(Artículo publicado el 4 de diciembre de 2012 en el diario La Opinión de Murcia)
Ha llegado diciembre y han bajado las
temperaturas, y Murcia se parece un poco a la Europa fría, verde y sajona. Pero
no. Como si fuera de goma, el mercurio murciano rebota en el cero y vuelve a
subir hasta los veintitantos grados a mediodía, a lo que no hay nieve ni
escarcha que se resista. En esto de los parecidos ya se sabe que no existe
acuerdo. Si un niño de pocos meses que va tumbado en su cochecito, enfundado en
su pelele y arrebujado con la mantilla, o como leches vayan ahora de enfundados
y arrebujados los niños, si un niño digo, entendiera lo que le dicen o lo que
piensan todos los que se asoman para verlo por primera vez apartando la capota
del cochecito, se volvería loco: que es clavado a su hermano, que tiene toda la
cara de su madre, que este niño es un Gutiérrez de los pies a la cabeza, que es
todo un Martínez, que ha salido a su abuela materna, que es mismamente su tío
abuelo Federico, que tiene la cara de mala leche de la tía Aurelia, que tiene entraditas
y todo como su padre, que se ríe como el Crisanto el de la tía Corneja… y el
niño, con sus ojos como platos ante el espectáculo de guiñol que se desarrolla
en su pequeño firmamento, a quien se parece sin duda es a otro niño.
Con los países no ocurre así,
quiero decir que un país más allá de algunas coincidencias históricas o
climáticas no se parece especialmente a ningún otro, si bien sus rasgos son la
suma de los rasgos de quienes lo habitan. España a lo único que se parece es a
un país poblado de españoles, es decir a España. Y con la Región de Murcia
ocurre lo mismo, que solo se parece a ella misma por razón de las gentes que la
habitan hasta el punto de que si el estado federado alemán de
Schleswig-Holstein, situado en el istmo que une Alemania con Dinamarca,
estuviera poblado por murcianos en lugar de estarlo por alemanes, no sería
Schleswig-Holstein, sino que sería enteramente la Región de Murcia, aún con el
Mar del Norte en vez del Mar menor.
Y esto que ocurre igualmente en el
resto de regiones de España, no ocurre sin embargo en ninguno de los estados de
Alemania, pues todos ellos están poblados por alemanes que apenas se
diferencian unos de otros, incluso Baviera, aunque allí llamen bávaros a esos
alemanes. Alemania está toda ella poblada de alemanes, en tanto que España
apenas está poblada de españoles. En España todo es diferente, hasta los
habitantes. Según fuentes bien informadas Cataluña no está poblada de españoles
sino de catalanes que no se consideran para nada españoles. Otro tanto ocurre con
el País Vasco, de cuyos habitantes se dice incluso que pertenecen a una etnia
diferente a todas las conocidas, por no ser, no son ni europeos. E igual ocurre
con los andaluces, los gallegos, los mallorquines, los canarios, los extremeños
y hasta con los murcianos. Por eso España no existe, porque no existen los
españoles.
Hay sin embargo algunos países
en el mundo en los que, a pesar de que sus regiones están pobladas por
indígenas propios de ellas, sus habitantes reciben un nombre común por encima
del nombre tribal. Es el caso del Reino Unido, cuyos pobladores, aunque sean en
origen ingleses, escoceses, galeses o norirlandeses, son en todo caso
británicos. Tal vez sea por eso que la bandera británica, la Union Jack, ondea
en la cima de todos los edificios oficiales del Reino Unido, en Londres, en
Edimburgo, en Cardiff y en Belfast. Incluso, por arte de esa magia druídica que
impregna la Commonwealth, en castellano la Mancomunidad de Naciones, en
dieciséis de los cincuenta y cuatro países que la conforman, algunos tan
distantes y tan distintos al propio Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda
del Norte como Sudáfrica, Nueva Zelanda, Jamaica o Barbados, tan gigantescos
como Canadá y Australia e incluso tan poco reinos como La India, comparten como
Jefe del Estado a un monarca, ni más ni menos que a Su Graciosa Majestad
Británica la Reina Isabel II.
Qué magia es ésa, nos
preguntamos en España, que hace que tierras y gentes tan distintas e incluso
lejanas se unan entre sí bajo la misma corona…
Qué ocurre en el Reino Unido
para que uno de los principales valedores del separatismo escocés, el Artur Más de los Highlands, si no se me
ofende el personaje en cuestión, haya sido agente secreto al servicio de Su
Graciosa Majestad para ser luego nombrado caballero, Sir Sean Connery…
Qué tendrán los mensajes
televisados de la Reina de los británicos que, estando todos sus súbditos sentados en sus cómodas butacas
con un gin tonic en la mano, se ponen en pie de un salto en señal de respeto
sin que se les derrame ni una gota del milagroso brebaje contra la malaria…
Qué tiene la Reina de Inglaterra
que no tenga el Rey de España, Don Juan
Carlos I, digo yo, porque Isabel II
también tiene sus urdangarines y sus cosas, no se vayan a creer…
Qué tiene la zarzamora que a
todas horas llora que llora por los rincones…
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario