó del conflicto y de la sequía en Somalia para ser una refugiada en Kenia (…) El polvo rojo, es la única cosa que se encuentra en abundancia en el campamento, aparte de las tiendas y chozas (…) “No tengo nada, ni siquiera un depósito para recolectar agua,” dice. “Venimos caminando desde Somalia hasta aquí. Sólo podíamos cargar nuestros dos niños” (…) “Tengo mucho miedo por el futuro de mis niños y por el mío,” dice. Su esposo no la pudo ayudar construir la casa hoy, estaba ocupado en un trabajo doloroso, llevando el cuerpo de su sobrino, Ibrahim, quien falleció hace dos días. “Era por el hambre,” dice Isnino. Ibrahim, de tres años, falleció en una clínica en Dadaab. Sobrevivió el viaje con la familia pero como muchos más llegó enfermo, hambriento y débil. (…) El día termina en la tumba de Ibrahim. El esposo de Isnino no está allí. Está tratando de encontrar agua para lavar el cuerpo delicado de Ibrahim. Los hombres remueven la tierra para hacer un hueco para enterrarlo. La tierra roja se mezcla con la arena en el aire. Hay viento y el cielo se pone rojo.”


Cuando hagamos nuestras compras de Reyes, más modestas este año por efectos de la crisis, deberíamos recordar que hay otra crisis además de la nuestra, mucho, muchísimo más dura, precisamente allí de donde bien pudo proceder el Rey Mago más querido por los niños, Baltasar, aquel que trajo al Niño su regalo de mirra desde el lejano Cuerno de África. Tal vez sea el momento de corresponder con su regalo.


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2 comentarios:

José Antonio del Pozo dijo...

pues que tienes razón, hermoso texto
saludos blogueros

La Pecera dijo...

Gracias, José Antonio, y Feliz Año.