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Cada vez que escucho la célebre marcha de Sir Edward Elgar que da título a este artículo me atenaza la envidia insana que siento por la pérfida Albión. Para entendernos: envidio profundamente esa manera que tienen los británicos de organizarse, de defender sus colores, de llamar al pan bread y al vino wine, de caminar por el mundo sin agachar la cabeza, de transformar en victorias sus derrotas, de producir y beber whisky, de jugar al rugby, de poner al mal tiempo mala cara (como debe ser), de escribir cuentos para niños que leemos los adultos, de entender y practicar el humor negro, de conservar su imperio, de distinguir la velocidad del tocino, de aclararse con sus medidas de peso y longitud, de nombrar caballero a quien paga para ello sin sonrojarse un ápice, de mofarse de
Como muestra, basta echar un vistazo a la cronología más reciente:
El 6 de mayo pasado se celebran las elecciones más reñidas de los últimos tiempos.
El 11 de mayo, tras la dimisión de Gordon Brown y su salida del 10 de Downing Street,
El 12 de mayo, apenas seis días después de la jornada electoral, Cameron y Clegg comparecen juntos para anunciar el histórico acuerdo de coalición entre conservadores y liberales y la composición del nuevo gobierno.
El 13 de mayo, siete días después de las elecciones, se reúne por primera vez el nuevo gobierno de coalición y anuncia una reducción inmediata del cinco por ciento en sus sueldos.
El 20 de mayo, catorce días después de elecciones, Cameron y Clegg presentan su programa de reforma de la política británica.
El 24 de mayo (tan sólo han pasado dieciocho días de las elecciones) anuncian un recorte inmediato de gastos por importe de más de siete mil millones de euros que incluye, entre otras muchas medidas, la supresión del cheque-bebé de 290 euros, pero también la eliminación de los coches oficiales individuales de los ministros y la prohibición a todo cargo público de viajar en primera clase.
El 25 de mayo, en el curso de la solemne ceremonia de apertura del Parlamento Británico,
Diamantes y crisis, tradición y renovación, carroza real y viajes en metro, poder y democracia, monarquía y parlamento, nación y estado, soberana y gobierno, tiempo y dinero, Pompa y Circunstancia. Con ocasión de la coronación de Eduardo VII añadieron letra a la música de Sir Edward Elgar para componer una canción patriótica, cuyo estribillo dice así: Land of Hope and Glory, Mother of the Free... (Tierra de esperanza y gloria, madre de la libertad…)
Por todo ello, God save the Queen.
Y yo, mientras tanto, como tantos otros españoles, me consolaré con la esperanza de que ganemos el mundial de fútbol. Algo es algo.
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