martes, 9 de noviembre de 2010

El negro que tenía el alma blanca

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(Artículo publicado el 9 de noviembre de 2010 en el diario La Opinión de Murcia)






Así se titulaba una novela folletinesca de Alberto Insúa que fue llevada a la pantalla por Benito Perojo en versión muda en 1927 y en versión sonora y musical en la España republicana de 1934. La novela sería luego cruelmente versionada en Argentina por el muy lacrimógeno y embetunado Hugo del Carril. La novela narra las venturas y desventuras de un bailarín cubano descendiente de esclavos negros que, después de triunfar en Nueva York y en París, retorna a Madrid y allí, viéndose rechazado por Enma, una mujer blanca de la que se había enamorado, enferma y muere de amor. Después de leer esto mi lector malasombra pensará que definitivamente he perdido la cabeza y que soy presa de desvaríos. ¿Cómo se me ocurre ponerme a escribir hoy, con la que está cayendo, sobre un folletín antediluviano llevado al cine por Benito Perojo y Hugo del Carril?, me preguntará el muy saduceo.





Pues, precisamente, por la que está cayendo, o más concretamente, por la que les está cayendo a Barack Obama y a Zapatero, es por lo que me viene a la cabeza el título de esa película que, por otra parte, me pareció siempre de lo más ingenioso. Y es que lo del negro que tenía el alma blanca es un chiste fácil habida cuenta del rechazo que han suscitado en su electorado las políticas progresistas del presidente norteamericano, que le demanda menos prédica y más trigo, o lo que es igual, menos progresismo de campanario y más puestos de trabajo. En la más pura tradición norteamericana de respeto al electorado, Obama se ha apresurado a reconocer el revés electoral y se ha propuesto enmendar lo que él mismo ha calificado de errores, empezando por dialogar y negociar con la oposición republicana, entre otras cosas porque no le queda más remedio. Y es que Barack no es, desde luego, tan negro como parecía.





Si no fuera por lo que es, a nuestro incomparable presidente del gobierno también le encajaría el título de la novela de Insúa, pero ocurre que, a diferencia de Obama, Zapatero no reconoce error alguno en sus políticas y no manifiesta, por tanto, el menor propósito de la enmienda. Para muestra, fíjense en esta bonita coliflor: en señal de austeridad, Zetapé suprime dos ministerios, el de Igualdad y el de Vivienda, pero a ambas ministras las nombra Secretarias de Estado de lo mismo… con doble sueldo, el de Secretarias de Estado y el de exministras. Mientras, a la oposición, ni agua, y al Papa, ni los buenos días. Hoy no recibe a Benedicto XVI por lo mismo que ayer no se levantó al paso de la bandera norteamericana, porque confunde pacifismo con antiamericanismo y laicismo con anticlericalismo. Y para que no se hable de los cinco millones de parados españoles, nos pone a los cuarenta y cinco a debatir sobre el cambio de orden de los apellidos. Y desata una contienda feroz entre abades y zorrillas y entre aznares y zapateros, mientras descubrimos estupefactos que España se moderniza tan rápido que la “y griega” ya no se llama así, sino “ye”, que es, no sé, como más gráfico y moderno, y que los acentos o tildes van perdiendo irremediablemente la batalla de la subsistencia, ya saben, guion en lugar de guión y truhan en vez de truhán, pues la diferencia entre el hiato y el diptongo es lo que realmente preocupa a todos los españoles.





No, no, tiene usted razón, querido lector. En este caso no se trata del negro que tenía el alma blanca, no, sino del blanco que tiene el alma negra. Como el tizón.


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