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No se llamen a engaño. Es gracias a este país insolidario y obtuso que, bajo la batuta de Zapatero y el acompañamiento de todos los partidos políticos, hemos hecho entre todos por lo que Murcia está condenada a volver a ser
Pero consuélense porque, como Murcia, también España se descogota y nuestro líder intergaláctico vuelve a ser Bambi en vez de Rey del Bosque. De jugar
Resulta curioso que los que aplauden la iniciativa zapaterina de adelantar la construcción de infraestructuras públicas mediante un sistema muy parecido al peaje en sombra, sean los mismos que criticaban el peaje en sombra puesto en práctica por el Gobierno Regional de Murcia como sistema de construcción adelantada de infraestructuras públicas. También es curioso que los mismos que lo defendían entonces sean quienes que lo critican ahora.
Hasta la presidencia planetaria ha postergado a nuestro líder cósmico, a quien ya nadie recibe y del que apenas se habla fuera de España. En cambio, sí se habla de Garzón, un juez al que algunos iletrados (ignorantes confesos del derecho) defienden por haber arremetido, dicen, contra el franquismo, pero al que otros (los jueces y tribunales legítimos) acusan de prevaricación y otros choriceos. También se habla de corrupción política. Y de fútbol, como en los viejos tiempos. Cuánto fresco anda suelto por el barrio.
Unos piden dimisiones a diestra y siniestra. Otros claman por la regeneración de la vida política y apuntan a la corrupción. Alguno va más allá y pide un cambio de régimen, si bien todavía nadie ha exigido que cambiemos de nacionalidad, la española por la norteamericana o la alemana, por poner un ejemplo. Pero si leen entre líneas, nadie, ninguno de ellos, coincide en el planteamiento y, mucho menos, en las soluciones: listas abiertas, república federal, mandatos limitados, endurecimiento de las penas por delitos de corrupción…, da igual. Tal vez lo que no funcione sea esta sociedad carente de principios y responsabilidades en que nos hemos transformado, de la que los representantes políticos son tan sólo una muestra. Una sociedad que es sólo de derechos y nunca de deberes, en la que prevalece la suerte y el oportunismo frente al esfuerzo y la constancia, que convierte a un futbolista de veinte años en ejemplo de vida y que sigue despreciando al humilde e ignorado Jesús de Nazaret que vive en el piso de abajo. Una sociedad capaz de gratificar el éxito social de un delincuente, al mismo tiempo que castiga el fracaso de un parado. Una sociedad que protege al feto del humo del tabaco y que, al mismo tiempo, lo condena a ser descuartizado por la decisión soberana de una joven de dieciséis años.
Tal vez todos seamos culpables.
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