martes, 5 de abril de 2011

El Llanero Solitario

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(Artículo publicado el 5 de abril de 2011 en el diario La Opinión de Murcia)



Como antiguamente se decía, se ha ido tarde, mal y nunca. Tarde, porque debió marcharse antes. Mal, porque ha sumido al país en la interinidad. Nunca, porque, en efecto, no se ha ido. Y es que Zapatero no se irá, ha dicho, hasta completar la legislatura. Un año y dos meses de eso que apunta aquel refrán malsonante: “para lo que me queda en el convento, me cago dentro”.



Eso, o lo de la canción de “El huerfanito” de Antonio Machín, porque también pudiera pasar que ZP se ofuscara en demostrarnos en estos catorce meses que el mundo, el desagradecido mundo, se equivoca.


Huérfano soy en la vida


El mundo ignora mi pena


Llevo la llama encendida


De mi orfandad paso a paso


Y río como el payaso


Por misión incomprendida



Tal vez piense ZP que no hemos entendido sus desvelos por repartir el agua entre los que más la necesitaban: los aragoneses y los castellanos manchegos. Que no hayamos querido aceptar que el futuro de España pasaba precisamente por que dejara de ser España para convertirse en la Federación de Estados y Ciudades Ibéricas. Ni hemos entendido que la única legitimidad democrática procedía directamente de la Segunda República, una vez superado el odioso paréntesis que incluye el franquismo y la monarquía, a Suárez, a Calvo Sotelo y a Felipe González y, como no, a Aznar. Que no hayamos asumido que el principal requisito para enterrar debidamente a nuestros muertos era desenterrarlos primero a todos. Que no hayamos sabido ver en la Alianza de Civilizaciones la gran solución a los problemas de Occidente, que consiste precisamente en la conversión global de Occidente en Oriente. Ni nosotros, ni nadie.



Que no hayamos admitido que la culpa de los atentados terroristas la tuvieran las víctimas, unas veces por apoyar la guerra, otras por apoyar la paz y otras simplemente por estar allí. Que no hayamos aceptado que el recorte de las pensiones era la forma más excelsa de política social. Que tampoco hemos entendido las bondades de haber pasado de jugar la Champions League de la economía con Alemania, Inglaterra y Francia a jugarnos el descenso a regional preferente con Grecia, Irlanda y Portugal. Ni que una crisis que no existía, pero que de existir habría sido provocada por el gobierno de Aznar, haya podido generar cinco millones de parados ella solita.



Que no hayamos reconocido que fumar fuera de los locales, en vez de hacerlo dentro, ha proporcionado innumerables satisfacciones a todos los ciudadanos, muy especialmente a los vecinos del lugar. Ni hemos entendido que cuando el Gobierno nos prohibía circular a más de ciento diez kilómetros por hora lo hacia por nuestro bien, con la vista puesta obsesivamente en nuestra seguridad y en nuestros bolsillos. Tampoco hemos sabido estimar las enormes ventajas que suponía para todos tener una ministra de Igualdad y otra de Vivienda y lo bueno que ha sido finalmente suprimir ambos Ministerios en aplicación de la política del zapato que aprieta.



Nunca supimos apreciar la discreta elegancia del fondo de armario de María Teresa Fernández de la Vega, o la fecunda actividad diplomática de Miguel Angel Moratinos, desplegada con Hugo Chávez, los hermanos Castro y todos los dictadores del norte de Africa que son y han sido. Ni agradecimos suficientemente que las niñas góticas de ZP representaran de aquella manera a la juventud española ante la familia Obama y ante la Familia Adams. Como tampoco hemos agradecido el Campeonato del Mundo de Baloncesto y la Copa del Mundo de Fútbol, entre otras hazañas históricas, que han sido regalazos del propio ZP.



A Zapatero no lo hemos entendido ni a derechas ni a izquierdas, ni siquiera en el PSOE, el partido que lo hizo presidente, en el que tristemente no ha surgido una voz que le haya pedido que se quede. El viejo ZP se ha transformado en el Llanero Solitario de la política española. Ni siquiera el fiel Tonto lo escolta hacia la salida. A lo más que se atreve el personal es a corear el mutis: se va, se va, pero no se ha ido.



Eso sí, con el miedo a que cambie de canción y se agarre a un tango. “Volver”, por ejemplo.


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