miércoles, 12 de septiembre de 2012

Un editorial colosal




(Artículo publicado el 11 de septiembre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)


Nuestro querido Presidente, Mariano Rajoy, cuando quiere magnificar algo hasta el infinito, hasta lo impensable, emplea un adjetivo un tanto antiguo que no se suele oír con mucha frecuencia: colosal. Recuerdo una ocasión en que Rajoy visitaba Murcia siendo Ministro de Administraciones Públicas. Alguien le preguntó en el Paraninfo de la Universidad de Murcia si creía posible que Cartagena se convirtiera por fin en provincia. Mariano, mirándole con esa mirada de susto ligeramente estrábica le contestó “Hombre, si hay para ello una razón colosal…” Pues bien, colosal es el adjetivo que merece el editorial de este periódico publicado el domingo pasado que llevaba por título “Una puerta a la esperanza”. Sencillamente colosal. No sé muy bien quien escribe los editoriales en La Opinión, tal vez sea yo mismo aunque eso sería sin mi permiso y aún sin mi conocimiento e, incluso así, yo no habría sido capaz de escribir una receta para salir de la crisis tan clara y tan rotunda como lo hizo el editorialista dominical. No, no fui yo, aunque creo saber quien lo hizo, sea ángel o paloma.
MI lector malasombra, a quien aprovecho para saludar a la vuelta del verano y al que, tal vez por eso, veo más negro que un zapato, acaba de dar un brinco en su asiento. “Claro, qué va a decir Megías si es colaborador habitual de este periódico, si será pelota…”. Pues sí, querido y añorado lector malasombra, soy colaborador habitual de este periódico, lo hago gratuitamente porque me gusta y porque aún recuerdo agradecido que con mis primeros artículos publicados me pude pagar el ordenador portátil  y, además, porque me complace ser un pelotillero colosal de sus editoriales cuando éstos también lo son.
El editorial ha dado en el clavo. Es exactamente eso: el Camino de Baldosas Amarillas. La fórmula del “rescate preventivo” de Merkel-Draghi puede ser la cuadratura del círculo, el mecanismo que satisfaga a la Europa del Centro y del Norte y a la Europa Periférica del Sur, a la que hizo sus deberes hace una década y a la que aún no los había comenzado hace tan sólo un par de años, pero la verdadera cuestión radica en que hacer hoy los deberes de hace años es mucho más difícil que entonces. Ya no podemos devaluar nuestra moneda para ganar en competitividad en los mercados, ni directa ni indirectamente, como no sea por la vía del sacrificio individual y colectivo, por el Camino de Baldosas Amarillas. “Una devaluación significa, lisa y llanamente, un empobrecimiento al bajar precios y salarios”, decía el editorial del domingo. Lo que España necesita, afirmaba el editorial, “es un pacto de rentas por el que todos sin distinción, y cada cual en su medida, arrimemos el hombro para invertir la tendencia. Los partidos deberían tomar la iniciativa. Gobierne quien gobierne aplicará parecidas recetas (…) Necesitamos reanimar la conciencia cívica, recuperar cualidades como la honradez,  el mérito, la ejemplaridad, la rectitud o el compromiso, repartir con justicia la carga para mantener la cohesión social y desterrar a los pícaros y a los mediocres”. Las cursivas son mías.
Dicho de otra manera.
Hace falta que los partidos políticos representen los intereses de los ciudadanos y no los intereses de los políticos y es necesario que arrimen el hombro empezando por ellos mismos. Se me ocurre cómo hacerlo: reduciendo a un tercio del número de puestos políticos de gobernantes, de parlamentarios y de concejales (también en la Región de Murcia, también en ella); suprimiendo los privilegios de la clase política, todos los privilegios salvo los constitucionales, incluidas las pensiones vitalicias y las indemnizaciones millonarias (también en la Región de Murcia); sustituyendo la retribución por la indemnización, es decir los sueldos por las dietas indemnizatorias; y finalmente  limitando sus retribuciones a una sola retribución pública en una cuantía total delimitada en la Ley (también en la Región de Murcia, también).
Que el sacrificio sea de todos, también en la Región de Murcia, lo que incluye a los políticos, a los sindicalistas y a los empleados privados y, muy especialmente, a los directivos y empleados de banca, y no solo de unos pocos, pues hasta ahora el sacrificio le ha sido exigido casi exclusivamente a los parados, a los empleados públicos y, de manera singularmente dura, a los funcionarios, como es bien sabido también en la Región de Murcia.
Recuperar los valores que constituyen el alma de la sociedad, su espíritu y su fortaleza, llámenles cualidades si lo prefieren, como la honradez,  el mérito, la ejemplaridad, la rectitud y el compromiso. Ser el más fresco del barrio no debería ser un mérito para ejercer el liderazgo y, sin embargo, los más pillos, los más frescos y los que mienten con más desparpajo  llegan sin duda más lejos (también en la Región de Murcia, también aquí).
Repartir las cargas con equidad. Cuando escribo esto siento vergüenza y rabia porque hoy, después de nosecuántas constituciones que han proclamado este principio, de nosequintas leyes que se inspiran en él y de varios decenios de vida en democracia, después de todo,  aún tengamos que exigir que el reparto equitativo de las cargas sea un hecho y no una quimera… también en la Región de Murcia, también en nuestra Región.
Desterrar a los pícaros y a los mediocres… Por ejemplo con la reforma de las leyes electorales para establecer el sistema de listas abiertas. Tachar al pícaro y al mediocre dejaría de ser un sueño. También en la Región de Murcia.
Como te decía, querido lector malasombra, un editorial colosal.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Colosal artículo

Anónimo dijo...

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