miércoles, 21 de abril de 2010

El Níu Dil

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(Artículo publicado el 21 de abril de 2010 en el diario La Opinión de Murcia)



Hablar de Roosevelt es hablar de Franklin Delano Roosevelt, uno de los más grandes presidentes que han tenido los Estados Unidos de América. Roosevelt se hizo grande, no porque viviera tiempos de grandeza, sino por todo lo contrario. A Roosevelt le tocó bailar con la más fea, la Gran Depresión de 1929, que sumió en la pobreza más absoluta a millones de ciudadanos norteamericanos y despobló las zonas rurales en un éxodo sin precedentes. Roosevelt se ganó la confianza del electorado en las elecciones de 1932 con una propuesta de política intervencionista conocida como el New Deal, el Nuevo Trato que el candidato ofreció a los electores para salir de la crisis, consistente básicamente en la estimulación del gasto mediante la inversión en infraestructuras públicas y en la recuperación de la confianza ciudadana en los poderes públicos. En su discurso de toma de posesión Roosevelt pronunció la siguiente frase: The only thing we have to fear is fear itself (de lo único que tenemos que tener miedo es del propio miedo).[ Durante sus primeros años de gobierno ejecutó numerosas actuaciones y proyectos que contribuyeron a modernizar significativamente el país, a lograr que superara la crisis económica, y a situarlo en la posición de liderazgo mundial que hoy ocupa.



Uno de los proyectos más importantes fue la creación de una agencia gubernamental que hoy conserva todavía su nombre originario, la Tennesse Valley Authority. La TVA se ocupó de la regulación del río Tennesse mediante la construcción de presas y canales con el fin de ordenar el territorio agrícola del Valle del Tennessee, eliminar las frecuentes y desastrosas inundaciones, aumentar la producción hidroeléctrica y transformar una de las zonas más deprimidas de los Estados Unidos en el área de producción agrícola más avanzada del mundo. De paso, la TVA generó miles de puestos de trabajo directos con la ejecución de cientos de proyectos que afectaron finalmente a siete Estados de la Unión. Otra actuación determinante fue atender el enorme endeudamiento agrario mediante la Farm Credit Act, que permitió la renegociación de la deuda de más de treinta millones de agricultores estadounidenses y, por tanto, la recuperación de su poder adquisitivo.



Todo esto tan lejano en el tiempo y en el espacio viene a cuento de lo que está ocurriendo en España. No desvelo ningún secreto si afirmo públicamente que, cuando Zapatero se mira en el espejo, se transfigura en presidente demócrata estadounidense, lo que podría justificar esa especie de caída pauliana del caballo que ha sufrido el irrepetible José Luis, que ha pasado de permanecer sentado al paso de la bandera norteamericana a levantarse de un salto cuando alguien menciona los Estados Unidos. En la transfiguración de Jesucristo ocurrida en lo alto del monte, se aparecieron junto a Él los grandes profetas Moisés y Elías. En la transfiguración de ZP quienes se aparecen frente al espejo del baño son, por supuesto, Franklin D. Roosevelt y Barack Obama. Pero la cruda realidad es que Zapatero tiene muy poco de Obama y menos aún de Roosevelt. En lugar de poner en marcha un proyecto como el de la Tennesse Valley Authority o como el de la Farm Credit Act, lo que hace ZP es cargarse el Transvase del Tajo al Segura, como se cargó antes el Plan Hidrológico Nacional, y mandar al paro a cientos de miles de agricultores. En vez de estimular la confianza de los ciudadanos en sus propias fuerzas, ha logrado que la sociedad española sea hoy una de las más acomplejadas de Europa. Antes que devolver el crédito a los poderes públicos, lo que ha conseguido es que los españoles veamos en los políticos uno de los principales problemas que nos afectan.



Claro que en esto último, ZP no está sólo: le acompañan políticos de casi todos los partidos.



Y, ahora que lo pienso, en lo otro, tampoco.


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