(Artículo publicado el 17 de de marzo de 2015 en La Opinión)
El resultado de las próximas
elecciones autonómicas y locales es, al día de hoy, una incógnita que preocupa
y mucho a los dos grandes partidos que han tenido responsabilidades de
gobierno, PP y PSOE, respecto de los que todas las encuestas detectan una
intención de voto instalada en el cuarto menguante. También auguran la muerte
por inanición electoral de Izquierda Unida, tercer partido con representación
en la Asamblea Regional desde el comienzo de la andadura autonómica. Sí sólo
fuera ésto, las matemáticas electorales y la inercia se confabularían para que
nada cambiara, por lo que con muchos menos votos, que habrían de nutrir las
filas de la abstención, esos partidos obtendrían los mismos escaños. El motivo
de la inquietud es la aparición en el escenario político murciano de dos
partidos de corte regeneracionista en crecimiento constante, Podemos y
Ciudadanos, uno por la izquierda y otro desde el centro. Se presume que
Podemos, herederos de la Indignación, se ha hecho ya con la mayor parte de los
votos de Izquierda Unida y está devorando al PSOE por la izquierda, mientras que
Ciudadanos, de quienes apenas se conoce poco más que la figura de su líder
nacional, hace lo mismo desde el centro hacia ambos lados, pero especialmente
hacia la derecha, restando votos al PP. La primera conclusión que se extrae de
estos movimientos del voto es que, posiblemente, el bipartidismo tradicional
esté a punto de pasar a la historia. La segunda es que se avecina un juego
político inédito en la Región, el de las mayorías minoritarias, cuando no el de
las coaliciones de gobierno.
La
razón de lo que está ocurriendo no hay que buscarla tanto en las propuestas
políticas de Podemos o de Ciudadanos para la Región de Murcia y sus municipios,
o en el carisma mesiánico de sus líderes regionales o locales a quienes ni
siquiera conocemos, cuanto en la decadencia de PP y PSOE, en la exteriorización
de sus problemas internos y en la sequía de ideas motrices y propuestas capaces
de ilusionar nuevamente a sus militantes, primero, y al electorado, después,
ambos mortalmente decepcionados. Alguien comentaba hace unos días lo difícil
que es convencer mediante la predicación y el dar trigo al mismo tiempo. A mí
lo que se me antoja imposible es convencer a los electores predicando y dando
gato por liebre.
Dejando
aparte la cuestión de los líderes, entre otras cosas porque el líder no nace
sino que se hace y porque, además, mala cosa sería que todo lo confiáramos al paladín
bienamado, lo más preocupante es la ausencia de iniciativas creíbles y al mismo
tiempo ilusionantes que se advierte no solo en los partidos menguantes sino
también en los crecientes.
Empezando
por mi Lector Malasombra, al que tengo muy abandonado, me van a perdonar
ustedes un recuerdo frívolo. Hace muchos años, casi tantos como tengo, había
una serie de dibujos animados titulada “Roger Ramjet y el escuadrón de los
Aguiluchos”, en la que el superhéroe, al modo en que antes lo hizo Popeye con
las espinacas, tragaba una pastilla de veinte protones que le daba la fuerza de veinte
bombas atómicas durante veinte segundos, suficientes para derrotar al pérfido
supervillano Narices Romanoff. Tal vez sea hoy políticamente incorrecto, además
de poco ejemplar, esto de adquirir superpoderes mediante la ingestión de una
pastilla aunque fuera de protones, pero lo cierto es que a los partidos
políticos, y muy especialmente al PP y al PSOE, les está haciendo falta el
recurso energético de Roger Ramjet.
Porque,
vamos a ver, el mensaje de la regeneración es necesario, hay que mejorar muchas
cosas y cambiar algunas otras, como lo es también el del esfuerzo y el
sacrificio, pero estas ideas, créanme, nunca han levantado pasiones. Hace falta
más madera. Imagínense, por ejemplo, que alguien, además de la limitación de
mandatos y la mejora del mundo mundial, nos propone algo tan pragmático como la
creación de un área metropolitana, una figura prevista en nuestras leyes
regionales, que agrupe a los municipios de Murcia, Molina de Segura, Las Torres
de Cotillas, Alcantarilla y Santomera, para planificar y gestionar de manera conjunta los
retos que tiene planteados un conglomerado urbano que reúne a más de un millón
de personas como los transportes, el agua, la planificación del suelo, los
servicios y la calidad de vida. Para ello sólo hace falta una mesa de reuniones
y la voluntad de cooperar de los Ayuntamientos y de la Comunidad Autónoma para
reorientar adecuadamente sus propios recursos financieros y materiales. Ni un
duro más.
Otra
idea más localista. Imagínense una acción de regeneración de los barrios
capitalinos de San Nicolás, San Antolín y San Andrés para transformarlos en el
barrio artesano de Murcia, como lo fueron en su tiempo, tomando como eje el
complejo cultural formado por el Museo Salzillo, el Convento de Agustinas, el
Centro Regional de Artesanía y el Museo de la Ciudad. Calles rehabilitadas con
pequeños establecimientos de artesanía en vivo, transformadas en ruta turística
y gastronómica, renovadas y llenas de vida.
No son
más que dos ideas que transcribo a modo de ejemplo. Tal vez sean disparatadas
y, por eso, dirá mi Lector Malasombra, estoy muy bien lejos de las
responsabilidades políticas, pero no me negarán que resultan más atractivas que
la sequía preñada de sangre, sudor y lágrimas en la que estamos sumidos.
Con
gusto, les doy permiso para que me las copien y les cedo, de paso, mi pastilla
de protones.
De nada.
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