viernes, 18 de abril de 2014

Brindis al sol

Artículo publicado el 18 de abril de 2014 2n 2l diario La Opinión de Murcia



En Murcia, dicen, sólo hay tres estaciones: ¡Pijo, qué frío!, ¡Pijo, qué calor! y la estación del Carmen.
Mientras en este córner de España, ardiente y soleado, que es la Región de Murcia andábamos ocupados en sustituir a un presidente autonómico por otro, el primer ministro de Francia, el barcelonés Manuel Valls, anunciaba su propósito de reducir a trece o catorce las actuales veintisiete regiones francesas, veintidós metropolitanas y cinco de ultramar. Unos días antes, el primer ministro de Italia, Matteo Renzi, lograba que el Senado italiano aprobara entre otras medidas de ahorro la supresión de las setenta y tres provincias italianas, si bien compensaba esta medida de extraordinario alcance con la creación de diez ciudades metropolitanas. En España, enardecido sin duda por estos ejemplos de audacia política, Miguel Sebastián, quien fuera primero asesor áulico de Zapatero, para ser luego su ministro de Industria y nuestro suministrador nacional de bombillas, afirmaba hace unos días que aquí sólo debería haber tres autonomías, las regiones históricas de Cataluña, País Vasco y Galicia, por lo que habría que diluir las demás en una especie de sopicaldo nacional. O sea que, en lugar de España Una, o sea Diecisiete, deberíamos ser España Cuatro y punto pelota.
No deja de ser la de Sebastián una idea ciertamente zapaterina, es decir superficial y sacada de la manga o de la chistera, improvisada, poco meditada y populista, pero no es en modo alguno una idea original. Hace un par de años Tomás Ramón Fernández Rodríguez, catedrático emérito de Derecho Administrativo de la Universidad Complutense, que formó parte de aquella “Comisión de Expertos sobre Autonomía” comandada por el profesor García de Enterría sobre cuyo informe se cimentó la materialización del Estado de las Autonomías, el profesor Fernández Rodríguez, digo, apuntó que las diecisiete Regiones Autónomas actualmente existentes deberían quedar reducidas a no más de trece, prescindiendo por tanto de aquellas de naturaleza uniprovincial que quedarían integradas en otras vecinas de mayor tamaño. En el mapa autonómico del profesor Fernández Rodríguez a Murcia le quedaba reservado el dudoso honor de ser la cuarta provincia de Valencia.
A diferencia de Miguel Sebastián, que hacía pública su ocurrencia más bien estimulado por la moda francesa e italiana pero con cierta ligereza, el profesor Fernández Rodríguez amparaba su propuesta, no solo en su dilatada experiencia nacida, como he dicho, a principios de la década de los ochenta, sino en un documento de trabajo publicado por la Fundación Transición Española titulado «La España de las Autonomías: un Estado débil devorado por diecisiete ‘estaditos’». Pese al título un tanto frívolo, el estudio constituye sin embargo un análisis acertado de la evolución del Estado de la Autonomías. La inexistencia de un modelo de Estado en la Constitución se debe a las concretas circunstancias históricas que conocemos como la “transición española” que no permitieron ir más allá en la concreción del modelo político, un híbrido entre el Estado unitario y el federal, del que el estruendoso fracaso de la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico, declarada inconstitucional en 1983, por una parte, y la propia tensión descentralizadora, por otra, aceleraron su desquiciamiento hasta llegar en 2006 a la promulgación consentida y animada por el Gobierno socialista de Zapatero de un Estatut de Catalunya de signo inequívocamente confederal, muchas de cuyas posiciones extremas y maximalistas fueron además sorprendentemente emuladas en las reformas estatutarias de otras Comunidades Autónomas. Según una encuesta publicada en julio de 2012, un sesenta y seis por ciento de los españoles pedía un recorte de las Autonomías, más de la mitad opinaba que habría que eliminar las televisiones autonómicas y más del ochenta por ciento creía que había que reducir el tamaño, el coste y las funciones de los Parlamentos Autonómicos. Según Fernández Rodríguez “la ausencia de un modelo de Estado en la Constitución es sencillamente irremediable sin una reforma decidida del Título VIII de la misma”, cuyo objetivo debiera ser precisamente el establecimiento de un modelo territorial claro y de perfiles bien definidos al que se aplicaría el sistema de reparto competencial que sigue la Ley Federal Alemana, la Grundgesetz. Este sistema admite, junto a las competencias propias de los Estados Federados, un amplísimo campo de competencias concurrentes con el Estado Federal, en el que los Länder también pueden legislar “mientras y en la medida” en que el Estado Federal no lo haga. Fijar en la Constitución un único sistema de financiación para todas la Comunidades Autónomas, transformar de una vez el Senado en cámara de representación territorial, constitucionalizar la Conferencia de Presidentes Autonómicos y reducir a la tercera parte el número de Ayuntamientos españoles, son algunas de las medidas que completarían la propuesta.
Pero qué quieren que les diga, no lo veo claro. No hay ánimo político suficiente, ni los nacionalismos independentistas se van a contentar con otra cosa que no sea la autodeterminación y la independencia. Ya les comenté que Salvador de Madariaga afirmaba que el problema de su pluralidad frente a su unidad es el más grave de cuantos asedian España. El propio Madariaga, al referirse al nacionalismo-separatismo, señalaba en su ensayo titulado De la angustia a la libertad que, en cierto modo, tanto el separatismo vasco como el catalán derivan del separatismo que es innato a todos los españoles: “Todos los españoles”, decía, “tienden a resquebrajarse unos de otros bajo el calor de la pasión, como la tierra seca de la Península tiende a agrietarse bajo el calor del sol”.
Y de esto del calor, en Murcia sabemos latín.
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