martes, 6 de julio de 2010

Vuvuzelazos

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(Artículo publicado el 6 de julio de 2010 en el diario La Opinión de Murcia)



Por los mentideros políticos y futboleros corre el rumor de que los brillantes resultados futbolísticos de la Roja vestida de azul se han debido fundamentalmente a una especie de prima con la que estaban incentivados los jugadores. Ya saben ustedes que la modelo Larissa Riquelme, musa deportiva de los paraguayos, había prometido a sus enfervorecidos jugadores que si ganaban el partido de cuartos contra España se desnudaría en la Plaza de la Democracia, suponemos que de Asunción. Para que luego digan que Paraguay no tenía delantera. Por su parte, el seleccionador argentino Diego Armando Maradona, que en su país levanta tantas pasiones como la modelo Riquelme, aunque de otro tipo, se comprometió también a desnudarse junto al obelisco de Buenos Aires si su selección ganaba el Mundial. Tanto la Larissa como el Pelusa se han visto libres de su compromiso, aunque la paraguaya ha dicho que va a desnudarse como premio de consolación, lo que me parece muy bien. Y Dieguito hará lo propio, si el tiempo, la autoridad y la Diosa del Buen Gusto no lo impiden. Pero dejemos a los perdedores y vayamos con los victoriosos. Por cierto, estoy de acuerdo con alguien que decía en un blog que debería estar prohibido jugar partidos de fútbol durante los conciertos de vuvuzelas.


No me creo, no, que los alemanes jugaran como jugaron ante Argentina espoleados por la presencia de Angela Merkel y mucho menos por promesa alguna de descubrirles sus abundantes encantos. La selección alemana juega así, simplemente porque está en el cuaderno de instrucciones. Siempre lo han hecho, lo que pasa es que unas veces les ha salido bien, como el otro día, y, otras, mal, como espero que les ocurra frente a España. El alemán se estimula llanamente con la idea de hacer lo ordenado y alcanza el clímax cuando además lo hace por Alemania. No hay más que verlos durante la interpretación del Deutschland über alles, firmes y con la mirada perdida en la infinitud.


España, digan lo que digan, es diferente. Aquí esas zarandajas del cumplimiento del deber, no solo no nos motivan para nada, sino que hay toda una filosofía montada para ridiculizar la idea. No me negarán que cuando yo mismo escribía hace un par de líneas que los alemanes se estimulan con la idea de hacer lo ordenado no han esgrimido casi todos ustedes, mis queridos lectores, una media sonrisa conmiserativa y displicente. No, aquí lo de cumplir con la obligación, no sólo no motiva, sino que deprime. Y lo de hacerlo por España, cuando no desata la risa más castiza, despierta el odio de la carcundia nacionalista. Puesto a pensar, la idea de España no motiva a nadie a hacer nada bueno. Todo lo que un buen españolito hace por España es berrear el himno sin letra cuando juega, no la Española, no, que eso es nombre de aceituna rellena con reminiscencias colombinas, sino la Roja, que es un apodo así como de miliciana del Frente Popular, con el que alguien, además, está haciendo su agosto. Sí, ahora con la Roja, se ven todas las banderas nacionales que no se verán jamás el Doce Octubre o que no se vieron en la festividad de Santiago, el todavía Patrón de España, ni se adivinaron siquiera cuando se perpetró el Estatuto de Cataluña. Si la Roja gana, ondean las banderas aunque sean a modo de capas de supermán. Si la Roja pierde, verán ustedes de nuevo por el suelo las banderas españolas, culpables de la derrota. Si ganamos, gana la Roja. Si perdemos, perderá España. Como si lo viera.


Pero, sabiendo ya no solo que España no es Alemania, sino que estamos mucho más cerca del patrioterismo paraguayo o argentino la pregunta que se hace todo el mundo es quién había prometido aquí que se desnudaría si España pasaba a semifinales y luego, vista la apatía con la que jugó la Roja durante tres cuartas partes del partido, quién o quiénes amenazaron con hacerlo si no ganaban.


Se admiten apuestas.

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