martes, 4 de octubre de 2011

Azul profundo

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(Artículo publicado el 4 de octubre de 2011 en el diario La Opinión de Murcia)






Hay un poema titulado O Infante que es para mí una de las poesías más hermosas que han sido escritas. Forma parte de Mensagem, el libro más conocido del poeta portugués Fernando Pessoa cuya figura, tocada de sombrero y envuelta en una gabardina agitada por el viento cuyas solapas apenas dejaban entrever la corbata negra de pajarita, parecía más bien la de un personaje dibujado por Hergé para acompañar en sus aventuras a Tintín. Mensagem fue también el único libro publicado en vida de su autor. Pessoa es el poeta de los heterónimos, que es como se denomina a las personalidades completas y complejas que creó para dar vida a voces, pensamientos y concepciones diferentes, más allá del mero pseudónimo.


Les cuento esto porque fue este verano pasado cuando, en un viaje a Portugal y siguiendo mi vieja costumbre de hacerme con un libro usado como recuerdo de cada ciudad que visito −un libro comprado por poco dinero en una librería de viejo, les aclaro−, me regalé en Lisboa una sencilla edición en rústica de Mensagem. Al leer O Infante comprobé que ya lo conocía desde hacía años, pues se lo había oído cantar muchas veces a Dulce Pontes en su disco O primeiro canto. Tal vez fuera este poema el que me indujo a emplear la figura del azul profundo para definir el mar que contemplaba a diario el farero de mi artículo anterior, aquel farero que quise ser y que no fui.


Es muy posible que mi lector malasombra, fiel a su costumbre de ir equivocadamente al grano, desprecie cuanto escribo hoy por considerarlo ocioso y prescindible. Sin duda se preguntará, algo amostazado, de qué cojines estoy escribiendo. Y yo, complaciente, le respondo gustoso y agradecido por darme ocasión de explicarme que lo estoy haciendo de aquéllo que considero el elemento más importante de un escrito: la palabra. En el proceso de la escritura (dejaré que sea otro el que lo llame arte de escribir), nada es casual. Un sí o un no, un aquél o un éste, un cómo o un por qué, responden en definitiva a las vivencias de quien escribe, a sus lecturas previas, a sus conceptos, a sus tiempos y a sus deleites. Escribir es casi una consecuencia de todo ello. Incluso el hecho de que hoy escriba acerca de libros y escrituras no es más que un efecto del otoño, de este tiempo de libros y de hojas desprendidas, que aletean como queriendo lenvantar el vuelto sin conseguirlo.


Por ello, en honor del libro, de todos los libros, les regalo el poema de aquella persona (pessoa) hecha de personas diferentes: O Infante, de Fernando Pessoa.


Deus quer, o homem sonha, a obra nasce.


Deus quis que a terra fosse toda uma,


Que o mar unisse, já nâo separasse


Sagrou-te e foste desvedando a espuma


E a orla branca foi


De ilha em continente


Clareou, correndo, até o fim do mundo


E viu-se a terra inteira, de repente


Surgir, redonda, do azul profundo

Quem te sagrou criou-te português


Do mar e nós em ti nos deu sinal.


Cumpriu-se o Mar, e o Império se desfez.


Senhor, falta cumprir-se Porrtugal!


Dios quiere, el hombre sueña, la obra nace.


Dios quiso que la tierra fuese toda una,


que el mar uniese, ya no separase.


Te consagró, y fuiste develando la espuma,


y la orla blanca fue de isla en continente,


clareó, corriendo, hasta el fin del mundo,


y vióse la tierra entera, de repente,


surgir, redonda, del azul profundo.


Quien te consagró te creó portugués.


Del mar y de nosotros en tí nos dio señal.


Cumplióse el Mar, y el Imperio se deshizo.


¡Señor, falta por cumplirse Portugal!


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4 comentarios:

Barnaby Warrior dijo...

¡Cuánta vida "vivida" desprende su escrito sobre lo portugués! Yo tuve un tiempo en que quise ser (tampoco lo conseguí) luso o gallego. Con esa bruma ambiental y esa cadencia en el hablar, y en el actuar, con aire mortecino... Cómo soñaba con el mundo onírico del poema "Negra sombra", de Rosalía de Castro... o con el fatalismo que refleja ese tema de Dulce Pontes "Estranha forma de vida": "Foi por vontade de Deus que eu vivo nesta ansiedade..."
Sí, acaso sea el tiempo de otoño el que nos induce a escribir estas vivencias. Bagatelas sin importancia, pero reveladoras del derecho que tenemos -muy de vez en cuándo- a ser un poco existencialistas. Recomiendo, si alguien lee este comentario, que pruebe a engullirse la entrada de don Juan Antonio Megías, con la canción "Les feuilles mortes", poema de Jacques Prévert, con música de Joseph Kosma y cantado por Yves Montand: "Tu me amabas y yo te amaba/ y ambos vivimos juntos/. Tu me amabas y yo te amaba/. Pero la vida separa a aquellos que se aman/, suavemente, sin hacer ruido/, y el mar borra de la arena/ las pisadas de los amantes separados". Ya ven, cosas sin importancia que a algunos nos hacen felices, como el bello poema de Fernando Pessoa. Gracias por el azul profundo, don Juan Antonio.

La Pecera dijo...

¿Para cuándo tu blog literario, Barnaby?

Barnaby Warrior dijo...

Para cuando sea capaz de actuar como iniciador, desencadenante o detonante de ese diminuto paquete de dinamita literaria que puedo atesorar. No puedes imaginar cómo admiro a los que cada siete días (no digo nada de los que lo hacen a diario) tenéis que entregar vuestro trabajo, ese trabajo que tiene que salir del alma, haya o no ganas de llevarlo a cabo. Necesito alguna motivación para escribir. La encuentro en este blog, en canciones, en novelas, en películas, en gentes, en paisajes, en experiencias... No obstante, muchas gracias.

Anónimo dijo...

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