martes, 17 de septiembre de 2013

El himno

Adivine por qué el número 14
ya no juega en la selección de Corea del Norte



(Artículo publicado en el diario La Opinión de Murcia el 17 de septiembre de 2013)



Parece ser que la Asamblea Regional de Murcia se dispone a acometer la tan traída y llevada reforma del Estatuto de Autonomía y, como al parecer hay poco que reformar, para rellenar huecos y dar bulto, creo yo, a alguien se le ha ocurrido incluir en la reforma el himno regional, previa su elaboración, se entiende, ya que ni existe ni ha existido nunca. Mi amigo Manolo, con quien suelo hacer trovos futboleros, se ha llevado las manos a la cabeza porque, como muchos otros, no entiende qué necesidad tenemos de himno regional que nadie demanda, al tiempo que reprocha que Sus Señorías pierdan su valioso tiempo en tamaña majadería, habida cuenta, además, de la existencia de otras carencias regionales mucho más acuciantes.

Manolo es hombre de sentido común y, en esta cuestión, es la voz de Juan Pueblo que expresa el sentir de la mayoría, si bien tengo para mí que su inquietud por el himno es innecesaria: no hay quien haga un himno regional cuya letra contente por igual a murcianistas (y dentro de ellos, a carmelitanos, catedralinos y pedanistas diversos), a cartageneristas (de mar afuera y de tierra adentro, de la Calle Mayor y de Barrios y Diputaciones), a lorquinistas (blanquistas, azulistas y de todos los colores del arco iris), a yeclanistas (provalencianistas, promancheguistas y promurcianistas) y al largo etcétera de localismos catetos y umbilicales que asolan nuestra Región. E, incluso, ahora que estamos en ello, me pregunto si el himno será moro o será cristiano, es decir si ha de mencionar  exclusivamente a Abú Bakr Muhammad Ibn Alí Ibn Arabí, a Muhammad Ibn Ahmed Ibn Abubéquer Al Rcotí y a Muhammad Ibn Mardanis, el Rey Lobo; si, por el contrario, debe referirse únicamente a la Virgen de la Fuensanta, a la de la Caridad, a la de las Huertas y a las demás advocaciones marianas locales; o si, en un esfuerzo sincrético y políticamente correcto debe ser un himno aconfesional que hable de las tres culturas y de la secular y tradicional tolerancia de nuestra tierra que, por otra parte, nunca existió. Y de la música, mejor no hablar, Manolo. Alguien pretendió hace algunos años que el himno de la Región de Murcia fuera el Canto a Murcia, la famosa romanza de la zarzuela La Parranda, lo que suscitó un fuerte sentimiento de rechazo por parte de todos aquellos que no se sentían huertanos y, por la excesiva identificación de Murcia con la huerta, murcianos. No existe, que yo sepa, una tonadilla tradicional de la que se pueda predicar su ecumenismo regional, como sí la hubo en Asturias por ejemplo, con su famosa “Asturias, patria querida…”, o un himno tradicionalmente aceptado como ha ocurrido en Valencia con el de la Exposición Regional de 1909: “Per a ofrenar noves glòries a Espanya, tots a una veu, germans, vingau…

                Los himnos se han hecho siempre para estimular un sentimiento común, sea el ardor guerrero o el amor mariano, el sentimiento patriótico o los bajos instintos de la hinchada de turno, pero ocurre también que los himnos han generado siempre el estímulo contrario. Cuando un pacifista escucha el himno de la Legión, siente un ardor guerrero, sí, pero en contra de las guerras, de de las armas y de la propia Legión, y es capaza de liarse a ladrillazos en nombre de la paz. Cuando un madridista oye lo de “Tot el camp es un clam...”, sin acordarse de que también el Bernabéu es un clamor, le sale urticaria y se le pone el cuerpo de mala leche, exactamente lo mismo que le ocurre a un culé cuando la afición blanca arranca con su “De las glorias deportivas que campean por España…”, olvidando que, entre las glorias deportivas españolas, también se cuentan, les guste o no, las cuatro Copas de Europa del equipo de sus entretelas. Ahora bien lo que no ha ocurrido nunca es que la afición catalana pite al escuchar el himno del Barsa o que la blanca haga lo propio con el del Real Madrid, ni que los legionarios le hagan pedorretas a su himno (la cabra de la Legión es la única que tiene licencia para hacer la cabra cuando suena su himno).  En España no hemos logrado que el himno nacional, que por otra parte ni menciona la Constitución Española, lo sea en verdad de todos los españoles. Ni siquiera tiene letra porque la que tuvo, escrita por José María Pemán, fue considerada un producto residual del franquismo. Hoy, en los acontecimientos deportivos se tararea un infumable “lolaylo” con la  vieja música de la “Marcha Granadera” de Manuel Espinosa, arreglada por Pérez Casas, de la que han suprimido los tambores por aquello del “No a la guerra”. Cualquier parecido con un himno nacional es pura coincidencia. Nadie ha visto que los norteamericanos abucheen, silben o tarareen su himno, ése que escuchan de pie con la mano en el corazón. Ni siquiera los británicos, sean ingleses, escoceses, galeses o irlandeses del norte, rechistan lo más mínimo cuando suena su himno nacional: “God save our gracious Queen, long live our noble Queen, God save the Queen…” que escuchan con su tradicional imperturbabilidad, sin que para ello necesiten tomar siquiera una relaxing cup of café con leche. Y qué decir de los alemanes, con su “Deutschland, Deutschland, über alles…”, con música de Haydn.

Y digo yo, Manolo, que si la Constitución no se metió en el charco del himno nacional, a cuento de qué debemos hacerlo nosotros. Y además, ahora que caigo, en Murcia ya tenemos un himno antiguo pero que conserva toda su vigencia. Es silencioso, sin más música que la de los suspiros y las resignaciones, y constituye un símbolo de nuestra identidad que enraíza profundamente con la tierra. Se titula La Cansera y lo escribió Vicente Medina:

“¿Pa qué quiés que vaya?…
.

1 comentario:

Isabel Ferrando dijo...

Aunque no te lo creas, en la Comunidad también hay un amplio sector que le pita al Himno a Valencia y que preferiría que fuera sustituido por la Muxeiranga.
A cocer habas!