martes, 14 de diciembre de 2010

Del caballo de Espartero a Pajín

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(Artículo publicado el 14 de diciembre de 2010 en el diario La Opinión de Murcia)


Dedicado a un colega columnista, quintacolumnista diría yo, a cambio de que rece por mí.



Para destacar el valor casi temerario de alguien se suele decir que tiene más cojones que el caballo de Espartero. Y es que la estatua ecuestre del Príncipe de Vergara, el único militar español al que le fue concedido por el Rey el tratamiento de Alteza Real, llama la atención de los que pasen por la calle de Alcalá, frente a la puerta de Hernani que da acceso a los jardines del Retiro, no por la egregia figura del General Espartero, el Pacificador, sino por los atributos que atestiguan la masculinidad de su montura. Hay otra estatua similar en Logroño, en la que el General aparece cubierto con su sombrero, cuyo caballo tal vez tenga los testículos mayores, pero la que ha criado la fama es la de Madrid, si bien ha quedado recientemente nublada por la aparición interplanetaria y cósmica de unas nuevas gónadas masculinas de insospechada e imposible existencia.


Creo haber escrito antes que España es un país testicular en el que, por encima de las connotaciones machistas que tiene el destacar el valor superior de los genitales masculinos frente a los femeninos, hemos sido capaces de elevar los huevos a la categoría de razón de Estado. Eso es lo que ha hecho Leire Pajín, flamante ministra de Sanidad por sus muchos méritos, cuando en el curso de una comida informal una senadora del PP le preguntó por el nombramiento como Delegada del Gobierno para el Plan Nacional de Drogas de Nuria Espí, auxiliar administrativa y amiga personal, de quien dice la propia ministra que sabe muchísimo sobre drogas. Pajín, supongo que con los brazos en jarras aunque la pose no haya trascendido, respondió literalmente que “sólo faltaría que la ministra no pueda nombrar a quien le salga de los cojones”. Puestos a ganar el campeonato interplanetario de mala educación pudo haber empleado otras fórmulas de uso común a ambos sexos, tales como nombrar a quien le salga de las narices, a quien le parezca o a quien le dé la gana e, incluso, la real gana. Pero sorprendentemente eligió lo de los cataplines.


El diccionario de uso del español de María Moliner dice que el vulgarismo “salirle de los cojones” equivale a querer o dar la gana. En definitiva es hacer algo por antojo, sin una razón específica. Se sabía que Leire Pajín era capaz de decir algo por antojo, sin una razón específica, gratuitamente, de manera ocurrente, como por ejemplo llamar “cónyugue” al cónyuge; o afirmar con los ojos cerrados que “el Euribor ha bajado gracias a la gestión del Gobierno”; o proclamar confusamente que “ha aumentado el paro, pero es el tercer mes que deja de crecer”; o afirmar sin ton ni son que “el PIB es masculino”; o pregonar descaradamente que “los socialistas no acumulan sueldos sino que acumulan responsabilidades”; o escopetear a quien quisiera oírlo que “yo quiero que el poder sea más tía”; o, refiriéndose a su incorporación al gobierno, afirmar sin ruborizarse que “Zapatero me lo pidió mirándome a los ojos”… Lo que no sospechábamos es que, además de ser capaz de decir lo que le saliera a ella del alma, era además capaz de hacer lo propio y, de paso, intentar quitarle el puesto en el argot callejero al caballo de Espartero.


Lo que no sé es si a Espartero le hubiera gustado el cambio.

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