Juan Miguel Varea y su hijo, junto a la nevera |
Mi muy querido y admirado Juan Fernández Marín, con quien
comparto las páginas de opinión de este diario, él los domingos y yo los
martes, es además de un excelente articulista, un hombre bueno. Sacerdote
secular, durante muchos años ha acompañado en el Hospital Reina Sofía a quienes
estaban a punto de iniciar su último viaje. Cuánto consuelo, cuánta paz habrá
derramado Juan en los corazones afligidos por la enfermedad y atemorizados ante
la muerte. Antes fue misionero en Sudamérica y de allí se trajo una anécdota
que nos regaló en la homilía del domingo pasado. Narraba el Evangelio de San
Marcos la parábola del “hombre que echa simiente en tierra. Él duerme de noche
y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa
cómo”. Nos contaba Juan que, habiendo ido a visitar a otro misionero en la
selva de Ecuador, se interesó por el escaso fruto que en apariencia rendía el
esfuerzo del misionero, hecho en condiciones muy penosas. “Yo me dedico a
sembrar y dejo a Dios la cosecha”, le contestó.
Cada
día me encuentro con más gente que quiere cambiar el mundo, cambiar lo que no
gusta y eliminar lo que estorba, y sin embargo muchas de estas personas nos
enredamos en las grandes cuestiones y en las grandes cifras, en los grandes
objetivos y en los grandes proyectos. Queremos cambiar, no ya el mundo, sino el
universo, y la decepción por no lograrlo nos oculta aquellas pequeñas cosas que
sí están a nuestro alcance. Decía Juan que no vale echar las culpas a los demás
de nuestros propios fracasos, pues todos
compartimos algo de culpa en que el mundo no vaya bien (lo decía además en su
artículo del domingo pasado), que no vale dejar a Dios la cosecha si nosotros
no hemos sembrado antes. Y la mejor siembra es aquella que se ofrece a quienes
menos tienen. Ese es el camino hacia un mundo mejor.
Pues
bien, hace un par de semanas escribía yo acerca de un hermoso poema escrito por una joven gaditana, Patricia
Vitorique, que sueña con cambiar el mundo, y les decía que sí, que la
palabra mueve montañas y que la palabra joven las mueve todavía más. Hoy les hablo
de una iniciativa que están llevando a cabo en Murcia un padre y su hijo que,
como todas las ideas sencillas y pequeñas, encierra el germen de la genialidad.
El proyecto, apenas iniciado, se llama “Nevera solidaria” y consiste en… pero
tal vez sea mejor que lo explique el mismo Juan
Miguel Varea con sus propias palabras, publicadas en Facebook:
“Ayer paseaba con mi hija Paula
por Murcia y un hombre nos pidió que le compráramos una barra de mortadela para
dar de cenar a sus hijos... Ya habíamos visto demasiadas veces a personas
buscando comida en los contenedores, pero ayer nos acordamos de una noticia de
un colectivo de Galdakano en Vizcaya que había instalado un frigorífico en la
calle donde las personas podían compartir los alimentos perecederos y así
evitar que cientos de kilos de comida que precisa frío acaben en el contenedor.
A mi hija Paula le pareció muy buena idea y hemos decidido poner en
marcha el proyecto en Murcia.
Estará ubicado en la puerta de mi peluquería canina, en la calle de la
Gloria, y esperamos que sea una experiencia tan positiva como relatan los que
la han llevado a cabo en Galdakano...
En Murcia no nos faltan los ingredientes para el éxito, hay personas
generosas, personas necesitadas y calor de sobra para estropear muuucha comida.
Os invito a compartirlo.”
Así de sencillo: una nevera
eléctrica, alguien que deja un paquete de jamón york, o un par de yogures, o
esas tapas del bar que al finalizar el día irán a la basura, o un simple plato
de comida que has hecho de más en la cocina de tu casa… y alguien que coge de
la nevera lo que necesita. No es únicamente solidaridad, que lo es, es también
un remedio ante tanto desperdicio de alimentos perecederos que acaban en los
contenedores.
La “Nevera solidaria”
establecerá sus reglas, el etiquetado con la fecha del alimento o cualquier
otra que facilite el uso y lo haga más fiable que buscar la cena en un
contenedor.
Cambiar el mundo con pequeñas
cosas. A eso se refería el cura Juan.
.
(Artículo publicado el 16 de junio de 2015 en el diario La Opinión de Murcia)
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