martes, 22 de junio de 2010

Con su permiso, maestro

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(Artículo publicado el 22 de junio de 2010 en el diario La Opinión de Murcia)






Permítanme que me desdiga de mi compromiso de la semana pasada y no les sirva hoy la versión adaptada y zapatera de El canto del Cisne, de Chejov, pues tengo para ello una buena razón. Se trata de hablar bien de un amigo que, además de escribir en este mismo diario, es un viejo comunista, lo que no sólo no es óbice para que escriba bien de él, sin que precisamente por ser un testimonio de coherencia vital ejemplar, que respeto y admiro, me dispongo a hacerlo con mis escasas fuerzas literarias por cuya razón le pido perdón de antemano.



Me refiero a Andrés Salom, por supuesto. Mallorquín de Santanyí, casi chueta y plenamente murciano, comunista y hombre de bien, escritor y humanista, poeta y flamencólogo. Cada semana leo su artículo con fruición, con deleite y golosinería, paladeándolo, jugando en la boca con cada palabra. Es la sabiduría vieja vestida de pana y escrita con pluma de oro. Un día, en que lo saludé por la calle muy al estilo político “abrazafarolas” con un imprudente “Buenos días, señor García Salom”, el viejo comunista reprendió amablemente al político de derechas, recordándome sus orígenes con una frase y una sonrisa: “Megías, no me cristianices el apellido”.



El otro día, Andrés escribía acerca de cómo su abuela se las ingeniaba para dar de comer a medio batallón de nietos y parientes: Con un kilo de patatas, dos o tres cucharadas de harina disueltas en agua de aljibe y un solo huevo era capaz de elaborar una tortilla para siete u ocho comensales; nos parecía sabrosísima”. Verán ustedes, a mí, que no pasé la guerra ni la posguerra y que sólo muy levemente recuerdo los años cincuenta, años de escasez en los que la papilla de harina y agua resolvía muchas precisiones culinarias y hasta nos permitía pegar el papel de seda de las cometas, a mí, como digo, me llamó la atención en ese párrafo una palabra, aljibe, y no sólo la bella palábra árabe, sino su uso adjetivo al agua. Poca gente se acuerda de esa agua de secano, dulce y límpida, recogida de la lluvia al viejo modo mediterráneo. No me cabe duda de que aquella tortilla habría sabido diferente si la hubiera cocinado con agua de pozo o, incluso, de manantial. Es justamente esa palabra, aljibe, la que convierte un escrito meramente anecdótico en prosa poética y la que, a mis cortas luces, descubre al escritor.



En otro artículo publicado en este mismo periódico el 14 de enero de 2009 en forma de carta abierta, el escritor, ante la denuncia de que había dejado suelto por la calle a su perro, describía al animal de la siguiente manera: La fiera en cuestión, de estirpe canina y de raza mixta, atiende por Maic, corrupción de Mike Jagger, el líder de los Rolling Stones; tiene apariencia de peluche y hará ahora unos tres meses que dio en la báscula el peso de tres kilos y ochocientos gramos; le gusta jugar a cazar moscas, pero nunca, que yo sepa, ha osado dar muerte a ninguna de ellas. En el mismo artículo incluía unos versos a los que otorgaba la cualidad de testamento:





Yo, el que suscribe



poeta por la gracia /



de mi inadaptable rebeldía,



declaro a mis tres hijos



/ de sangre



universales herederos



/ de mis bienes:



mi pobre discoteca, /



mis libros y esta triste



sonrisa con que quise /



hacer feliz al mundo.



A los otros, innumerable prole, /



lego mi palabra



en forma de poesía.





Que por qué escribo hoy de Andrés Salom, me pregunta mi lector malasombra, pues porque no sólo no encuentro razón alguna para no hacerlo, sino que cada vez que leo algo escrito por Andrés me pregunto por qué en esta tierra, provinciana y cateta, pretenciosamente vanguardista, dispendiosamente “coolta” y ciertamente desagradecida, no le ha sido dado todavía a Andrés Salom un premio literario de importancia en vivo y en directo, por ejemplo, el muerto pero insepulto de las Letras de la Región de Murcia, en paráfrasis de aquello que dijo del latín Torcuato Luca de Tena. Por eso, y porque me apetece más escribir de alguien bueno y listo que de algunos tontos y malos.



De varios.


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martes, 15 de junio de 2010

Los Cuentos de ZP: El canto del Cisne (I)

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(Artículo publicado el 15 de junio de 2010 en el diario La Opinión de Murcia)






Aplicada hoy a la última obra o actuación de una persona, existe la antigua creencia de que el cisne, que no es precisamente un ave canora, emite el canto más melodioso como premonición a su propia muerte. Así, El canto del cisne, fue titulada una colección de cantos (lieder) de Franz Schubert tras la muerte del compositor. El canto más famoso se titula Am Meer (Junto al mar) y es un poema de Heinrich Heine, cuya última estrofa dice así: Seit jener Stunde verzehrt sich mein Lib, / Die Seele stirbt von Sehnen; / Mich hat das englücksel’ge Weib / Vergiftet mit ihre Tränen (Desde aquella hora se consume mi cuerpo / Mi alma muere de deseo; / La funesta mujer me ha envenenado / con sus lágrimas).


También se títula El canto del cisne una pequeña obra de teatro en un único acto de Chejov, en la que un viejo actor, Vasilii Vasilievich Svetlovidov, tras quedarse dormido en el camerino por una borrachera, sale al escenario cuando la función ha terminado y se ha marchado todo el mundo. Allí, con la única companía de Nikita Ivanich, el apuntador que duerme en el teatro por no tener sitio a donde ir, repasa alguno de los momentos más brillantes de su acabada carrera. Lo que sigue es una versión que he extractado del original:


SVETLOVIDOV: ¡La función terminó hace tiempo, todo el mundo se fue del teatro, y yo me dormí tan tranquilo!... ¡Ah, viejo chocho..., viejo chocho!... ¡Eres un viejo perro!... Conque bebiste hasta el punto de dormirte sentado.. ¡Soy viejo! ¡Estoy enfermo y ya es hora de que me muera!... ¡Qué miedo! ¡Qué miedo!...



NIKITA: De lo que es hora es de que se vaya a casa, Vasil Vasilich...



SVETLOVIDOV: ¡No quiero ir allí! ¡No quiero!... ¡Allí estoy solo, no tengo a nadie, Nikituschka!... ¡Ni parientes, ni vieja, ni hijos!... ¡Estoy tan solo como el viento en el campo!... ¡Cuando me muera, nadie se acordará de mí!...



NIKITA: ¡El público le quiere, Vasil Vasilich!...



SVETLOVIDOV: ¡El público se fue! ¡A estas horas está durmiendo y no se acuerda de su bufón!... Sí... ¡Nadie me necesita! ¡Nadie me quiere! ¡No tengo mujer ni hijos!... De galán joven, cuando no había hecho más que empezar a calentarme, recuerdo que una mujer se enamoró de mí por mi talento escénico... ¡Y qué talento el mío! ¡Qué fuerza!... ¡No podrás nunca imaginar cómo era mi dicción! ¡Cuánto sentimiento y cuánta delicadeza había en ella! ¡Cuántas cuerdas suenan en este pecho!... Oye, por ejemplo, a «Boris Godunov»...



¡La sombra del terrible prohíjome!


¡Desde la tumba me nombró Dmitrii!


¡En torno mío sublevó a las gentes


y sentenció por víctima a Boris!



NIKITA: ¡Qué fuerza! ¡Qué talento! ¡Qué arte!



SVETLOVIDOV: ¡Bravo! ¡Bis! ¡Bravo!... ¡La vejez!... ¡Qué diablos! ¡Aquí no hay vejez alguna!... ¡Tontería todo!... La fuerza fluye tan rápida por mis tendones como el agua por la fuente!... ¡Esto significa juventud, frescor, vida!... ¡Donde hay talento, Nikituschka, no hay vejez!... (Se Oye ruido de puertas al abrirse.) ¿Qué es eso?



NIKITA: Petruschka y Egorka, seguramente, que habrán venido... ¡Es usted un talento, Vasil Vasilich! ¡Un talento!



SVETLOVIDOV: No, Nikituschka!... ¡Nuestra canción está cantada!... ¡Vaya talento el mío!... ¡Lo que soy es un limón estrujado..., un clavo oxidado!... ¡Y tú, vieja rata de teatro, un triste apuntador!... ¡Vámonos!...



¡Adiós tranquilidad; adiós contento;


adiós brillo marcial y vastas guerras


que trocáis ambiciones en virtudes!



NIKITA: ¡Qué arte! ¡Qué talento!



SVETLOVIDOV: Y esto también...



¡Fuera de Moscú!


¡Aquí no vuelvo más!


¡A escape voime sin volverme atrás


en busca por el mundo de un rincón


do refugiar el sentimiento herido!...


¡Mi berlina! ¡Que traigan mi berlina!...





(Sale seguido de NIKITA IVANICH. El telón baja lentamente.)



NOTA: Como no me cabe, el próximo martes dedicaré mi artículo a la versión adaptada a ZP de la obra de Chejov, por el mismo precio que hoy. No se la pierdan.



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lunes, 14 de junio de 2010

Los cuentos de ZP: El canto del cisne (II)

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(Artículo publicado el 29 de junio de 2010 en el diario La Opinión de Murcia)






Hace un par de semanas, antes incluso de que la Roja vistiera de azul y ganara, escribía la primera parte de este artículo, o sea, la versión académica aunque resumida del estudio dramático en un solo acto de Anton P. Chejov, titulado El Canto del cisne (Lebedinnaya Pesnia), en el que un viejo actor acabado, tras emborracharse, se queda dormido y llega tarde al teatro. La función ha terminado y en el teatro sólo queda Nikita, el apuntador, que pese a todo jalea y aplaude al viejo comediante cuando éste, recordando su brillante carrera en un patético canto del cisne, recita pasajes de Pushkin y de Shakespeare. “¡El público le quiere, Vasil Vasilich!”, le grita el apuntador, “¡Qué fuerza, qué talento, qué arte!”. Al final, el actor recita unos versos de La desgracia de ser inteligente, de Griboodov, tras lo cual sale de la escena y el telón cae lentamente:


¡Fuera de Moscú!


¡Aquí no vuelvo más!


¡A escape voime sin volverme atrás


en busca por el mundo de un rincón


do refugiar el sentimiento herido!...


¡Mi berlina! ¡Que traigan mi berlina!...


VERSION ADAPTADA: El presidente volvía a la mesa del Consejo, tras hablar a solas por teléfono con el líder planetario del otro lado del Atlántico. El tirón de orejas económico y la reprimenda por haber puesto en peligro la estabilidad del sistema económico mundial ya estaban olvidados. El presidente, tan borracho de poder como el primer día, sonreía al pensar que, al fin y a la postre, uno no recibía todos los días una llamada directa de la Casa Blanca. Es más, Zapatero estaba seguro de que Obama no había hecho llamado ni a Sarkozzy ni a la Merkel.A lo que vamos”, se decía, “le voy a rebajar el sueldo a los ricos y a los funcionarios, que eso lo aplaude el pueblo, para repartirlo entre los pobres, eso sí, a través de los presupuestos del Estado, y así Obama comprobará la sintonía cosmogónica que existe entre nosotros, los líderes planetarios. La próxima vez que me llame, tal vez esta tarde o mañana, le pediré que haga callar a esa especie de valkiria que es Angela Merkel, que Alá confunda”. Sonrió con más convicción y afirmó el paso aún tambaleante. Ese anatema islámico, pensaba para sí, era uno de los posos que le había dejado su fenecido proyecto de Alianza de Civilizaciones. Sonaba mejor y resultaba más multicultural que aquellas frases tan ranciamente españolas y, por tanto, tan denostadas por la izquierda progresista que él representaba, de “Anda y que te zurzan” o “Anda y que te ondulen con la permanén”, por poner un par de ejemplos preconstitucionales:


Abrió la puerta del Consejo y no vió a nadie, excepto a Leire Pajín.


ZAPATERO: ¿Dónde están todos? ¿Y María Teresa? ¿Y el fiel Pepiño? ¿Y Bibiana, la centinela de la modernidad? −preguntó alarmado.


PAJÍN: Se han ido, Presidente. La función ha terminado.


ZAPATERO: Todo el mundo se ha ido, como Bibiana, la castañuela del régimen, me han dejado solo. ¡Soy viejo! ¡Estoy enfermo y ya es hora de que me muera!... ¡Qué miedo! ¡Qué miedo!...


PAJÍN: De lo que es hora es de que te vayas a casa, Zapaterovich...


ZAPATERO: ¡No quiero ir allí! ¡No quiero!... ¡Allí estoy solo, no tengo a nadie, Leiruschka!... ¡Ni parientes, ni vieja, ni hijos!... ¡Estoy tan solo como el viento en el campo!... ¡Cuando me muera, nadie se acordará de mí!...


PAJÍN: ¡El público te quiere, Zapatovich!...


ZAPATERO: ¡El público se ha ido, como Bibiana, la defensora del burka! ¡A estas horas está durmiendo y no se acuerda de su bufón!... Sí... ¡Nadie me necesita! Nadie se acuerda de aquello de la Alianza de Civilizaciones, Leiruschka.


PAJÍN: ¡Qué fuerza! ¡Qué talento! ¡Qué arte!


ZAPATERO: ¡La vejez!... ¡Qué diablos! ¡Aquí no hay vejez alguna!... ¡Tontería todo!... Como aquello de “Mi patria no es España sino la libertad..., o lo otro de “Otegui es un hombre de paz” o eso otro de “Fumar es derechas”.


PAJÍN: ¡Es usted un talento, Zapatrosky! ¡Un talento!


ZAPATERO: No, Leiruschka!... ¡Nuestra canción está cantada!... ¡Vaya talento el mío!... ¡Lo que soy es un limón estrujado..., un clavo oxidado!... aunque nadie habrá olvidado aquello de “Humildemente me defino como un adalid de la paridad, justiciero de las mujeres, rojo feminista y anarcosindicalista”... ni lo de “Yo tengo dos hijas. La mayor vió Bambi unas quinientas veces y yo con ella. ¿Y cómo termina Bambi? Se convierte en Rey de la Selva”...


¡Fuera de La Moncloa, aquí no vuelvo más!


¡Mi berlina, que traigan mi berlina!


(Sale seguido de LEIRE PAJÍN. El telón baja lenta y tristemente.)


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martes, 8 de junio de 2010

Ser estúpidos

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(Artículo publicado el 8 de junio de 2010 en el diario La Opinión de Murcia)


La campaña publicitaria de “Diesel”, una marca de ropa juvenil, afirma que prefiere los estúpidos a los listos, de manera que quienes se decidan a comprar sus vaqueros, camisetas y complementos pasarán a engrosar inmediatamente, además de la fila de sus clientes, la de los estúpidos de este mundo (“Diesel” dixit).


Be stupid (Sé estúpido) es lo que recomienda la marca a sus compradores. Extraña publicidad que, sin embargo, causará furor entre la parte más tontaelhaba de nuestra juventud que, haberla, hayla. Pero la campaña no se queda ahí. En un alarde de creatividad cool, no sólo desprecia la inteligencia propia de los listos representada por su cerebro, sino que pregona orgullosamente su preferencia por otro atributo orgánico que otorga en exclusiva a los estúpidos: Smart may have the brains, but stupid has the balls. Dicho en cristiano, “el listo podrá tener el cerebro pero el estúpido tiene las pelotas”, es decir, los huevos, las bolas, los cataplines, las gónadas, los gemelos, las criadillas, los testículos o los cojones, como ustedes gusten. Sorprendentemente la campaña va dirigida tanto a chicos como a chicas, a quienes se recomienda por igual que sean estúpidos o estúpidas y así poseerán, no la tierra ni el Reino de los Cielos, no, sino los huevos. Qué bonita coliflor.


Algún hipersensato que me lea hoy pensará que una campaña así lo que debe provocar es el efecto contrario, o sea, que la gente deje de comprar los artículos publicitados para no darse por aludida. Nada más lejos de la realidad, mi querido Watson. Se asombrarían ustedes de la cantidad de estúpidos potenciales que, gracias a estos anuncios, van a descubrir su condición de tales admirando, primero, la campaña publicitaria y comprándose unos vaqueros, después. Curioseando por Internet he encontrado opiniones variadas, aunque mayoritariamente favorables a la campaña. De todas ellas les reproduzco una muy sintomática: “Creo que tiene razón en que hay veces en que es mejor dejar de pensar y solamente vivir, y también creo que les faltó una frase, los listos tienen la seguridad, pero lo tontos tenemos la diversión.


Les invito ahora a hacer un ejercicio de imaginación.


¿Se imaginan al autor o autora de la frase haciendo carreras nocturnas de coches en un barrio residencial de las afueras? Yo sí.


¿Se imaginan al pensador cesante en mitad del botellón organizado en la plaza del pueblo para solaz de los residentes? Yo también.


¿Se lo imaginan en un festival cooltural tipo Rock in Río, disfrutando de quince noches niquelovich en medio de los exámenes finales de junio? Claro que sí.


¿Se lo imaginan estudiando? Yo no.


¿Se lo imaginan organizando eso tan complejo de sujeto, verbo y predicado para comunicarse con sus congéneres, en lugar de recurrir al popular rebuzno? Yo tampoco.


¿Se lo imaginan pasando de curso con tropecientos suspensos? Sí, sí, claro que se lo imaginan.


¿Se lo imaginan examinándose y aprobando la selectividad en cero coma, aunque sea en septiembre o en cualquiera otro de los doce meses del año? Por supuesto, no faltaría más, que para eso estamos.


¿Se imaginan lo felices y encantados de haberse conocido que estarán los papás del fenómeno o fenómena? Efectivigüonder.


¿Se imaginan lo felices que estarán (más todavía que los papás y los retoños, pero que mucho más) los accionistas de “Diesel”? Debe ser por eso que la firma, acompañada de un gran Smiley, proclama a los cuatro vientos que está con los estúpidos: We’re with stupid.


No sé por qué, pero me lo estaba maliciando.

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jueves, 3 de junio de 2010

Pompa y circunstancia

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(Artículo publicado el 1 de junio de 2010 en el diario La Opinión de Murcia)



Cada vez que escucho la célebre marcha de Sir Edward Elgar que da título a este artículo me atenaza la envidia insana que siento por la pérfida Albión. Para entendernos: envidio profundamente esa manera que tienen los británicos de organizarse, de defender sus colores, de llamar al pan bread y al vino wine, de caminar por el mundo sin agachar la cabeza, de transformar en victorias sus derrotas, de producir y beber whisky, de jugar al rugby, de poner al mal tiempo mala cara (como debe ser), de escribir cuentos para niños que leemos los adultos, de entender y practicar el humor negro, de conservar su imperio, de distinguir la velocidad del tocino, de aclararse con sus medidas de peso y longitud, de nombrar caballero a quien paga para ello sin sonrojarse un ápice, de mofarse de la Familia Real y de respetar al mismo tiempo a la Corona y a la Reina, de no inventarse las tradiciones y de entender su utilidad en la vida moderna, de reconocer sin reparos que ni el clima ni la cocina británicos tienen defensa alguna y de desayunar como Dios manda. Les envidio por los Beatles, por los Rollings, por el whisky (insisto), por su deportividad y por la falta de ella cuando les conviene, por sus universidades, por su flema, por Wallace y por Wellington, por sus actores y actrices, por su literatura, por sus taxis, por sus jardines, por sus bellezas con cara de caballo en Ascot y por sus caballos rodeados de bellezas en el mismo Ascot. Pero, sobre todo y por encima de cualquier otra cosa, les envidio por su forma de entender la política y de hacer política.


Como muestra, basta echar un vistazo a la cronología más reciente:


El 6 de mayo pasado se celebran las elecciones más reñidas de los últimos tiempos.


El 11 de mayo, tras la dimisión de Gordon Brown y su salida del 10 de Downing Street, la Reina encarga a David Cameron la formación de gobierno.


El 12 de mayo, apenas seis días después de la jornada electoral, Cameron y Clegg comparecen juntos para anunciar el histórico acuerdo de coalición entre conservadores y liberales y la composición del nuevo gobierno.


El 13 de mayo, siete días después de las elecciones, se reúne por primera vez el nuevo gobierno de coalición y anuncia una reducción inmediata del cinco por ciento en sus sueldos.


El 20 de mayo, catorce días después de elecciones, Cameron y Clegg presentan su programa de reforma de la política británica.


El 24 de mayo (tan sólo han pasado dieciocho días de las elecciones) anuncian un recorte inmediato de gastos por importe de más de siete mil millones de euros que incluye, entre otras muchas medidas, la supresión del cheque-bebé de 290 euros, pero también la eliminación de los coches oficiales individuales de los ministros y la prohibición a todo cargo público de viajar en primera clase.


El 25 de mayo, en el curso de la solemne ceremonia de apertura del Parlamento Británico, la Reina Isabel II, que acude a Westminster en su carroza y ataviada con la Toga de Estado y la Corona del Estado Imperial, cuajada de diamantes, presentó el programa de gobierno que incluye la promulgación de veintidós nuevas leyes, sin que a nadie se le ocurra poner en duda que la política de coyuntura nada tiene que ver con el respeto a las formas y a las tradiciones.


Diamantes y crisis, tradición y renovación, carroza real y viajes en metro, poder y democracia, monarquía y parlamento, nación y estado, soberana y gobierno, tiempo y dinero, Pompa y Circunstancia. Con ocasión de la coronación de Eduardo VII añadieron letra a la música de Sir Edward Elgar para componer una canción patriótica, cuyo estribillo dice así: Land of Hope and Glory, Mother of the Free... (Tierra de esperanza y gloria, madre de la libertad…)


Por todo ello, God save the Queen.


Y yo, mientras tanto, como tantos otros españoles, me consolaré con la esperanza de que ganemos el mundial de fútbol. Algo es algo.

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