martes, 14 de abril de 2015

Misericordia

(María Fernanda D'Ocón y José Bódalo en los papeles de Benina y "Almudena". 1972)


      Misericordia es el título de una novela de Benito Pérez Galdós, cuya versión teatralizada fue estrenada en 1972. Posteriormente fue llevada a la televisión en aquella excepcional serie de TVE titulada “Estudio 1”, que los más viejos del lugar recordarán con añoranza. La novela, cuyos hechos transcurren en el entorno del Hospital de la Misericordia del Madrid galdosiano de finales del XIX, hace referencia al atributo divino de la misericordia que encarnan los dos principales personajes, la criada Benina y el mendigo ciego de origen judío apodado “Almudena”, interpretados magistralmente por Maria Fernanda D’Ocón y un inolvidable José Bódalo. En el prólogo a la edición de 1913, el propio Galdós revelaba cuál había sido el planteamiento de su novela:

“En Misericordia me propuse descender a las capas ínfimas de la sociedad matritense, describiendo y presentando los tipos más humildes, la suma pobreza, la mendicidad profesional, la vagancia viciosa, la miseria, dolorosa casi siempre, en algunos casos picaresca o criminal... Para esto hube de emplear largos meses en observaciones y estudios directos del natural, visitando las guaridas de gente mísera o maleante que se alberga en los populosos barrios del sur de Madrid. Acompañado de policías escudriñé las "casas de dormir" de las calles de Mediodía Grande y del Bastero, y para penetrar en las repugnantes viviendas donde celebran sus ritos nauseabundos los más rebajados prosélitos de Baco y Venus, tuve que disfrazarme de médico de la Higiene municipal. No me bastaba esto para observar los espectáculos más tristes de la degradación humana, y solicitando la amistad de algunos administradores de las casas que aquí llamamos "de corredor", donde hacinadas viven las familias del proletariado ínfimo, pude ver de cerca la pobreza honrada y los más desolados episodios del dolor y la abnegación en las capitales populosas…”

De Misericordia apunta Francisco Gaudet que “el escritor va rescatando con cariño —casi página a página— una interminable lista de supervivientes: burgueses miserables como doña Paca y sus hijos (Obdulia y Antoñito) salvados de la indigencia más penosa por una herencia casi surreal, y frente a ellos, en un halo de gloria, miserables mendigos, ciegos que saben ver y criadas cercanas a la santidad”.

No tengo la menor duda de que Galdós entendía muy bien en qué consiste verdaderamente la misericordia de la que habla el Evangelio.

“Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre”. Con esta frase comienza la Carta Apostólica Misericordia Vultus en la que el Papa Francisco anuncia el Jubileo Extraordinario de la Misericordia que comenzará el 8 de diciembre de 2015 y se cerrará el 20 de noviembre de 2016. Un Año Santo durante el que permanecerán abiertas miles de puertas santas en todas las basílicas, catedrales y santuarios del mundo, comenzando por la Puerta Santa de la Catedral de Roma, San Juan de Letrán, como símbolo del compromiso de la Iglesia para vivir el Año Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual.

La misericordia es la virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenas y, según afirma la teología, constituye el principal atributo divino. Recuerda la Carta Apostólica las palabras de Santo Tomás de Aquino: “Es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta su omnipotencia”. En Jesús, la justicia es siempre una justicia misericordiosa, como lo es el perdón. También recuerda Francisco las palabras de San Juan: “Dios es amor”, y señala que  “este amor se ha hecho ahora visible y tangible en toda la vida de Jesús. Su persona no es otra cosa sino amor. Un amor que se dona y ofrece gratuitamente. Sus relaciones con las personas que se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia. En Él todo habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión”. “La misericordia es la viga maestra de la Iglesia”, afirma Francisco, para sentenciar, más adelante, que “la tentación de pretender siempre y solamente justicia ha hecho olvidar que ella es el primer paso, necesario e indispensable.”

Tal vez sea esta aparente confrontación entre misericordia y justicia uno de los elementos más relevantes de la Carta Apostólica. Sin embargo, Francisco niega la contradicción:  “La misericordia no es contraria a la justicia sino que expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer”. “Si Dios se detuviera en la justicia”, afirma más adelante, “dejaría de ser Dios, sería como todos los hombres que invocan respeto por la ley. La justicia por sí misma no basta, y la experiencia enseña que apelando solamente a ella se corre el riesgo de destruirla. Por esto Dios va más allá de la justicia con la misericordia y el perdón. Esto no significa restarle valor a la justicia o hacerla superflua, al contrario. Quien se equivoca deberá expiar la pena. Solo que éste no es el fin, sino el inicio de la conversión…”

En la obra de Galdós, Benina no era solamente justa. Era misericordiosa.
.

(Artículo publicado el 14 de abril de 2015 en La Opinión de Murcia)

No hay comentarios: