Desde la noche del pasado domingo muchos han sido los que han escrito algo parecido. La única diferencia es que este artículo lo escribí el sábado por la tarde, al término de la jornada de reflexión. Podía imaginar entonces que la victoria de Mariano Rajoy iba a ser colosal, como él mismo hubiera dicho. Podía imaginar también que la derrota del PSOE iba a ser demoledora, como ellos mismos reconocerían horas después. También imaginé como sería el día después y cuán urgente era la respuesta que España demandaba. Todo ello lo pude imaginar, porque era fácilmente imaginable. Nuestra España se nos ha ido deshaciendo entre las manos como un terrón de arena reseca. No, no ha sido solamente la crisis de la economía, ni siquiera la quiebra del estado de bienestar, el factor que ha minado España. Desde hace años, mucho antes de la crisis, nuestro modelo de estado, nuestro concepto de soberanía, nuestras instituciones más necesarias y la confianza en el sistema político han quebrado y, con ellas, lo han hecho nuestras pautas de convivencia y nuestro futuro común. Nunca desde la instauración de la democracia se ha encontrado España ante una tesitura igual, ni siquiera durante la transición, en la que el sueño común de una España en paz y en libertad nos mantuvo unidos frente a otras durísimas crisis económicas, que las hubo, e incluso frente a los amenazadores intentos de involución que fraguaron en el 23-F. Hoy, a duras penas conservamos esa paz y esa libertad, ninguna de ellas perfecta, es cierto, pero ganadas ambas por la voluntad común de todos nosotros. Lo que se hunde es la propia España.
En lo más recio de la tormenta, el barco ha cambiado de capitán y Mariano Rajoy ya está agarrado al timón. El otro ya es historia y se apresta a supervisar nubes. Rubalcaba, en cambio, no. Rubalcaba, aún dolorido por la derrota, es el presente del PSOE y, por ello, representa no solo a los votantes de su partido sino a muchos otros que en esta ocasión han votado a Mariano Rajoy, sí, incluso a muchos votantes del PP. Toca ahora poner proa al viento, luchar contra la tormenta, evitar el naufragio anunciado. No es una tarea de la derecha contra la izquierda, ni siquiera es una tarea de la derecha, es una tarea de todos, sin exclusión alguna. No es tiempo de enjundiosos debates ni de hondas discusiones, no es momento de afianzar posiciones de partido, ni de marcar las diferencias. Solo hay una política posible, la de los hechos. Solo cabe una respuesta, la de todos.
En un artículo publicado en este mismo periódico hace casi un año, el 7 de diciembre de 2010, que llevaba por título “Una propuesta ingenua”, proponía el adelanto de las elecciones y, ganara quien ganara, el compromiso de los dos grandes partidos de formar un gobierno de unidad nacional al modo alemán de la Grosse Koalition. Era, en efecto, una propuesta ingenua, incluso descabellada, no solo porque España no era Alemania, sino porque los políticos españoles no eran los políticos alemanes. Sin embargo hoy, un año después, la solución descabellada e ingenua sigue siendo la única salida posible. No me hagan mucho caso en lo de un gobierno de coalición o de unidad nacional, ya sé que las cosas aquí no son así y que las mayorías absolutas no entienden de esto. Pero atiendan al menos, y no me refiero únicamente a los políticos, a la idea del esfuerzo común, a la fórmula de la suma de voluntades, a la idea de la renuncia generosa, al concepto de sacrificio individual, que implica el modelo alemán. Allí fue posible, en aras de la gobernabilidad del país, que la canciller fuera la cristianodemócrata Angela Merkel y vicecanciller el socialdemócrata Franz-Walter Steinmeier. Aquí, algo así sería impensable. O tal vez no.
En fin, y ahora sí que escribo el Día Después, como dijo Mariano Rajoy en la noche electoral no habrá milagros que, por otra parte, tampoco había prometido. Se trata de ofrecer desde la unidad lo que Churchil ofreció a los británicos hace setenta años tras la elecciones celebradas al comienzo de la Segunda Guerra Mundial: sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor. Churchill había ganado aquellas elecciones y los británicos ganaron la guerra. Sin embargo, una vez terminada la guerra, el mismo Churchill perdió las siguientes. Si Rajoy aplica esta fórmula aquí y ahora no sé si volverá a ganar las elecciones, pero sí le digo que hoy todos sabemos quien fue Winston Churchill, en tanto que casi nadie recuerda a Clement Atlee, el político que lo derrotó.
Le deseo a Mariano mucho ánimo y mucho sentido común. Y, por cierto, a la prima de riesgo que le vayan dando. Y a Riesgo, también.
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4 comentarios:
La foto que he escogido para ilustrar esta entrada es de una traiña en plena manga, o como se diga en gallego, en homenaje a la cuna pontevedresa de Mariano Rajoy. Contiene también una especie de firma de autor, la publicidad de la Demoninación de Origen Mexillón de Galicia. Mis viejos amigos sabrán a qué me refiero. Y los recientes, seguro que también.
Noticia de hoy mismo:
"Rajoy ya dijo el lunes a su comité ejecutivo que le había pedido a Angela Merkel que los países que cumplen, como España, deben ser ayudados por las instituciones europeas".
Osea, que según Rajoy, España cumple con lo que debe hacer un país en crisis.
Qué yo sepa, Rajoy todavía no ha tomado posesión. Ni siquiera se le ha visto la barba, de hecho.
Por tanto... quienes están "cumpliendo" son los del Gobierno del PSOE.
Qué curioso...
Otros misterios de estos días como el hecho de que ahora para el PP la crisis se ha vuelto "Europea" y no "Española" como era hasta el viernes pasado.
Pandilla de cínicos ladrones
Al "valiente" ANÓNIMO:
Es una cobardía escudarse en el anonimato para insultar. En este BLOG no permito que, por muy mal que lo hayan hecho, se insulte al Gobierno de PSOE llamándolos "pandilla de cínicos ladrones". Váyase a insultar a otra parte.
Es usted un maestro del florete... jajaja... Anónimo se estará rascando todavía... jajaja
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