martes, 11 de enero de 2011

Señales de humo

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(Artículo publicado el 11 de enero de 2011 en el diario La Opinión de Murcia)



Ya saben todos ustedes que la venida del Año Nuevo llegaba tradicionalmente preñada de buenos propósitos, entre los que destacaban los de dejar de fumar, hacer deporte y aprender inglés, propósitos que, por incumplidos, se repetían año tras año. Hoy seguimos en general sin hacer deporte y sin saber inglés, pese a ser campeones mundiales de casi todas las modalidades deportivas y a pesar de ser los únicos hispanoparlantes del planeta que, gracias a la publicidad, pronunciamos correctamente Níu York Cagolina Heguega. Pero, en lo de fumar, el Gobierno se ha propuesto que los españoles cumplamos nuestro propósito. Por cojones.


Gracias a la ley que, impulsada por el Gobierno-de-a-mí-plim-me-llamo-Leire-Pajín, han aprobado nuestros Padres de la Patria por consenso (no vaya a ser que el puro de Rajoy nos cueste un disgusto), muchos ciudadanos que habíamos logrado dejar de fumar voluntariamente en los últimos años experimentamos hoy un irresistible impulso de encender un cigarrillo e, incluso, un puro.


Gracias a la ley, hoy ya no se respira humo dentro de los bares y cafeterías, sino fuera de ellos, en la calle atestada de mesas, taburetes y estufas de interperie.


Gracias a la ley, algunos ciudadanos le han roto la cabeza a otros porque fuman o porque no fuman, o por ambas cosas a la vez.


Hoy, gracias a la ley, como si los españoles no tuviéramos suficientes cosas que nos separan, ya tenemos otra más.


Pero sobre todo, hoy, gracias a la ley, llevamos once días hablando y escribiendo ininterrumpidamente del tabaco para que no hablemos o escribamos de la ausencia del “cheque bebé”, el último de los cuales lo trajo debajo del brazo una niña riojana nacida en el último minuto del año pasado.


Hablamos del humo del tabaco para que no hablemos de que el próximo 15 de febrero finaliza la ayuda extraordinaria de 426 euros mensuales a los parados sin subsidio de paro.


Hablamos del tabaco para que no hablemos de los cinco millones de parados que siguen aumentando.


Hablamos del humo del cigarrillo para que no hablemos de la gente que no tiene qué comer y que se agolpa a las puertas de los escasos comedores sociales.


Hablamos del humo del tabaco para que no hablemos de la cuesta de enero, o sea de la cuesta que se inicia en enero y que va a duarar como poco hasta diciembre.


Hablamos de nicotina para que no hablemos de que Asia Bibi, la cristiana pakistaní, sigue en prisión condenada a muerte por decir en público que Jesucristo hizo más que Mahoma por las mujeres, lo que constituye en Pakistán un delito de blasfemia castigado con la horca, si bien en España aún no hemos llegado a tanto.


Hablamos de las muertes por tabaquismo para que no hablemos de las muertes por cristianismo que se están produciendo a cientos en los países islámicos.


Hablamos del cáncer de pulmón que hay que evitar para que no hablemos del cáncer de valores que, al parecer, es inevitable.


Lo han conseguido estos chicos y chicas, hoy ya no fumamos por ministerio de la Ley ni hablamos de incorrecciones políticas por ministerio de la Conjura de lo Políticamente Correcto. Pero lo que no conseguirán nunca, ni mediante leyes ni mediante falsas promesas, ni siquiera amenazándonos con que María Teresa Fernández de la Vega vuelva a alegrarnos los telediarios, es que los españoles hablemos inglés con fluidez o que hagamos un poco de ejercicio saludable de vez en cuando.


Como decía aquel santo varón, antes morir que perder la vida.

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