Que no, que no, que el pensamiento no puede tomar
asiento,
Que el pensamiento es estar siempre de paso, de
paso, de paso,
de paso…
(Luis Eduardo Aute. De paso)
Hubo un tiempo en que
aprendimos a andar. Y lo hicimos de la mano de poetas, escritores y cantantes,
que vienen a ser algo así como el despertador de las conciencias dormidas. “Si se calla el cantor, calla la vida, porque
la vida,la vida misma es todo un canto”, decía aquella canción de Horacio Guarany que cantó junto a Mercedes Sosa. Guarany aún vive en
Plumas verdes, su casa de Luján, y muy posiblemente lo hace conservado en vino
como cantaba en otra de sus canciones, Volver
en vino, que fue magníficamente versionada en aquellos tiempos de la
Andadura por un grupo de Yecla llamado Vino Tinto:
Si el vino viene, viene la vida
vuelvo a mi viña, tierra querida.
Quiero morirme cantando
bajo tu parra madura
y que me entierren al alba
regao de vino mi tumba
Guarany, como tantos otros, ha sido siempre un
provocador. Con sus canciones libertarias provocó laS iras de las dictaduras de
su tiempo pero, con otras, incendió de amores aquellas hormonas con patas que éramos
los jóvenes de entonces, que son los de hoy y que serán los de siempre:
Quiero tu voz, tu túnica caída,
y el lirio rojo de tu amor primero,
quiero tus sauces reventando verdes
sobre el verde caliente del enero.
Quiero moler tu roca milenaria,
hacerte arena y llevarte junto al río,
sentir tu cuerpo caerme lentamente
como una lluvia torrencial de otoño mío…
En Guarany, al final, siempre
vuelve el vino:
Quiero beber tu vino mano a mano,
hacerte estrella sobre la luz del vino,
amanecerte cuando te estés durmiendo
y morirnos de amor en el camino…
Pero me estoy
enredando en mis recuerdos guitarreros. En aquellos tiempos hubo también poetas
en España que iluminaron el camino de la libertad. Entonces descubrimos que no
todo era como nos decían. Ahora sabemos también que no todo era como lo
cantaban. Uno de ellos fue Luis Eduardo
Aute, pintor, poeta y cantautor. Mi lector malasombra dirá que me he pasado
al enemigo y yo, cariñosamente, le contestaré que el enemigo y yo estamos donde
siempre hemos estado. Fueron muchas las canciones de Aute que marcaron a mi
generación. Quién no ha cantado alguna vez Al
alba, por ejemplo, sin saber tal vez que fue una canción dedicada a los
últimos fusilados en España tras el proceso de Burgos. O Una de dos, en la que el autor se confiesa enamorado de la mujer de
un amigo y a quien, para escándalo y diversión de aquella España calavera y de moral rigurosa
a un tiempo, propone una solución
triangular:
Lo que sucede es que me he enamorado
como el perfecto estúpido que soy
de la mujer que tienes a tu lado,
encájame el directo que te doy,
encájame el directo que te doy…
Una de dos, o me llevo a esa mujer,
o entre los tres nos organizamos, si puede
ser.
Y, sin duda, De
paso. Tal vez en esa canción se encierre el secreto de aquellos días de la
Andadura: el pensamiento. Es el pensamiento el que mueve las montañas, el que
derriba murallas, el que tiende los puentes. Y fue el pensamiento el que hizo
posible todo aquello que transformó a la vieja España en una España nueva. Como
decía Aute, el pensamiento no puede tomar asiento porque el pensamiento es estar
siempre de paso.
Siempre de paso, Majestad, siempre de paso.
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