lunes, 11 de mayo de 2015

Conejos y liebres, galgos y podencos


Las casas de Hogwarts


           Por primera vez en muchos años, el debate electoral no pivota tanto sobre objetivos materiales como la creación de empleo, el reparto de la riqueza o la mejora de las infraestructuras, cuanto sobre cuestiones cardinales del propio sistema democrático. Apenas se habla de las soluciones prácticas a las necesidades ciudadanas que proponen los partidos políticos, sino que la controversia se sitúa en torno a las respuestas que estos mismos partidos ofrecen a sus propias carencias y a las del sistema del que forman parte. El mapa político de España, circunscrito a los dos grandes partidos PP y PSOE,  ha respondido al cliché clásico del bipartidismo de conservadores y progresistas, con las excepciones hechas de las comunidades  autónomas de Cataluña y el País Pasco, en las que los partidos nacionalistas han gobernado en solitario o con el apoyo ocasional del PSOE, pero en ningún caso los discursos políticos se han salido del guion  preestablecido consistente en que el aspirante haría lo contrario, o casi, a lo que haría el gobernante: si tú te propones hacer un Plan Hidrológico, yo me propongo derogarlo si llego al gobierno, y si tú pones en marcha la Alianza de Civilizaciones, yo me la cargo.

          Y en estas estábamos hasta llegaron los indignados, porque de indignados se trata. Mientras que el PP y el PSOE discutían sobre si son galgos o podencos, la jauría de los indignados, galgos y podemos, digo podencos, para los que resultaba indiferente que se tratara de liebres o conejos, se echaron encima de los dos entretenidos roedores.  Y cambió el discurso. Ya no se habló de si había que hacer o no un aeropuerto, sino de la existencia de aeropuertos sin aviones como Ciudad Real, Murcia o Castellón. Tampoco se habló de carreteras y autopistas, ni de la alta velocidad o el reparto del agua, sino de las pingües comisiones que dichas obras públicas habían deparado a todo tipo de conejos y liebres. Y de ese modo se empezó a debatir sobre el sistema y, más concretamente, sobre la necesidad de cambiar el sistema, empezando por el bipartidismo.

        El debate que han puesto hoy sobre la mesa galgos y podencos se centra en cuatro o cinco puntos que afectan a la médula del sistema: la renovación, la regeneración, el bipartidismo y la estabilidad. Veamos lo que han hecho al respecto galgos, podencos, liebres y conejos.

        Frente a los políticos de la casta, es decir, frente a aquéllos que llevan muchos quinquenios calentando los sillones, sea en el gobierno o en la oposición, y que son los culpables de la muerte de Manolete, hacía falta caras nuevas, líderes nuevos, gente más joven y menos comprometida, que es justamente la que nutre a los partidos llamados emergentes. Eso es la renovación y no otra cosa. En la Región de Murcia, qué quieren que les diga, el único de los grandes partidos que ha renovado en buena parte su oferta de conejos ha sido el PP, con Pedro Antonio Sánchez a la cabeza. El PSOE pareció que iba a hacerlo pero no lo hizo, y ahí tenemos a Rafael González Tovar y sus viejas liebres. Un punto para Gryffindor y otro para galgos y podencos.

      Frente a las viejas formas de hacer política, los ciudadanos exigen nuevas maneras, más democráticas y transparentes, más participativas y menos viciadas. En eso consiste la regeneración. A galgos y podencos les resulta fácil prometer medidas regeneracionistas pues llegan huérfanos de experiencia de gobierno. Sin embargo, muchas de estas promesas se han visto empañadas por la tozudez de sus propios actos. El fomento del transfuguismo fruto de estrategias políticas de medio plazo de unos o las extrañas y trasatlánticas fuentes de financiación de otros nos hacen sospechar a los ciudadanos que no todo el monte es orégano. Los conejos y liebres lo tienen un poco más difícil, pues les resulta complicado predicar cuando antes no dieron trigo. Y es que la regeneración no consiste en promesas ni pactos, sino en actuaciones firmes y concretas. Veremos a ver, pero de momento no hay reparto de puntos.

        Los partidos emergentes critican el bipartidismo como si éste fuera la causa de todos los males, el cáncer de la democracia. Yerran. Tres de los sistemas democráticos más antiguos y que mejor funcionan, el norteamericano, el británico y el francés, se basan en un bipartidismo casi puro. En el alemán, otro sistema democrático casi ejemplar, el bipartidismo está moderado por dos partidos bisagra, los liberales y los verdes, que apoyan o comparten tareas de gobierno con los socialdemócratas y los democristianos según se tercie. Sin embargo, Italia, multipartidista por excelencia, ha dado como fruto algunos de los gobiernos más corruptos e ineficaces de Europa. Un punto para Gryffindor, y otro para Slytherin.

         Por otra parte, tampoco gobernar sin mayoría absoluta es el acabose. Bueno, tal vez lo sea para el rodillo parlamentario y el ninguneo de la oposición, pero no lo es en absoluto para lo que llaman algunos conejos la necesaria estabilidad de los gobiernos. Desde el punto de vista del ciudadano de a pie, o sea, desde mi punto de vista, la estabilidad no consiste en garantizar la inamobilidad en el sillón durante cuatro años, sino en definir el marco jurídico estable en el que el gobierno, sea cual sea y dure lo que dure, pueda dar respuesta a las necesidades sociales comunes al tiempo que promueve y facilita el desarrollo individual de las personas. Ésa y no otra es la estabilidad que necesita un país, una región o un municipio. Y en esto, discúlpenme galgos y podencos, me fío un poco más de quienes tienen más oficio y no parecen dispuestos a hacer experimentos con champán. De manera que un punto más para Gryffindor y otro para Slytherin.

         Pues ya sabe usted, querido Lector Malasombra, quién es el campeón de la Copa de Quidditch: Gryffindor, a los puntos.

(Artículo publicado el 12 de mayo de 2015 en el diario La Opinión de Murcia)

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