martes, 19 de marzo de 2013

Los zapatos del Pescador


(Artículo publicado el 19 de marzo de 2013 en el diario La Opinión de Murcia)



San Roberto Bellarmino es una modesta parroquia romana fundada en 1933 por Pio XI y dedicada al cardenal jesuita del mismo nombre. De él y del jesuita español Suárez escribió Chesterton que fueron quienes, doscientos años antes de la Declaración de Independencia y de la Revolución Francesa, “establecieron con lucidez toda la teoría de la auténtica democracia, en una época consagrada al orgullo y alabanza de los príncipes”. San Roberto Bellarmino es también la sede cardenalicia del título presbiterial que ostentaba el Cardenal Jorge Mario Bergoglio hasta su elección como Papa Francisco. “Miserando atque eligendo” (“Lo miró con misericordia y lo eligió”), proclama el lema de su escudo de armas.

            El nuevo Papa ha roto muchos esquemas previos, empezando por la elección del nombre de Francisco en recuerdo del santo de Asís. Es el primer Francisco en la larga lista de los Pontífices, como también es el primer jesuita y el primer americano en ocupar la Silla de Pedro. Pero todo esto no sería más que un ramillete de curiosidades estadísticas si no fuera porque la conjunción de las tres circunstancias dota de pleno sentido los inusuales gestos con los que el nuevo Papa ha asombrado al mundo. La modestia de su atuendo nos ha sorprendido tanto como la espontaneidad de su comportamiento y la sencillez de sus mensajes. Su aparición en el balcón del Vaticano, sin más vestiduras que una austera sotana blanca, la ropa de trabajo de un Papa, ha corrido pareja con la sobriedad de la cruz pectoral que portaba, con sus gastados zapatos negros, con el gesto humilde de hacer su propia maleta y de pagar la cuenta del hotel en que se alojaba, o con el rechazo de la lujosa limusina oficial. Su trato bondadoso con los feligreses y sacerdotes, a los que se ha acercado rompiendo el estricto protocolo del Vaticano, no ha estado reñido con el firme rechazo al cardenal acusado de encubrir cientos de casos de pederastia. Todos estos gestos han llamado poderosamente la atención y, sin embargo, eso era justamente lo que cabía esperar de quien había hecho de la pobreza y la humildad, no sólo su discurso público, sino también su modo privado de vivir.

Permítanme que, al hilo de esto mismo y cuando tanto se está escribiendo sobre el nuevo Papa, les haga un breve comentario de una charla que impartió Bergoglio en 2009 a los miembros de Caritas de Argentina, siendo ya Cardenal Arzobispo de Buenos Aires. En la charla videograbada afirmaba Bergoglio que integrarse en la dimensión caritativa de la Iglesia exige un cambio radical en los hábitos de vida de las personas, dirigido hacia la renuncia y la pobreza espiritual. La pobreza evangélica, decía, es una opción preferencial para ver el rostro de Cristo en el rostro sucio, herido y maltratado de los pobres. Recordaba como, algunos años antes, asistió a una cena benéfica celebrada en un restaurante muy caro de Buenos Aires, paradójicamente situado a escasos mil metros de un poblado de chabolas. El elevado precio del cubierto y el producto de la rifa de joyas “y demás cosas fastuosas” estaban destinados a sufragar ciertas obras benéficas. ”Es como decía Susanita, ya saben, la de Mafalda”, apuntaba Beroglio con un toque de tristeza en la sonrisa.  “Yo, cuando sea grande, prepararé té con masas, sándwiches y esas cosas ricas para comprar polenta, fideos y las demás porquerías que comen los pobres”, decía imitando la voz de Susanita. “Eso no es Caritas, eso es una ONG”, añadía Bergoglio. Si escoges Caritas, si eliges la opción preferencial de la pobreza, señalaba el Cardenal con su acento argentino, “dejáte cambiar la vida”.  

Nos han sorprendido los gastados zapatos negros del Papa porque lo habíamos calzado inmediatamente con los exclusivos mocasines rojos de Prada. Ahora sabemos que se trata de los mismos zapatos que ha calzado durante años como Cardenal Arzobispo de Buenos Aires, de los mismos zapatos de cordoneras, limpios aunque viejos y ajados, que podemos ver en los pies de muchos sacerdotes y religiosos que han elegido la pobreza evangélica como modelo de vida personal. Tengo la convicción de que el pontificado de Francisco no se va a quedar en los gestos externos, pero tampoco va a cobijar insensatez alguna. Dicho de otra manera, no se va poner los zapatos rojos de Prada, pero tampoco va a andar descalzo, pues no se trata de guiños destinados a la progresía, que querría ver en él si no un Papa Negro al menos un Papa Rojo, sino de algo mucho más profundo. Los gastados zapatos negros son un indicio de la pobreza evangélica por la que optó preferencialmente hace muchos años, la misma pobreza de Jesús de Nazaret, la pobreza que hace suscitar la esperanza pues, en palabras del propio Bergoglio, “si no hay esperanza para los pobres, tampoco la habrá para los ricos”.

Hemos tenido en Benedicto XVI un excepcional intérprete del Evangelio. Hoy tenemos en Francisco un esperanzador ejemplo de vida evangélica.
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2 comentarios:

Bernabé Guerrero dijo...

Tu artículo de hoy me hubiera gustado escribirlo. Pero yo no soy Juan Antonio Megías, y tú sí. Simplemente, y para deleite de los seguidores de "La Pecera" (bueno, sobre todo para aquellos que no lo conozcan)te pido permiso para complementar un poquito tus cristalinas reflexiones. Estoy seguro que el Papa actual nos enseñará cómo buscar a Dios, y acaso tome como ejemplo a un célebre Padre de la Iglesia que ya respondía a esta pregunta desde la óptica de la pobreza: "¿Quieres de veras honrar el cuerpo de Cristo? No consientas que esté desnudo. No le honréis con sedas en la iglesia dejándole perecer fuera de frío y desnudez... En la última cena ni era de plata la mesa, ni tampoco el cáliz en que el Señor se dio a sus discípulos... El sacramento no necesita manteles preciosos sino corazones puros; los pobres, en cambio, sí que requieren muchos cuidados. Aprendamos pues a sentir sensatamente y a honrar a Cristo COMO EL QUIERE SER HONRADO: porque para quien es servido el servicio más grato es el que él mismo quiere, y no el que nosotros nos imaginamos. Y así, Pedro se imginaba honrar al Señor: no consintiendo que le lavara los pies, y eso no era honra sino todo lo contrario. Tribútales pues el honor que él mismo reclama, empleando tu riqueza en servicio de los pobres. Porque Dios no tiene necesidad de vasos de oro, sino de corazones de oro". (S. JUAN CRISÓSTOMO. Homilía 50 sobre S. Mateo, n.3). Y esa misma respuesta antigua la encontramos actualizada en estas palabras de uno de los grandes teólogos -también jesuíta, como Francisco I- del pasado siglo XX: "Si yo falto al amor o falto a la justicia, me aparto infaliblemente de Ti, Dios mío, y mi culto no es más que idolatría. Para creer en Ti tengo que creer en el amor y en la justicia. Vale mil veces más creer en estas cosas que pronunciar tu nombre. Fuera de ellas es imposible que te encuentre. Y quienes las toman por guía están en el camino que lleva hasta Ti". (HENRY DE LUBAC). Hasta ahora es el camino que lleva el actual Obispo de Roma. Un fuerte abrazo y felicidades, pues Dios nos ha dado el Sumo Pontífice que estábamos necesitando. Como casi siempre. Digo como "casi" porque él hace lo correcto en todo momento. Históricamente, si alguno no ha respondido a tan grande tarea, es porque ha fallado el hombre, no el Altísimo.

La Pecera dijo...

Mucgas gracias por tus afectuosas palabras y por las referencias a los textos religiosos que citas. Estamos en un momento muy esperanzador para la Iglesia. El Papa Francisco encarna la respuesta de la Iglesia Católica a los gravísimos problemas de injusticia social y de ausencia de fe que tiene planteados la sociedad de hoy.