martes, 24 de marzo de 2015

Ya están aquí...


(Artículo publicado el 24 de marzo de 2015 en La Opinión de Murcia)


        Ocurrió lo predecible, que el Barcelona ganó en su campo y que el PSOE andaluz hizo lo propio en el suyo. Cuando Susana Díaz, recién designada sucesora de José Antonio Griñán a título de presidenta de la Junta de Andalucía, se levantó de su silla y casi toda vestida de rojo y con una rosa en su pecho generoso alzó los brazos y desmayó las manos al estilo del más puro de los flamencos, lo tuve claro, “Ésta se los lleva de calle”, pensé. Ni ERES, ni Podemos, ni flores, ni gaitas. Son las emociones, imbécil, que me decía ayer, cariñosa y parafraseadamente, una de las cabezas más claras que conozco. Si fuera otra cosa que las emociones, las elecciones serían pura matemática y, ganarlas, un juego de niños. Pero no, Andalucía, cuando vota, vota emocionada, con el corazón contraído y el alma en vilo, conteniendo la respiración y alejado de su mente todo signo de sensatez. No digo yo que el votante andaluz  sea un insensato, no, sino que cuando vota lo hace con el sentimiento a flor de piel. “Viva er Beti, manque pierda”. Es como cuando iba a la Maestranza a ver torear a Curro Romero, armada de una rama de olivo. Aunque el Faraón de Camas se echara a correr delante del toro porque lo había mirado mal, el currismo caía rendido a sus pies y lo disculpaba acaloradamente a cambio de aquel único pase mágico que había dado una vez.

         Lo que ocurre en Andalucía sólo pasa en Andalucía, y es que el PSOE administra muy bien las emociones. En ninguna otra región lleva gobernando partido alguno los treinta y tres años que lo viene haciendo el PSOE andaluz en Andalucía, la edad de Cristo, miren por dónde, otra emoción semanasantera. En el resto de España ha existido alternancia en el poder, en Andalucía, no. Por eso, lo ocurrido este fin de semana no es extrapolable a las demás regiones y, por eso también, en todas ellas puede pasar cualquier cosa. Sin embargo, la regla de las emociones funciona igualmente en todas partes: ganará aquél que emocione al electorado, más allá de promesas concretas y de compromisos espirituales, si bien no está escrito que una promesa o un compromiso no sean capaces de generar una emoción incontenible e inderrotable. Pero no me parece a mí que las cosas vayan por ahí. PP, PSOE e IU emocionan, sí, pero sólo a los más allegados y, a éstos aún, tibiamente. Es cierto que, en el caso de Murcia, los más allegados del PP son muchos más que los allegados a las otras dos formaciones, pero sin duda no son suficientes. Ya veremos.

     Lo más destacado de las elecciones andaluzas ha sido, sin género de dudas, la irrupción en el arco parlamentario autonómico más allá de Cataluña de Podemos y Ciudadanos, dos formaciones que aspiran a integrarse en la “casta” gobernante, por la vía de combatirla. No es más que la vieja letra reformista, pero con música nueva. Son jóvenes y osados: los unos, –mi Lector Malasombra, si quiere, puede escribir el pronombre con “h”–, se quieren cargar la banca privada, lo que más o menos consiste en recuperar las viejas Cajas de Ahorros; los otros, se quieren cargar el AVE para financiar con su gigantesca dotación económica lo que llaman “la política de innovación”, cuyo programa presentan mañana, tal vez el viejo INI. No sé si son propuestas posibles y plausibles, pero lo que sí sé es que ambas van dirigidas al ámbito emocional del votante, que buscan atraer sus emociones sabiendo que la emoción es el juego.

         Mientras tanto, mi viejo amigo Ignatius, añorado por muchos y detestado por unos cuantos, anda inquieto y desasosegado con una cuestión hereditaria entre civilista y política. Se pregunta mi emocionado asesor matutino y cafetero que, si es investida Susana Díaz presidente de la Junta de Andalucía estando como está embarazada de un retoño, si el nasciturus quedará también investido de dicha presidencia, ya que con arreglo al Código Civil, hasta que el ansiado vástago no nazca con apariencia humana y viva veinticuatro horas totalmente desprendido del claustro materno, seguirá formando parte del cuerpo de la madre y, por tanto, jurará el cargo con ella. Piensa Ignatius que si los intérpretes de la Ley así lo deciden, y los intérpretes de la Ley andan últimamente decidiendo cosas muy raras, Andalucía podría tener a partir de junio dos presidentes, madre e hijo, que es lo más parecido a una monarquía hereditaria. Culmina Ignatius su razonamiento afirmando que los treinta y tres años de gobierno ininterrumpido del PSOE andaluz así lo avalan.

          A mí, créanme, me ha emocionado, y se me ha atragantado el café.
.

No hay comentarios: