martes, 22 de enero de 2013

Qué será lo que tiene Espe



(Artículo publicado el 22 de enero de 2013 en el diario La Opinión de Murcia)



El miércoles de la semana pasada asistí a lo que los expertos en la materia habrían calificado como un fenómeno de masas si no fuera porque las masas fueron más bien de andar por casa, habida cuenta del contexto restringido del Foro Nueva Murcia y del limitado aforo del Real Casino. Me refiero a la presencia de Esperanza Aguirre o la cólera de Dios, manifestada en forma de esa ciclogénesis explosiva tan de moda en los últimos días. Ningún invitado del Foro había levantado hasta ahora la expectación que levantó la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, ni siquiera José María Aznar o Vicente del Bosque lo hicieron, si bien el primero de ellos, al igual que Esperanza Aguirre, fue recibido y despedido por un comité de perroflautas al que algunos malintencionados, considerando que no hicieron lo propio con José Bono, llaman ya la célula murciana del Comando Rubalcaba.
                Esperanza tiene ambición, lo que sin duda es consustancial con la política, pero no lo oculta, porque si algo tiene además Esperanza es desparpajo, o sea, que habla claro y se le entiende todo, lo que por el contrario no es nada consustancial con la política. Esperanza no tiene pelos en la lengua ni sabe qué es eso de lo políticamente correcto, siendo como es una de las personas más educadas que he tenido ocasión de tratar. La otra tarde en el Casino, Esperanza fue capaz de proclamar a los cuatro vientos que no era partidaria de los políticos profesionales que se eternizan en la política, y de hacerlo precisamente delante de un nutrido grupo de políticos profesionales de su propio partido que se han eternizado en la política. Esperanza comenzó pidiendo listas electorales abiertas y mayor democracia interna en los partidos políticos, para acabar alabando sin empacho el sistema electoral británico, en el que cada diputado de los Comunes resulta elegido de manera uninominal por su circunscripción electoral, una de las seiscientas cincuenta en que se divide el Reino Unido, de suerte que el representante político responde directamente ante sus electores en lugar de hacerlo ante el jefe del partido de turno.
En un momento dado, Esperanza deslizó en perfecto inglés una frase para el mármol: the party is over. Ayer, en las páginas de opinión de este mismo diario, el profesor Colino desmontaba brillantemente en un excelente artículo esa frase de Esperanza Aguirre, que interpretaba  en el sentido de que había que reducir el gasto público o recortar el Estado de bienestar. El artículo habría sido perfecto si no fuera porque Esperanza Aguirre no hizo tal afirmación en el sentido indicado el profesor Colino, o  esa fue mi impresión. La expresión the party is over no se refería al Estado del Bienestar, al menos no solamente a él, ni tan siquiera al gasto público español, sino más bien al modo en que se ha venido gastando todos estos años el dinero público. Tengo la impresión de que al afirmar que “la fiesta ha terminado” Esperanza no tenía en la cabeza la asistencia sanitaria de los españoles, ni el sistema de pensiones, ni el sistema educativo en su conjunto, sino el hecho de que durante años hayan sido construidos en España los hospitales y centros de salud más caros y  lujosos de todo el territorio de la Unión Europea, todo mármoles, acero y cristal. Tal vez pensara en el descomunal Ayuntamiento de Madrid, en el que han sido gastados más de quinientos millones de euros. O en el hecho de que hayan sido construidos carísimos aeropuertos fantasmas en Castellón o en Ciudad Real, por citar uno en territorio pepero y otro en territorio socialista. O que en nuestra red de autopistas haya una salida individual para cada pueblo y caserío y en ocasiones dos, como ocurre con “Tobarra Norte” y “Tobarra Sur”, que muchos de ustedes conocen, a tan sólo tres o cuatro kilómetros, miren qué cosas, de “Hellín Norte” y “Hellín Sur”, mientras que en Alemania solo hay una salida de autopista cada veinte kilómetros. O tal vez estuviera pensando en la Expo de Sevilla y en la Expo de Zaragoza, dos estruendosos disparates económicos de los gobiernos socialistas. O en la financiación irregular y extorsionadora de todos los partidos políticos, sin excepción al parecer. O en la flota española de coches oficiales, la más nutrida de Europa. O en los miles de pequeños ayuntamientos económicamente inviables, cuya supresión ningún partido político osa apoyar. O en las prebendas y privilegios de la clase política en forma de sobresueldos, pensiones, puestos públicos de refugio, viajes en primera, máximas pensiones y derivados. O en los numerosos casos de corrupción institucional. O en las subvenciones disparatadas que han poblado durante años las páginas del Boletín Oficial del Estado. O en los millones gastados en iniciativas sin fuste, como la muerta pero insepulta Alianza de Civilizaciones. O en qué se yo cuántas cosas más.
A esta fiesta es a la que, sin duda, se refería Esperanza y esta es la fiesta que, según sus palabras, se habría acabado.
¿O no?
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