martes, 24 de junio de 2014

De paso






Que no, que no, que el pensamiento no puede tomar asiento,
Que el pensamiento es estar siempre de paso, de paso, de paso,
de paso…
(Luis Eduardo Aute. De paso)






       Hubo un tiempo en que aprendimos a andar. Y lo hicimos de la mano de poetas, escritores y cantantes, que vienen a ser algo así como el despertador de las conciencias dormidas. “Si se calla el cantor, calla la vida, porque la vida,la vida misma es todo un canto”, decía aquella canción de Horacio Guarany que cantó junto a Mercedes Sosa. Guarany aún vive en Plumas verdes, su casa de Luján, y muy posiblemente lo hace conservado en vino como cantaba en otra de sus canciones, Volver en vino, que fue magníficamente versionada en aquellos tiempos de la Andadura por un grupo de Yecla llamado Vino Tinto:

Si el vino viene, viene la vida
vuelvo a mi viña, tierra querida.
Quiero morirme cantando
bajo tu parra madura
y que me entierren al alba
regao de vino mi tumba

Guarany, como tantos otros, ha sido siempre un provocador. Con sus canciones libertarias provocó laS iras de las dictaduras de su tiempo pero, con otras, incendió de amores aquellas hormonas con patas que éramos los jóvenes de entonces, que son los de hoy y que serán los de siempre:

Quiero tu voz, tu túnica caída,
y el lirio rojo de tu amor primero,
quiero tus sauces reventando verdes
sobre el verde caliente del enero.
Quiero moler tu roca milenaria,
hacerte arena y llevarte junto al río,
sentir tu cuerpo caerme lentamente
como una lluvia torrencial de otoño mío…

          En Guarany, al final, siempre vuelve el vino:

Quiero beber tu vino mano a mano,
hacerte estrella sobre la luz del vino,
amanecerte cuando te estés durmiendo
y morirnos de amor en el camino…


        Pero me estoy enredando en mis recuerdos guitarreros. En aquellos tiempos hubo también poetas en España que iluminaron el camino de la libertad. Entonces descubrimos que no todo era como nos decían. Ahora sabemos también que no todo era como lo cantaban. Uno de ellos fue Luis Eduardo Aute, pintor, poeta y cantautor. Mi lector malasombra dirá que me he pasado al enemigo y yo, cariñosamente, le contestaré que el enemigo y yo estamos donde siempre hemos estado. Fueron muchas las canciones de Aute que marcaron a mi generación. Quién no ha cantado alguna vez Al alba, por ejemplo, sin saber tal vez que fue una canción dedicada a los últimos fusilados en España tras el proceso de Burgos. O Una de dos, en la que el autor se confiesa enamorado de la mujer de un amigo y a quien, para escándalo y diversión  de aquella España calavera y de moral rigurosa a un tiempo,  propone una solución triangular:

Lo que sucede es que me he enamorado
como el perfecto estúpido que soy
de la mujer que tienes a tu lado,
encájame el directo que te doy,
encájame el directo que te doy…
Una de dos, o me llevo a esa mujer,
o entre los tres nos organizamos, si puede ser.
               
Y, sin duda, De paso. Tal vez en esa canción se encierre el secreto de aquellos días de la Andadura: el pensamiento. Es el pensamiento el que mueve las montañas, el que derriba murallas, el que tiende los puentes. Y fue el pensamiento el que hizo posible todo aquello que transformó a la vieja España en una España nueva. Como decía Aute, el pensamiento no puede tomar asiento porque el pensamiento es estar siempre de paso.


Siempre de paso, Majestad, siempre de paso.


(Artículo publicado el 24 de junio de 2014 en el diario La Opinión de Murcia)

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