miércoles, 2 de abril de 2014

El caminante



Acuarela de Hermann Hesse que ilustra El caminante
(Artículo publicado el 2 de abril de 2014 en el diario La Opinión de Murcia)
 
Ahora que la muerte física de Adolfo Suárez ha propiciado la reivindicación de aquel suceso milagroso que se llamó “la Transición”, milagroso porque por primera vez en siglos un cambio político radical en España no vino regado por ríos de sangre, y milagroso también porque ese mismo suceso ha resistido los intentos de hacerlo saltar en pedazos llevados a cargo por un dinamitero loco, y ahora que en uno de esos ejercicios de culpa colectiva, tan españoles, por haberlo olvidado durante tantos años, parecemos todos empeñados en atribuir en exclusiva todo el mérito al fallecido expresidente, se me ocurre a mí que, sin perjuicio del papel muy principal que desempeñó Adolfo Suárez, la transición española tuvo muchos más padres además de él, en concreto algo más de treinta millones de padres y madres, que fuimos todos los que quisimos que, por vez primera, no se repitiera la historia. Dicho de otra forma, si Adolfo Suárez fue el director del coro, lo cierto es que aquel canto a la reconciliación y a la convivencia en paz lo interpretamos todos.
Del  mismo modo que afirmo esto digo que, antes que se produjera la transición política, hubo una transición moral y social que afectó al individuo y a la sociedad en su conjunto y que fue, además, la que facilitó aquélla. Los de mi generación recordarán muchos ejemplos de esto que digo, desde las batallas libradas por la libertad de expresión, muchas de ellas con las únicas armas del humor, la sátira y la ironía, hasta la reprobación casi unánime de los extremismos como instrumentos del cambio, fruto de la cual todos los grandes partidos ideólogicos aparcaron buena parte de sus principios diferenciadores en la búsqueda de los que les resultaban comunes, en la construcción del consenso. Pero a mí, hoy me interesa destacar uno muy concreto, el ejemplo de las librerías y los libros. Antes del fin del franquismo, las librerías fueron durante años los lugares en los que se fraguó el espíritu de la transición. Los libros, algunos libros, muchos libros, ciertamente, que se guardaban en las trastiendas y que luego circulaban de mano en mano, transmitieron de unos a otros los principios morales y sociales en los que se asentaría el edificio de la transición.
Tengo a la vista uno de aquellos libros, El caminante (Wanderung), de Hermann Hesse. Podría referirme a otros muchos libros de Hesse que influyeron de manera determinante en nuestra forma de pensar y, sobre todo, en nuestra forma de aceptar lo que pensaba el otro: Siddharta, El lobo estepario, Bajo las ruedas, En el balneario, Demian o El último verano de Klingsor. Pero hoy me quedo con El caminante. De este libro he extraído un par de párrafos que les brindo a continuación. El primero habla, creo yo, de ese espíritu que animó la transición. El segundo lo hace, también lo creo así, de aquello por lo que el homenaje a Adolfo Suárez es en todo caso un merecido homenaje:
“Durante mucho tiempo me he mortificado ante dioses y leyes que para mí eran solamente ídolos. Este fue mi error, mi tormento, mi complicidad en la desgracia del mundo. Incrementé la culpa y el tormento del mundo empleando la violencia contra mí  mismo, no atreviéndome a seguir el camino de la redención. El camino de la redención no me lleva ni a derecha ni a izquierda, me lleva al propio corazón, y sólo allí está Dios, y sólo allí está la paz”.
“Los árboles han sido para mí los predicadores más eficaces, Los respeto cuando viven entre pueblos y familias, en bosques y florestas. Y todavía los respeto más cuando están aislados. Son los solitarios. No como ermitaños, que se han aislado a causa de alguna debilidad, sino como hombres grandes en su soledad, como Beethoven y Nietzsche. En sus copas susurra el mundo, sus raíces descansan en lo infinito; pero no se pierden en él, sino que persiguen con toda la fuerza de su existencia una sola cosa: cumplir su propia ley, que reside en ellos, desarrollar su propia forma, representarse a sí mismos”.
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1 comentario:

Unknown dijo...

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