(Artículo publicado el 19 de enero de 2016 en el diario La Opinión de Murcia) |
El cartel que dará imagen a la
Semana Santa de la ciudad de Murcia fue presentado hace unos días. Es una
imagen de la cabeza de Cristo pintada por Willy
Ramos y su particular visión, más allá del gusto particular de cada cual,
ha generado un amplio debate en las redes sociales entre los partidarios de las
imágenes más clásicas, más representativas, dicen, de la Semana Santa
tradicional, y aquellos que prefieren nuevas formas de expresión, incluso
formas rompedoras y hasta cierto punto provocadoras. En medio de esos dos
extremos se encuentran quienes expresan únicamente su gusto o su disgusto por
la imagen escogida.
Tengo para mí que si la
expresión creativa del arte se ajustara siempre a los cánones preestablecidos aún
estaríamos pintando bisontes y demás petroglifos en las cavernas. El arte es
como el pensamiento, que cantaba Luis
Eduardo Aute, es estar siempre de paso. O, dicho de otra manera, siempre
libre, que es la única condición vital del arte y del pensamiento. Cuando crea,
el artista y el pensador son únicamente prisioneros de sus propias cadenas,
culturales, afectivas o convencionales, pero nunca de las cadenas impuestas por
otros. Sin embargo, en las obras de arte ejecutadas por encargo de otro se
supone la existencia de ciertas limitaciones relativas al motivo, al formato e,
incluso a la técnica empleada, impuestas por quien encarga la obra y que, en
todo caso, el artista es libre de aceptar o rechazar tanto como el propio
encargo. En cualquier caso, nada de esto afecta a la percepción personal de
quien contempla la obra de arte, que se expresa, libremente también, en
términos de agrado o rechazo.
Desde hace años, los eventos más
significados son representados en cada edición por un cartel que quienes los organizan
encargan a quien, a su juicio, resulta idóneo para expresar la naturaleza, la
belleza y la trascendencia del hecho. Es lo que ocurre con la Semana Santa de
la ciudad de Murcia, cuyos carteles han recogidos pinturas y fotografías de
grandes artistas y en los que el motivo recurrente ha sido la imaginería que
pasea por las calles de Murcia a hombros de los nazarenos. Este año el artista
elegido por el Cabildo Superior de Cofradías ha sido el pintor de origen
colombiano Willy Ramos.
Willy Ramos es un pintor
descomunal y no solo porque lo diga yo, que me honro con su amistad desde hace
muchos años, sino porque lo acredita su amplia y prestigiosa trayectoria. Lejos
queda aquel joven que llegó de Colombia a España de la mano de quien vio en él
la creatividad artística más pura y primigenia. Lejos y cerca, porque en la
pintura de Willy siguen aflorando los colores brillantes de su infancia, los
trazos que más bien parecen cicatrices en el cuadro, la pincelada que es pura
vitalidad y rebeldía. Doctor cum laude en Bellas Artes por la Universidad
Politécnica de Valencia, es profesor titular en la misma y su obra ha sido
expuesta en muchas ciudades y museos del mundo.
Willy, tremendamente bondadoso,
enormemente respetuoso con el credo de las gentes, ha estado al otro lado de la
frontera. Él ha visto el auténtico rostro de Cristo, el rostro lacerado y
atormentado de quien lo dio todo por nosotros, el rostro escarnecido que revela
la inmensa trascendencia de la Pasión. Nos hemos acostumbrado a ver a un Jesús
bellamente labrado, delicadamente peinado, lujosamente coloreado y
elegantemente trabajado, pero el verdadero rostro de Jesús es el de la pobreza,
la enfermedad, la miseria y el sufrimiento, precisamente el rostro de todo
aquello que venció con su muerte. Y Willy ha visto todo eso y lo ha plasmado en
su obra. El Jesús que nos mira desde el cartel no es el bello Jesús del barroco
español, sino el mucho más bello Jesús que dio su vida por todos los hombres,
que compartió con nosotros nuestro dolor y nuestra muerte y los venció para
siempre.
Podrá gustar o no, en eso no hay
reglas, pero si el auténtico sentido de la Semana Santa, más allá del folclore
y el tradicionalismo, es la exaltación de la Pasión y Muerte de Jesús y,
finalmente, su Resurrección, el hecho más importante de la fe que
compartimos, no les quepa la menor duda de que el cartel de Willy Ramos
representa fiel y respetuosamente, y hasta magistralmente, a quien muriendo
ensangrentado y sucio de polvo derrotó a la propia muerte.
Nos lo ha dicho muchas veces Francisco, el Papa de los pobres y de la misericordia, que ese rostro quebrado por el sufrimiento y el dolor es el verdadero rostro de Dios.
Nos lo ha dicho muchas veces Francisco, el Papa de los pobres y de la misericordia, que ese rostro quebrado por el sufrimiento y el dolor es el verdadero rostro de Dios.
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