martes, 2 de julio de 2013

La Roja



(Artículo publicado el 2 de julio de 2013 en el diario La Opinión de Murcia)



Definitivamente ―me decía ayer Ignatius, mi asesor en materia de educación y deportes― no me gusta eso de que le hayan puesto el mote fácilongo e interesado de “La Roja” a la vieja y esforzada Selección Española de Fútbol, cuyo nombre llevaba impresa a fuego la marca de siglos de sangre, sudor y  lágrimas futboleras. Y no me gusta entre otras cosas porque tiene muy poco de roja. No es rojo su atuendo, que de ser algo, mi querido amigo, sería más bien azulgrana o rojigualda, pues aunque la camiseta es roja lleva ribetes, cuello y costuras amarillas, además de combinar con pantalones azules y medias negras. Tampoco es roja la afición por más que le pese al Chico de la Ceja o a su Gran Visir, el inconmensurable Iznogud, presunto inspirador del sobrenombre. No son rojos, no, los saldos bancarios de jugadores, seleccionador y directivos federativos, ni es precisamente rojo el marquesado con el que, de manera algo populachera aunque no por ello menos aplaudida, permítaseme la cosa, Majestad, fue ennoblecido Vicente del Bosque, el gran Vicente, que además tiene el alma blanca. Aquí no ocurre nada por casualidad y lo de La Roja no iba a ser una excepción.
Mira, ―afirmaba Ignatius― en esto de los motes y los apodos hay hilar muy fino, pues un mote puesto con acierto, es decir, un mote que perdura en el tiempo y que se extiende como una mancha de aceite, es un seudónimo que te encumbra si es bondadoso, o que te hunde en la miseria si es malicioso. Lo que hace básicamente el mote puesto con acierto es reducir el tamaño del apodado al significado estricto del apodo: el Chincheta, dicho de alguien bajito, independientemente de que además fuera rubio, rico, listo o notario, seguirá siendo el Chincheta para todos los siempres. El mote también acorta la distancia que nos separa del apodado, lo acerca, lo hace como de la familia, de la casa. Dicho de otra forma, lo que provoca el mote es que se le pierda el miedo e incluso el respeto. En la escuela al igual que en el instituto, en el colegio o en la Universidad, todos, profesores y alumnos, teníamos un mote. La razón no era más que poner al moteado al alcance de tu mano. El Turuta o El Pisahuevos eran mucho menos temibles que Don Romualdo, el profesor de latín, o que Don Pantuflo, el catedrático de Colombofilia. Daba igual que el Mofeta, al que le cayó encima el mote por escapársele un pedo en clase, un solo pedo, jurara en arameo que se bañaba en colonia todos los días: al verlo aparecer en el horizonte, todos fruncíamos las narices.
Con La Roja ―señalaba Ignatius―, ha pasado algo parecido. La Selección así sobrenombrada se ha hecho más cercana y asequible, más del pueblo, diría yo, e incluso prolífica, pues ahora existe también La Rojilla. Pero como por estos pagos nada ocurre por casualidad, te decía, podemos albergar la sospecha de que haya habido algo más que el otorgamiento de un simple remoquete a un equipo de fútbol. El motivo de bautizar a la Selección Española de Fútbol como La Roja no es más que el primer paso, mi inocente amigo, de un proyecto mucho más ambicioso que consiste en sustituir el nombre de la propia España por el de La Roja.
            ―¡Qué disparate, Ignatius! ―le dije.
―¿Disparate? ―me contestó―. Han pretendido que el subconsciente colectivo relacione el tan deseado triunfo deportivo con el nombre de La Roja, alejando el éxito del nombre de España. Ya no es España o La Española la España triunfal, sino La Roja. Y si alguna duda albergaba, el domingo tuve por fin a la vista la prueba del algodón. Fíjate, querido amigo, en no fue La Roja la que perdió ominosamente el domingo pasado ante Brasil, sino que quien sufrió el “maracanazo” fue de nuevo la Selección  Española de Fútbol y nada más que la Selección Española de Fútbol, al decir de los comentaristas de Telecinco. A partir del segundo gol ya no jugaba La Roja sino que lo hacía la Selección Española de Fútbol, como en los viejos tiempos.
―Es que jugaron como en los viejos tiempos, Ignatius.
―Más a mi favor ―me contestó Ignatius― No me extrañaría que los jugadores formaran parte de la Conjura de La Roja Antes Llamada España. Incluso puede que les hayan ofrecido formar el futuro gobierno de La Roja, con Vicente de Presidente y Sergio Ramos de…
Me fui corriendo.
.

No hay comentarios: