miércoles, 21 de marzo de 2012

Obituario: Adiós a Don Antonio





(Artículo publicado en la sección de Obituarios del diario La Opinión de Murcia, el día 20 de marzo de 2012)





Ha muerto un hombre ejemplar. Qué fácil resulta adjetivar así la muerte de Antonio Pérez Crespo y, sin embargo, qué difícil resulta hablar de la muerte misma cuando muere un hombre como él. La muerte de aquéllos a quienes profesamos afecto o admiración, o ambas cosas, siempre nos pilla con el paso cambiado, siempre ocurre en un momento inoportuno, siempre es a destiempo. Otros lo han dicho mejor que yo: aquéllos a quienes aman los dioses siempre mueren jóvenes.


Hombre ejemplar, esposo ejemplar, padre ejemplar, murciano ejemplar, político ejemplar y, lo que aún parece más difícil, ex político ejemplar, Antonio Pérez Crespo no ha necesitado razón especial alguna para ser todo ello como no fuera su profundo amor, su intenso amor a todos y por todo: al Derecho, al que no solo entendió y amó, sino al que puso en práctica en cada momento de su vida; a su mujer, a quien profesó un amor pleno y a quien cuidó amorosamente en los años de enfermedad; a sus hijos, a quienes transmitió su amor por el Derecho, su bondad personal y su ejemplo de rectitud; a Murcia, a quien dedicó su afán, a la que promovió y defendió incluso de sí misma, a la que representó dignamente en las instituciones; a su empresa, a sus amigos, a sus vecinos y a todos cuantos acudieron en busca de su ayuda, de su apoyo o de su consejo. Todo ello por amor.


Incluso por amor y por hombría de bien ha sido un excepcional ejemplo de antiguo político. En castellano, curiosamente, no tenemos una palabra que exprese adecuadamente el concepto de esa persona que fue algo y que ya no es ese algo, pero que, sin embargo, lo sigue siendo. Recurrimos a la espantosa partícula “ex” porque no tenemos palabras como la inglesa “former” que define exactamente la idea. Tal vez hubiere sido el término antiguo, si no fuera porque en él prevalece el regustillo de lo viejo, de lo pasado de moda, lo que no es el caso. Porque el “former” político, el antiguo político si se quiere, es alguien que sigue teniendo vigencia y vigor por la sencilla razón de que posee la experiencia y la autoridad, entendida ésta a la manera del viejo derecho romano, y las pone a disposición de la comunidad. Es lo que ha ocurrido con Antonio Pérez Crespo, que ha seguido siendo útil a la comunidad, al común de los ciudadanos, desde la excedencia, desde el retiro. Y ello sin necesidad de sueldo o pensión, ni despacho ni secretaria, ni coche oficial ni estatus de privilegio. A Antonio Pérez Crespo le bastaron tres cosas: su amor a Murcia, su experiencia y su autoridad.


Pero permítanme que les hable de otro aspecto de Antonio Pérez Crespo, menor si quieren, pero no menos elocuente. Desde hace varios años, casi todas las tardes podía verse a Don Antonio sentado en una mesa de la cafetería del Real Casino de Murcia, del que era socio y Senador, muchas veces acompañado por uno de sus hijos y, siempre, por algún amigo a quien regalaba su conversación. Algunas de esas tardes, ese amigo fui yo. Don Antonio, y ahora les explico porque acabo de cambiar el tratamiento del tuteo al Don, fue compañero de carrera de mi padre, a quien por cierto ha afectado mucho su muerte, y a los amigos de mi padre, yo que pertenezco a una generación que ya es antigua, siempre los he tratado de usted. Con mi padre, me contaba Don Antonio, compitió por las matrículas de honor, pues ambos fueron excepcionales estudiantes. Me habló de mi padre con cariño y respeto, con admiración no exenta aún de un punto de rivalidad, con el conocimiento que solo otorga la convivencia en aquellos años de juventud, con la dulzura que dan los años pasados. Y una tarde, también habló de mi padre a mi hija María, que está terminando Derecho. A causa de sus palabras vi en los ojos de mi hija un reflejo de orgullo por su abuelo, por mi padre. Y, saben qué, que ese regalo que me hizo Don Antonio no lo olvidaré nunca.


Y ya que hablo de recuerdos y olvidos, les contaré otro que guardo en el desván de la memoria. Cuando yo estudiaba Derecho, hice un trabajo sobre las distintas modalidades de arrendamiento. Para ello consulté algunos libros de la biblioteca jurídica de mi padre, entre los que había uno que trataba de la aparcería, una modalidad de arrendamiento muy extendida en los campos y huertas de Murcia. El libro, su primer libro, estaba dedicado a mi padre por su autor, lo que a mis ojos le dio un valor especial. El autor era y es, pues la autoría es algo que no se anula con el tiempo y que la muerte no borra, Antonio Pérez Crespo, Don Antonio para los amigos.


Hasta siempre, querido Don Antonio.

2 comentarios:

Merry dijo...

"Déjate guiar", me dijo. Por el abuelo, por ti y por el futuro que ya llega, ¿no es así? :)

La Pecera dijo...

Y por tí misma, por tus principios, por tu sentido de la rectitud, por tu conciencia, por tu inteligencia, y sobre todo por Jesús. Pregúntale a Jesús qué haría Él en tu caso... suele acertar... siempre.