jueves, 3 de junio de 2010

Pompa y circunstancia

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(Artículo publicado el 1 de junio de 2010 en el diario La Opinión de Murcia)



Cada vez que escucho la célebre marcha de Sir Edward Elgar que da título a este artículo me atenaza la envidia insana que siento por la pérfida Albión. Para entendernos: envidio profundamente esa manera que tienen los británicos de organizarse, de defender sus colores, de llamar al pan bread y al vino wine, de caminar por el mundo sin agachar la cabeza, de transformar en victorias sus derrotas, de producir y beber whisky, de jugar al rugby, de poner al mal tiempo mala cara (como debe ser), de escribir cuentos para niños que leemos los adultos, de entender y practicar el humor negro, de conservar su imperio, de distinguir la velocidad del tocino, de aclararse con sus medidas de peso y longitud, de nombrar caballero a quien paga para ello sin sonrojarse un ápice, de mofarse de la Familia Real y de respetar al mismo tiempo a la Corona y a la Reina, de no inventarse las tradiciones y de entender su utilidad en la vida moderna, de reconocer sin reparos que ni el clima ni la cocina británicos tienen defensa alguna y de desayunar como Dios manda. Les envidio por los Beatles, por los Rollings, por el whisky (insisto), por su deportividad y por la falta de ella cuando les conviene, por sus universidades, por su flema, por Wallace y por Wellington, por sus actores y actrices, por su literatura, por sus taxis, por sus jardines, por sus bellezas con cara de caballo en Ascot y por sus caballos rodeados de bellezas en el mismo Ascot. Pero, sobre todo y por encima de cualquier otra cosa, les envidio por su forma de entender la política y de hacer política.


Como muestra, basta echar un vistazo a la cronología más reciente:


El 6 de mayo pasado se celebran las elecciones más reñidas de los últimos tiempos.


El 11 de mayo, tras la dimisión de Gordon Brown y su salida del 10 de Downing Street, la Reina encarga a David Cameron la formación de gobierno.


El 12 de mayo, apenas seis días después de la jornada electoral, Cameron y Clegg comparecen juntos para anunciar el histórico acuerdo de coalición entre conservadores y liberales y la composición del nuevo gobierno.


El 13 de mayo, siete días después de las elecciones, se reúne por primera vez el nuevo gobierno de coalición y anuncia una reducción inmediata del cinco por ciento en sus sueldos.


El 20 de mayo, catorce días después de elecciones, Cameron y Clegg presentan su programa de reforma de la política británica.


El 24 de mayo (tan sólo han pasado dieciocho días de las elecciones) anuncian un recorte inmediato de gastos por importe de más de siete mil millones de euros que incluye, entre otras muchas medidas, la supresión del cheque-bebé de 290 euros, pero también la eliminación de los coches oficiales individuales de los ministros y la prohibición a todo cargo público de viajar en primera clase.


El 25 de mayo, en el curso de la solemne ceremonia de apertura del Parlamento Británico, la Reina Isabel II, que acude a Westminster en su carroza y ataviada con la Toga de Estado y la Corona del Estado Imperial, cuajada de diamantes, presentó el programa de gobierno que incluye la promulgación de veintidós nuevas leyes, sin que a nadie se le ocurra poner en duda que la política de coyuntura nada tiene que ver con el respeto a las formas y a las tradiciones.


Diamantes y crisis, tradición y renovación, carroza real y viajes en metro, poder y democracia, monarquía y parlamento, nación y estado, soberana y gobierno, tiempo y dinero, Pompa y Circunstancia. Con ocasión de la coronación de Eduardo VII añadieron letra a la música de Sir Edward Elgar para componer una canción patriótica, cuyo estribillo dice así: Land of Hope and Glory, Mother of the Free... (Tierra de esperanza y gloria, madre de la libertad…)


Por todo ello, God save the Queen.


Y yo, mientras tanto, como tantos otros españoles, me consolaré con la esperanza de que ganemos el mundial de fútbol. Algo es algo.

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