martes, 17 de abril de 2012

Realmente, qué mala pata...





(Artículo publicado el 17 de abril de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)





Por si alguien tenía dudas de que la Casa Real no anda bien, llega Su Majestad y se fractura la cadera tan sólo unos días después de que su nieto favorito, el más Borbón de sus nietos, se disparara un tiro en el pie. Esas cosas pasan con los niños, declaró comprensiva su abuela, cuando lo que debería haber dicho es que estas cosas pasan con los Borbones, sean niños o ancianos. Lo del pequeño Froilán ya lo ha resuelto la España farisaica con la lapidación virtual del padre de la criatura, el ex yerno real Marichalar, que deberá declarar sobre el percance y que se arriesga a una multa de 3.000 eurillos. Qué suerte tener un yerno a mano. La España común, la de la pandereta y el chascarrillo, alumbró inmediatamente miles de chistes sobre el accidentado pie de Froilán.


Uno: Dice Leonorcita que mientras que a España se le dispara la prima de riesgo, a ella se le dispara en el pie el primo de riesgo.


Otro: Que después de observar como se ha disparado en el pie ya sabemos que Froilán es del PP.


Pero en el fondo, dirá la versión última y definitiva de esta historia, todo este revuelo a cuenta del accidente del nieto no es más que fruto del enorme cariño que sienten los españoles por la Familia Real y por la Corona.


Otra cosa es el accidente del abuelo.


Pronto ha olvidado la Conjura Republicana de lo Políticamente Correcto lo mucho que ha hecho por España la figura del Rey Don Juan Carlos, mucho más desde luego que el propio Don Juan Carlos, cuyas diversiones y devociones aunque silenciadas durante años son bien conocidas por todos. Pero también olvida la Conjura que esas aficiones han suscitado desde siempre la ciega admiración del pueblo español, algo así como un ¡Vivan las “caenas” del jolgorio! Don Juan Carlos ha sido tanto más querido por el pueblo llano cuanto más se ha rumoreado acerca de su donjuanismo o de su gusto por el escocés con hielo. Y es que, cuando sea mayor, al pueblo español le gustaría ser como Don Juan Carlos. De hecho no deja de hacer prácticas para conseguirlo. Fíjense. En tanto que la Conjura critica al Rey por estar de cacería mientras España está sumida en una profunda crisis económica, muchos millones de españoles llevan varias semanas sin dar un palo al agua engolfados con las Fallas, las procesiones y las Fiestas Sardineras de la Primavera Murciana, y pronto harán lo propio con la Feria de Abril, con la de San Isidro y con todo festival que se les ponga por delante. España y Don Juan Carlos son así, de manera que por ese lado no ha habido problema alguno.


Pero en este accidente hay un hecho diferencial que la Conjura se ha encargado de resaltar: el accidente ha ocurrido durante la cacería de …¡un inocente y protegido elefante! Es como si el Rey hubiere torturado, aniquilado y escarnecido a Dumbo, a Babar y al Coronel Hathi, todos juntos, y con ellos hubiera dilapidado los treinta y siete años de servicios como monarca. O por poner otro ejemplo es como si Froilán, el joven Borbón, en lugar de dispararse en el pie, hubiera alcanzado con la perdigonada a una tortuga mora que pasaba por allí. Entonces, el dies irae se habría cernido sobre el primo de riesgo, que diría Leonorcita. Volviendo al Rey, si el accidente Real hubiera ocurrido cazando otra cosa, patos con reclamo o liebres con bastón, por ejemplo, o compitiendo en el Campeonato de Lanzamiento de Hueso de Oliva, yo qué sé, la Conjura Republicana de lo Políticamente Correcto habría reafirmado públicamente su firme compromiso con la monarquía a la vista del tradicional y sacrificado apoyo de la Casa Real al deporte en general, incluido el cinegético, y a las especialidades regionales del deporte popular en particular. Pero como el accidente ha ocurrido donde y como ha ocurrido, en una cacería de elefantes a cuarenta mil euros la unidad, cerca del Congo Belga y con la Reina haciendo la Pascua griega a varios miles de kilómetros de distancia, entonces, digo, la Conjura se ha rasgado las vestiduras y se ha mesado los cabellos republicanos. Incluso uno de sus vástagos, por más señas Tomás Gómez, ha llegado a pedir la adbicación del Rey, que es como se denomina técnicamente a la dimisión de los reyes, mientras que otro, Patxi López, ha exigido que el Rey pida perdón, no sabemos si al pueblo vasco o al elefante. Por fin, el inescrutable Rubalcaba no ha dicho nada y lo ha dicho todo, dejando a Su Majestad con el arma descargada, la cadera fracturada y rodeado por todas partes de elefantes de Botswana y leones de la carrera de San Jerónimo.


Matar un elefante, qué mala pata…


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