martes, 17 de diciembre de 2013

Perdone que le haga una pregunta



(Artículo publicado el 17 de diciembre de 2013 en el diario La Opinión de Murcia)
 




Quienes me conocen saben que, por más que lo diga la Constitución, en mi escala de valores no figura la unidad indisoluble de España, al menos no como valor absoluto e irrenunciable, como tampoco está ese nacionalismo patriotero y rojigualda, dentro de cuya estrechez me he sentido siempre agobiado. Tampoco se cuenta entre mis valores ningún localismo de esos que ciegan la vista y nublan el entendimiento a todo cuanto no huela a pastel de carne o suene a sardana. Que afirme todo esto no está reñido en modo alguno con que me gusten, ya que los cito, los pasteles de carne y las sardanas, unos más que las otras, o con que crea sinceramente que una España unida y cohesionada es mejor sitio para vivir que un rompecabezas de diecisiete piezas en desequilibrio permanente.
Ya he escrito antes acerca del nacionalismo, del que Stephan Zweig decía en El mundo de ayer. Memorias de un europeo que era la peor de las pestes, que envenena la flor de nuestra cultura europea. Preso de la nostalgia de aquel mundo que se fue, de hecho Zweig acabaría en el suicidio, escribía acerca de Viena que “sólo las décadas venideras demostrarán el crimen cometido contra Viena con el intento de nacionalizar y provincializar esta ciudad, cuyo sentido y cultura [se refería a la vieja Viena imperial] consistía precisamente en el encuentro de elementos de los más heterogéneo, en su supranacionalidad”. Yo, como Zweig, he visto demasiado mundo para que éste en el que vivo no me parezca extraordinariamente pequeño. He leído demasiados libros para no conocer a estas alturas de mi vida casi todas las causas, casi todas las razones y casi todos los credos que intentan vanamente justificar la exclusión de los unos por los otros. He visto demasiadas veces cómo las banderas nacionales se han convertido en sudarios y no necesito verlo más. Yo, como Zweig, no creo que la unidad o la disgregación de un país merezcan que nadie derrame una gota de su sangre o la de otro. Tampoco creo que una reacción violenta del Estado frente a los nacionalismos disgregadores sea la solución del problema, pues además de que los enfrentamientos no generan otra cosa más que confrontación, ello no sería sino oponer un nacionalismo a otro.
Artur Mas y su muchachada, como lo han venido haciendo en general casi todos los políticos catalanistas, llevan demasiados años sembrando el odio, el desprecio y el victimismo hacia España. Por su parte, los políticos españolistas, los de Ciutatans con la boca grande, los del PP con la boca mediana y los del PSOE con la boca pequeña, llevan haciendo lo propio hacia quienes reniegan de su españolidad, con razón o sin ella. Curiosamente, y a pesar de lo que digan unos y otros, esto viene ocurriendo en mayor medida desde que fuera aprobada en 1978 la Constitución Española, la misma que dotó a todas las regiones de las cotas más altas de autonomía y descentralización política y administrativa de la Historia. Sin embargo, todos estos años de autogobierno democrático no han servido para acallar al separatismo. El referéndum sobre la independencia de Cataluña será el 9 de noviembre de 2014, nos han anunciado; será sí o sí, dicen los herederos de aquel Lluis Companys que proclamó el Estado Catalán un 6 de octubre de 1934; y, a falta de una, ya tienen las dos preguntas de la consulta que catalanes y quienes pasen por allí deberán responder a "¿Quiere que Cataluña sea un Estado?" y "¿Quiere que sea independiente?", preguntas que, en cierto modo, son redundantes, pues no sabemos muy bien qué es eso de un Estado dependiente como no sea lo que hay ahora.
Hay quien dice, optimista recalcitrante, que todo esto se disolverá como se disuelve una pastilla de magnesia en un vaso de agua, que el nacionalismo separatista no tiene futuro en la Europa Unida, en la Europa de los mercaderes, añaden guiñando el ojo, pero olvidan que al igual que la unidad se puede comprar la unidad también se vende, y que en esta Europa de los intereses todo es cuestión de precio.
Hay quien opina lo contrario, que esto no hay quien lo pare como no sea suspendiendo el Estatuto de Autonomía de Cataluña en virtud del artículo 155 de la Constitución Española, sacando los tanques a la calle en cumplimiento del artículo 8 de la Constitución y encarcelando a Artur Mas y sus secuaces por la comisión de un delito de rebelión previsto en el artículo 472 del Código Penal, pero olvidan que no sabemos muy bien quiénes son los secuaces de Mas, si sus socios de gobierno de hoy o los socios de gobierno de ayer, si aquéllos a los que ayer apoyaba Más en Madrid o a los que apoyaba anteayer o apoyará mañana. Tampoco sabemos muy bien si estos aguerridos partidarios de los tanques pedirán que sean sus hijos y no los de otros quienes defiendan la unidad de la Patria en la primera línea  de combate.
Afortunadamente hay otros artículos en la Constitución Española. Por ejemplo, el artículo 92.1, que dice que “las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos”. Se me ocurre que, antes de que Mas convoque el suyo, el Rey podría anticiparse y, a propuesta del Presidente del Gobierno y previa autorización de las Cortes Generales, convocar un referéndum para que todos los españoles, los catalanes y los no catalanes, nos pronunciemos sobre la unidad de España. La pregunta podría ser sencillamente la siguiente: “España, ¿sí o no?”
Me da en la nariz que los partidarios de España ganarían por goleada.
Incluso en Cataluña.
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11 comentarios:

La Pecera dijo...

En la edición impresa y en la digital de este artículo en el diario La Opinión se han comido las dos últimas líneas. Tal vez sea porque sin ellas el artículo queda mejor, o porque el espacio no daba para esas dieciseis palabras, o para no hablar de mi nariz, yo que sé. Pues por eso, porque no lo sé, es por lo que publico este comentario. Ahí queda dicho.

Bernabé Guerrero dijo...

Si esta situación no se arregla con diálogo porque las posiciones son innegociables; ni con más dinero para Cataluña; ni con más competencias para la Generalitat; ni sacar los tanques a la calle para que no mueran los hijos de nadie... ¿Cómo se pone fin a tanto desmán? Porque los independentistas, querido Juan Antonio, no aceptarían un referendum nacional para decidir sobre sus demandas. Tenemos la torta hecha un pan. De Europa no me fio ni un pelo. Venden a su padre si fuese menester. Basta recordar lo que ocurrió cuando la desmembración de la antigua Yugoslavia: còmo algunos países de la Unión se apresuraron a reconocer a los estados separatistas.

La Pecera dijo...

Amigo Bernabé: tienes mucha razón en que esto es muy difícil de arreglar, pero partamos del hecho de que "no hay peor sordo que el que no quiere oír", esto es, que ninguna acción convencerá a los separatistas para que abandonen sus reivindicaciones de "derecho a la autodeterminación" e independencia. Entrecomillo lo del derecho a la autodeterminación porque no existe tal derecho, pues dicho concepto fue configurado en el proceso de descolonización como un instrumento que facilitara la aplicación de un principio demócratico legitimador del propio proceso descolonizador. Pero eso no es aplicable en modo alguno en los estados nacionales democráticos. Y aquí aparece Zapatero cuando irresponsablemente afirmó que el concepto de nación es discutido y discutible, en referencia al proyectado Estatuto de Autonomía de Cataluña que introdujo el término "nación catalana". De aquelos polvos estos lodos.
La unidad nacional en los países democráticos nacionales solo puede ser enjuiciada por el total de sus ciudadanos, nunca por una parte de éstos, de ahí la importancia de aceptar o negar el concepto de nación catalana.
A mi entender, en España no existe más nación que que española y solo el conjunto de los ciudadanos tiene legitimación para alterar las reglas de juego. Sin emabrgo, no podemos olvidar que la propia Constitución quedó infectada por el nacionalismo al incorporar el término de "nacionalidades" junto con el de "regiones".
En cualquier caso, no podemos resignarnos a que no exista más solución que el uso de la fuerza para frenar el separatismo. Si se celebrara un referendum nacional anticipándose al nacionalista, con todo el peligro que esa medida conlleva, no convenceríamos a quienes no quieren ser convencidos, pero muy posiblemente si la opción separatista resultara perdedora quedaría deslegitimada ante Europa y el mundo. No sé si la pregunta que yo planteo en mi artículo de manera muy simplista, entre otras cosas porque no tengo más que seiscientas palabras como máximo, es la acertada, seguramente no, pero lo que sí creo que sería bueno es que los políticos de uno y otro cuño dejaran paso a que habláramos libremente los ciudadanos. Si el instrumento del referendum no sirve para ésto, es peligroso o es inoportuno, entonces ¿para qué sirve un referendum? ¿qué tipo de democracia es ésa que rehuye escuchar la voz de los ciudadanos, de todos los ciudadanos y no sólo de los que más gritan? ¿es más democrática la algarada callejera, la cadena de de ciudadanos o los insultos de unos a otros?
Amigo Bernabé, aunque el resultado fuera el contrario al que yo me imagino, aunque los españoles decidieran que las reglas actuales de convivencia o el proyecto político de una España unida no nos valen ¿no sería ésta una decisión tan legítima como la contraria? Tal vez el Referendum deba contener más de una pregunta, pues son muchas las cuestiones que se encuentran en crisis. Tal vez el referendum deba plantear simplemente si debemos reformar y modernizar la Constitución.
Todo menos quedarse quieto a verlas venir.

Bernabé Guerrero dijo...

La ampliación-aclaración de tu artículo del pasado martes oportunísima y enriquecedora desde la óptica jurídica, política y ética. Lástima que una reflexión periodística de tanta importancia se vea encasillada a seiscientas palabras. En la mayoría de diarios me he echado al cuerpo escritos (auténticos "pestiños", vergonzantes "peñazos") que triplicaban tu colaboración. Los directtores sabrán... bueno, todos sabemos el porqué. Pero centrándonos en lo sustantivo, en lo nuclear de tu exposición, querido Juan Antonio, lo que me deja perplejo es la poca amplitud de miras de algunos políticos. Pelean y crean desasosiego por cosas sin importancia: banderas, himnos, fronteras... Igual que a Dios no se le puede encontrar en normas, ceremonias, ritos, dogmas, verdades y teorías, sino llevando la vida que llevó Jesucristo -su manifestación humana por la Encarnación que se aproxima-, así, los dirigentes solo pueden encontrar la justicia, la dignidad, la fraternidad para sus conciudadanos haciendo de la étuca el pynto de salida y llegada de su gestión. Es toda una forma de ser y estar que los soliviantadores de ánimos no conocen ni por asomo. Ayer un amigo decía que "hace falta gente joven en la pilítica". No, le contesté, me creo que no es un problema de edad, sino -repito- de Ética y Estética. Dejé la Moral sin citar porque eso ya sería la cuadratura del círculo y descubrir el principio de la alqumia. Me temo. Te envío un fuerte abrazo navideño para ti y tidos tus seres qeridos. Además te emplazo a que te hagas conmigo ciudadano de la ínsula de Barataria, donde dicen que un tak Sancho sí aplica la Justicia y el sentido común en las trifylcas que le montan sus ciudadanos, que no súbditos. Saludos.

Bernabé Guerrero dijo...

Perdón por el baile de algunas letras en determinadas palabras.

Anónimo dijo...

Gobernar para la mayoría y optimizar la mediocridad para que prevalezca mi elitismo.Que paguen impuestos, pero por aquí que no vengan. España. Viva España.
El despertar de un nuevo dictador más bien. Menos mal que cada vez hay más pobres, seremos más para defendernos de tanto fraude, de tanta hipocresia.
Impertinentes que no impenitentes, porque de arrodillarnos sabemos.
Y de cabañuelas de ciencia incierta y cantos al sol y a la tierra madre.
Y de poderosos por poder que quieren confundirnos para cobrar sus méritos.
¡Qué pluma asoma!

La Pecera dijo...

Amigo Bernabé: Lo que dices acerca de la necesidad de incorporar la Ética y la Estética a la política conecta con el hecho de que la crisis que estamos padeciendo no es íncamente económica y política, sin que se trata fundamentalmente de una crisis de valores morales. Estamos exigiendo a los políticos, a los jugadores de fútbol o a las famosos de medio pelo, comportamientos éticos que no nos exisgimos a nostros mismos en el trabajo diario, en nuestras relaciones con los hijos o con el vecino, en la escuela o en la propia familia. Sin principios éticos no hay política que valga ni políticos que merezcan la pena. La dictadura del relativismo, según la cual todo cabe y no existe verdad absoluta alguna, ha contaminado toda la estructura moral en la que se asentaban los principios básicos de convivencia, entre ellos, los que conocemos como derechos del hombre. El derecho a la vida ya no es absoluto, sino relatuivo pues depende de aquél de quiens e predica el derecho: ¿El concebido pero no nacido? No, ése no tiene derecho a la vida. ¿El asesino múltiple? Ah, ése sí lo tiene. ¿El polícía o el político del franquismo? No, ésos no porque representaban a la dictadura. ¿Sua asesinos de la ETA y demás secuaces? Sí, ésos sí porque a la vuelta de unos años llegarán a ser héroes populares y pondrán sus nombres a la calles y a las plazas. ¿El soldado nortemericano al que hacen pedazos de un bombazo en Irak o en Afganistán? No, ése no tiene derecho a la vida por que representa al imperialismo yanqui. ¿El terrorista afgano que le pone la bomba? ëse sí, porque es un luchador por la libertad.
En una sociedad en crisis moral todos los valores, derechos y libertades son relativos: la libertad, según para qué; la justicia, sí y con toda la contundencia para los curas que cometan una falta o un delito, mientras que si se dirige contra el dirigente de izquierdas que asalta supermercados o contra los sindicalistas de UGT se trata de una persecución o de una vendetta política; el derecho al honor o a la intimidad para los poderosos que se pueden pagar su protección, pero nada para el infeliz particular que se ve arrollado arrollado por el tres de los medios de comunicación.
Dicho de otra manera, de poco valdrán los intentos de superar la crisis económica y política, si no van acompañados de una amplia regeneración moral de la sociedad y de los individuos. Y, si no, al tiempo.

Por cierto, vaya un cacao mental que tiene el anónimo del comentario anterior. Me gustan muy poco los que se esconden detrás del anonimato para opinar, salvo que sea porque se avergüenzan de sus opiniones, lo que en este caso no me extraña.

Bernabé Guerrero dijo...

Jajajaja... Cacao mental, no. Parece crema de cacahuete. Te prometo que no he entendido nada. Mi neurona parece que se ha ido de vacaciones.

La Pecera dijo...

Pues vamos a hacer nosotros lo mismo. Que pases una feliz Navidad con todos los tuyos, amigo Barnaby, y que el Año Nuevo nos traiga Paz y Esperanza.

Anónimo dijo...

Cacao bendito de a quien ya no engañan más. Usted tampoco.
Derecho a un trabajo digno. Derecho a un sueldo con el que poder pasar el mes. Derecho a no querer más de lo que necesitas y ya está. Tienes el perfil del perfecto pisoteado.
Yo quise tener ese hijo, más de lo que puedas tú tener de razón. Siempre respeté a los representantes del pueblo y la ley, pero además de sueldo querían prebendas y pleitesía. Nunca me podré quejar del trabajo de un militar, porque escogí vivir sin armas y cuando viste que me arrollaba ese tren miraste para otro lado. Crisis de los valores que dices pero no predicas.
Yo también deseo feliz navidad a todo mujer y hombre.
Nos veremos pronto

La Pecera dijo...

Te conozco, bacalao. De todas formas, Feliz Navidad también para tí.