martes, 14 de junio de 2011

Indignatio indignationis

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(Artículo publicado el 14 de junio de 2011 en el diario La Opinión de Murcia)









No hay indignados que se indignen contra el Gobierno que aún preside Rodríguez Zapatero que, al no dar permiso a la Región de Murcia para nuevos préstamos dentro del marco de endeudamiento autorizado, ha condenado al cierre a muchas empresas murcianas que no podrán cobrar sus créditos.



Tampoco se han indignado los indignados con la indignante actuación de muchos de ellos con ocasión de la constitución de los Ayuntamientos. Mientras no se demuestre lo contrario, y los gritos y abucheos teledirigidos no lo demuestran, la democracia real está en las urnas.



No se han indignado con Bildu, heredera de Herri Batasuna y mascarón de proa de los etarras, faltaría más. Ni con los valientes palmeros de Bildu que insultaron y escupieron a Carlos García, el concejal popular de Elorrio que votó a favor del PNV para que Bildu no obtuviera la alcaldía, cuando recordó en su intervención a Miguel Angel Blanco.



Nadie de los indignados se ha indignado con Odón Elorza, el anterior alcalde de San Sebastián, quien se ha vestido de etiqueta rastafari –pero sin rastas, claro está- para festejar la toma de posesión del nuevo alcalde proetarra de la bella Easo.



Tampoco se indignan los indignados con la indignidad de quienes, con la boca chica como Rubalcaba, con la grande como Patxi López o con la jurídica como Pascual Sala y los vocales progresistas (elegidos por los diputados del PSOE) del Tribunal Constitucional, han facilitado que Bildu, el último maquillaje de ETA, esté gobernando en docenas de ayuntamientos del País Vasco.



Todavía no he escuchado a ningún indignado indignarse por el encarcelamiento que dura ya dos años de la cristiana pakistaní Asia Bibi, condenada a muerte por blasfemia. Ni por el asesinato en enero y marzo pasados del gobernador del Punjab, Salman Taseer, y del ministro de Minorías, el católico Shahbaz Bhatti, por cometer el horrendo crimen de haberse pronunciado en favor de la inocencia de Asia Bibi y por haber pedido cambios en la ley de blasfemias en cuya aplicación había sido condenada a muerte.



Tampoco que yo sepa se ha indignado un solo indignado contra la indigna ley de eutanasia (sí, sí, ya sé que ellos la han bautizado con un nombre políticamente más correcto) que el Gobierno ha remitido a las Cortes Generales para su trámite y aprobación. Me apuesto un euro con cualquiera de ustedes a que más de un indignado se indignará con quienes nos indigna esta ley de la muerte digna.



Ningún indignado se ha indignado con el régimen comunista de Corea del Norte, que mantiene encerrados en campos de concentración (supongo que los llamarán campos de reeducación) a más treinta mil coreanos por el simple hecho de ser cristianos.



Cuánta indignidad.



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